Quiero escribir sobre el amor, el único problema que rompe la punta de mi lápiz cada vez que lo intento, cada vez que mi temblorosa mano se estanca en la primera letra, es el miedo. Porque el simple hecho de querer escribir acerca de él, me hiela la sangre. El simple hecho de querer mencionarlo en una hoja me advierte que esa es la única forma en la que mi maltrecho corazón, agazapado en lo más profundo de mis pensamientos y encarcelado por la razón, logra decirme que lo necesita, necesita amor

La felicidad es difícil de explicar, quizá porque cuando aparece su calor no es duradero. Como la brisa en verano, que apenas roza la piel y desaparece Dejándonos fieles a su espera Y a veces, cuando por fin regresa, no logramos percibirla. Porque la hemos idealizado Como si su sabor sería único Como si la tristeza no formara parte de ella Como si el deleite de su simpleza no sería el deleite de su grandeza.

No diré que te extraño No diré que regresé a los lugares en los que nuestros ojos se entrelazaron entre dulces besos No diré que gotas agrias rodaron por mis mejillas cuando mi mente se empeñaba en recordarte No diré que cuando los rayos de sol dejaron de señalarme, me hundí en un tristeza profunda de la que solo el recuerdo de tu nombre lograba sacarme No diré que aún te amo

He sentido a la tristeza calar profundo en mi alma, la he visto verter mis lágrimas y golpear mi corazón. No se detiene, parece no querer marcharse. La siento abrazarme con sus espinas marcando mi interior y desgarrando mi piel, llevándose lo último que me queda de esperanza. Me deja vacía y ya no siento nada, nada más que a las lágrimas rodando por mis mejillas. El calor se va y tengo frío.