Antes de la humanidad, cuando los grandes reptiles aún dominaban el gran globo terrestre y la espesa vegetación se percibía en cada paso que se daba, nació un ser diferente.
Nadie sabe de dónde salió; unos dicen que nació del huevo de un dinosaurio, otros en cambio declaran que fue enviado por alienígenas, los creyentes afirman que se trata del mismísimo Dios encarnado, mientras los escépticos niegan su existencia.
Pero su origen no es lo importante, lo verdaderamente fundamental en su existencia es que ha estado presente en todos los acontecimientos importantes para la humanidad. Desde el descubrimiento del fuego hasta la invención de la escritura, desde los primeros asentamientos humanos hasta los gigantes imperios y reinos, desde las grandes colonizaciones hasta las luchas de los pueblos por su libertad, estuvo en cada guerra, en cada reunión de paz, en cada muerte y en cada nacimiento humano. Pero estaba maldito, desde su nacimiento fue condenado a ayudar a la humanidad sin ser visto, sin recibir un agradecimiento, no podía interactuar directamente con los humanos pues cuando lo intentaba, éstos lo ignoraban y pasaban de largo sin siquiera mirarlo.
Resignado a pasar la vida sólo, y en algún punto del calendario humano, se hallaba sentado junto a una calle mirando distraídamente lo que parecían ser las celebraciones para recibir un nuevo año, hasta que sucedió algo que nunca creyó posible.
En la calle frente a él se encontraba una delgada chica de cabello castaño y cara manchada de lo que parecía ser maquillaje, lloraba desconsoladamente hasta que miró en su dirección, el tiempo se detuvo durante lo que para él fue una eternidad, y luego pasó.
Mientras los ojos de la mujer se encontraban fijos en él, sus labios se curvaron en una sonrisa.
