Estoy oculto en el hangar con un maldito tubo metálico entre mis manos. Ellos pueden ser más peligrosos de lo que imaginé. Están cerca. Despertaron y me atacaron. Abro los ojos y los cinco me miran. Yo no uso traje porque no lo necesito, pero a ellos los vuelve más fuerte. Me toman y me llevan al cuarto médico, me atan, sujetan mi cabeza con una correa y me obligan a mirar al frente, imágenes sobre su especie, su evolución y destrucción. Malditos humanos, quieren volverme como ellos.

Miro con recelo la mano del prisionero. Cuando dice mi nombre mi corazón se tambalea, y, aunque muy parecido es a nosotros, él cree que es humano. Pero qué importa a estas alturas si pertenece a Gitrel o la Tierra, ya ninguno existe. Ambas razas se han ido de este desierto lugar, se destruyeron, ambos son culpables y víctimas. El general me ha perdonado la vida por haberle salvado la suya, soy libre de quedarme con el prisionero hasta que el destino de ambos mundos vuelva a coincidir.

El General se ha reincorporado con la poca gente que quedó en su planeta después del ataque, capturó a un enemigo, pero para sorpresa de todos, ese enemigo es de su misma especie. Pese al interrogatorio y tortura, él sigue alegando que es humano. No hay tregua, y aunque derrotados, los gitrelianos que quedan han decidido entrar a otras dimensiones hasta hallar un nuevo hogar. Destrozados dejan el planeta, porque no quieren ser esclavos y aceptar haber perdido los obliga a evolucionar.

Tierra donde sus habitantes toman la mano del prójimo para levantarse, planeta de vegetación abundante y habitantes con la capacidad de comunicarse con otras dimensiones, así era Gitrel. Los asentamientos se imponen en el horizonte, los humanos edifican su hogar, se niegan a desaparecer. No fue culpa suya, aunque no supieron cuidar su planeta, una bacteria acabó con su vida. Con destinos entrelazados, ahora han llegado al origen de su destrucción, pues Gitrel cultiva dicha bacteria.

El General camina sobre cenizas, desconoce el lugar en el que se encuentra e intuye que la exploradora lo sacó a otra dimensión para curar sus heridas. Ya no hay vegetación, observa el panorama rodeado de cadáveres y a lo lejos la figura de un desconocido. Se acerca, grita para pedir ayuda. Entonces, al tenerlo de frente lo reconoce; si, es él, tantos años. Se equivoca, quizá haya sido el traje de humano o los años, pero ya no es el mismo. Bajo su mirada fiera sabe que fue él su atacante.

La oleada de guerreros se hizo presente el día diez del mes nueve, calendario humano. Miles de hombres armados y con trajes atacaron Gitrel gritando su mantra: nueva tierra, nueva vida. Los Gitrelianos buscaron por todo el planeta al que llaman su General, pero no hubo pista de su paradero. El ataque fue certero, una civilización entera fue destruida, incontables vidas se perdieron, y como en toda guerra, los sobrevivientes se convirtieron en esclavos. Los humanos tiene un nuevo hogar.

Sus saltones ojos siempre me han impresionado, en estos momentos parece que se saldrán de su órbita. Balbucea algo sobre seres extraños e incrédulo escucho su historia. Fue hasta tenerlos frente a mí que le creí. Con una de sus articuladas extremidades el desconocido lanza a mi amigo por los aires y a través de un rayo de luz violeta, sentí su mente dentro de la mía. —Hay vida, los humanos no somos los únicos en este universo —habló. Después me apuntó con haz de luz dejándome casi muerto.

Por fin puedo mover mi cuerpo, ya mi mente está calmada. He visto fotografías de mi captora, al parecer es una escaladora y no habla. Seguro sufrió un accidente durante alguna exploración. Tiene un collar con el nombre de Freid, supongo ese es su nombre. Sin embargo, no soy capaz de llamarla así. Se acerca a mi tocando mi frente, entonces asio su muñeca con fuerza y la obligo a tirarse al piso, como loco salgo del lugar. Me detengo y descubro que no estoy en Gitrel, mi planeta.

Fue difícil hacer entender a los humanos que mi presencia es lo mejor, intentaron golpearme lo que me hizo comprobar que sus trajes son eficientes. Ahora, la tripulación entera duerme. Sonrío, acabo de cambiar el rumbo de nuestro viaje y ya no hay manera de cambiar las cosas. Aunque no fui completamente sincero, si les dije la verdad, yo sé donde hay vida, yo soy la clave para habitar otro planeta. No hay manera de equivocarme, iré de regreso a casa y entonces todos van a aceptarme.

Ha despertado con la mirada clavada en la puerta, supongo quiere irse, se que no puedo comunicarme con él, pero sus heridas aún no están bien. Aunque lo encontré aparentemente bien, no podía mover la mitad de su cuerpo, y ahora apenas si puede pasar la comida. Debe dolerle cada milímetro de su piel, pues para sanarlo tuve que aplicar algunas agujas, no puede dudar, yo voy a ayudarlo. No sabe quien soy, no sabe qué haré, pero debe estar seguro que lo ayudaré. Que no se vaya, todavía no.

La nave ha sido correctamente construida, con la capacidad de cinco tripulantes y han hecho cámaras criogénicas para que puedan despertar una vez llegado a su destino. Los tripulantes están despidiéndose de sus familiares, están usando un traje especial que se amolda a su cuerpo. Será difícil, pienso, pero ya no puedo detenerme. En cuanto la nave sale de la atmósfera me hago presente, les informo que soy el ingeniero a cargo, no me creen. Golpeo al capitán y lo obligo a dormir. No hay opción.

El silencio es abrumador, puedo contar los segundos debido a cada puntada de dolor en mi cuerpo. No hay ruido, solo oscuridad. Estoy seguro de estar vivo, mis constantes pesadillas me dicen que debo estar vivo, porque de estar muerto todo sería igual y aquí hay cambios, días en que duele más que otros. Intento dar vueltas, mover mis dedos, pero me es imposible. Aun siento esos pensamientos dentro de mi cabeza, si no salgo habrá una invasión alienígena. Debo avisar que los humanos vendrán.

Desde el Grek 89 informando: hemos encontrado vida. Después de generaciones navegando por la galaxia, visitando planetas y desgastando la mente para recuperar nuestra raza, por fin un haz de esperanza. Aparentemente son seres inteligentes, gracias al transmisor pude escanear su cerebro y descubrí que han pasado por una guerra, significa que están débiles, y nosotros podemos tomar ventaja. Si, los humanos podemos volver a poblar un planeta, este planeta.

Día de recolección y me han dejado sola. Festejan el fin de una guerra sin mirar los estragos. Voces extrañas me obligan a desviar mi camino, observo todo escondida. Seres extraños suben a una nave, pero mal herido dejan a alguien tirado. Me acerco cuidadosa y lo reconozco, es el General que nos dio la victoria. Intenta decir algo, mas no logro entenderlo. Debería aprender a leer los labios, me desespero y con señas quiero comunicarme. Por fin se desmaya.

Los llevé a otra dimensión, aquí hemos comenzado una nueva vida. Mientras el General organiza el orden político a mi me ha tocado cuidar al prisionero. Me pide ayuda, me cuenta cosas del planeta tierra, de la razón de su extinción, y he llegado a la conclusión de que Gitrel no puede ser su hogar. Ahora nos dirigimos a advertirles sobre las colonias de bacterias, el prisionero y yo salvaremos a la raza humana, porque fue este explorador, con órdenes del General, quien empezó con la sepa.