Piensa en algo bueno. Piensa en algo bueno. Piensa en algo bueno. Piensa en algo bueno. Piensa en algo bueno.
¡VAMOS!
¡PIENSA!
Colocas a Lulu, esa adorable muñeca de trapo que vela todas las noches por tus sueños, en el sofá. Tus diminutas manos agarran el peine con decisión. Es tu turno. Notas como el terror acaricia tu piel, golpeando el corazón con brío. Los aplausos se imponen en la habitación mientras avanzas hasta el centro del improvisado escenario. No puedes mover los brazos, están atados con fuerza. La intensa luz de una lámpara enfocándote difumina los rostros de tus primas. ¿Qué canción vas a elegir? Tu hermano debe buscarla rápidamente en el viejo ordenador.
Sientes como algo te desgarra por dentro, como si intentase partirte en dos. ¿Qué interpretarás? Algo de Dżem, sí, ¨La máquina del tiempo¨ es perfecta. Te enfocas en el rostro de Magda, en la encantadora sonrisa que te dedica. Tu respiración acorta distancias entre fases. No lo hagas, no llores, si empiezas no podrás parar, y si no paras, las consecuencias pueden ser más graves. Tragas saliva. La melodía aterriza en tus tímpanos dándote la señal de salida. Sonríes, cantando a pleno pulmón. ¨Esa gente maravillosa no volverá, no volverá ya¨. Te envuelves completamente en la canción, a tus tiernos siete años aún no entendías la letra, ojalá pudiera seguir siendo así. Ojalá conseguir una máquina del tiempo.
Al terminar, tu público se levanta y aplaude, lanzando rosas rojas hacia ti, ignorando los gritos provenientes del salón de la abuela María, que deseosa de una convivencia pacífica con sus vecinos, trata en vano mantener un volumen bajo en la casa. Está claro que has ganado American Idol versión familiar. ¡Ahora podrás elegir el siguiente juego!; ¡será genial!
Recuerdas ese día como si fuera ayer.
Fue uno de los mejores días de tu vida.
Ahora viene el peor.
Por lo que más quieras no lo hagas, no abras los ojos. Sigue reproduciendo ese recuerdo, rememora esa historia una y otra vez, en bucle, si es necesario.
NO.
ABRAS.
LOS.
OJOS.
Pero el terror no entiende de razón. Tus pestañas se deprenden, permitiéndote volver a formar parte de aquella pesadilla. Contemplas una pared oscura acercándose y alejando rítmicamente. Una tenue luz proveniente de la única farola de la calle ilumina los bordes de la cama. Él agarra tu cadera con fuerza, clavándote las uñas, como si intentara marcarte. Quieres gritar, pero tus voz se ahoga en la tela que envuelve tu boca. Estás paralizada. Solo puedes mantenerte quieta, permitiendo que el monstuo de la noche culmine sus necesidades más básicas a través de tu cuerpo. Tus brazos tiemblan. ¿Cuánto tiempo llevas estando a cuatro patas?; ¿cuánto tiempo más tendrás que permanecer así? Él comienza a jadear. Aprietas los dientes con fuerza, cerrando los ojos de nuevo.
Piensa en algo bueno. Piensa en algo bueno. Piensa en algo bueno. Piensa en algo bueno...
De pronto, el movimiento cesa. El sonido de una cremallera ascendiendo provoca que tu cuerpo se destense ligeramente. Tragas saliva. Tu corazón parece haberse parado, acompañando a la respiración. Desvías la mirada hacia atrás, chocando con la de Él. Tiene puesto un pasamontañas negro. Sus ojos son azules, deben de ser muy claros, pues se distinguen a la perfección a pesar de la noche. Sale corriendo por la puerta dejándote con las manos y la boca atadas, envuelta en un charco de sangre que marcará tu colchón, y tu memoria, para siempre.
-CONTINUARÁ-
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