121.- Ese poder qué querer, realmente resulta un poder querer inestable, cambiante, caprichoso y huidizo...
En una mañana, un político de marras, como el que más, ordena a su subalterno partidario, lo siguiente:
— ¿Tienes trazado el plan de embarazo de urnas? —, dice con énfasis, mientras fuma un puro, se acomoda las gafas de cristal opaco y se afila el bigote.
— ¡Por supuesto, diputado¡
¡En este distrito hasta nuestras madres votan desde tres metros abajo, en sus santas sepulturas, faltaba más! —, contesta éste, mientras revisa información de listados nominales con fotografía, y palomea los nombres de las mujeres que flanquean una línea izquierda.
— ¡´Ta bien, pues!
¡Y las demás madres idas, qué, pues! —, espeta el político de marras, al mismo tiempo que se sirve un mezcal de doble pechuga, para abrir apetito, antes de pasar a comer con sus compinches colorines de partido.
— ¿Mmm, licenciado: a todas las del distrito, que, no?
— ¡Seguro, ni una madre se queda sin votar y desde allá, en el cielo, nos lo agradecerán, o dejo de representarlas nuevamente!
¡Salud! —, concluye con un decidido "shot", a lo que contesta el subalterno, de inmediato y saboreándose ese trago:
— ¡Salucita, licenciado, salucita...! —.
122.- Como se comprende, la suma de acontecimientos diversos aglutinan lo narrado en el capítulo anterior.
Ahora, ocurre dentro de este acaecer para males y coles, que la súper millonariedad de los esquivos burgueses se afana de manera terrible por lograr mejores muestras de tecnocracia, igual a las tendencias provenientes de Europa, Norteamérica o quizá de Japón, donde se patenta cada tendencia a manera de cartas marcadas de antemano que, en robos prefigurados, provoca a la larga, un mal manejo de variables explotadoras sobre Estados como el nuestro, encontrado con una realidad nacional bastante confundida.
En una actividad de interés personal, Don José Balandro, rico accionista de medios de comunicación de Nota Roja, se lima las uñas, mientras escucha el reporte de incremento de publicaciones que azoran a la natividad untuosa que testimonia, por vez primera, la crónica de la reciente ola de crímenes, con fotografías de reporteros y camarógrafos tomadas en el lugar de los hechos, y cuyas impresiones detallan la calidad sanguinolenta de la reyerta del día:
— ¡Ora, Lino, tómate ésa, la del destripado y la mujer encuerada, un poco más de cerca, para que el respetable público lector constate que a toda endina le llega su hora, en poniendo cuernos a su proxeneta! —, señala con precisión de cirujano, mientras graba en versión libre lo que no asegura que discurre, desde que toma la llamada anónima que denuncia otro crimen de odio pasional, quizá de un cliente vengador, amante del explotador y odioso rival de aquella joven mujer de cascos ligeros.
— ¡Qué lástima de mujer, tan joven y cargando odios ajenos a su "chamba" de placer por tarifa...! —, remata el fotógrafo, instantes previos a la llegada a la agencia noticiosa, donde se prepara el encabezado del vespertino que demandan asiduos suscriptores una vez que se distribuyen ejemplares calculados para retener la demanda de un público heterogéneo, que sigue el orden de tales acontecimientos, cual consigna maltusiana...
123.- Una y otra vez, dicho estado último de cosas que pasan en la Patria Grande, quedan circunscritas a un denso mirar sin mayores quejas o denuncias por parte de su población nativa.
124.- En ese sentido, la fuerza de la costumbre todavía interpreta que Dios, aún Él, si aprieta tantito, era a condición de no tronar el cogotito:
— ¡Oyes, tú! —, señala una vendedora de tamales rancheros, a un chico de trece años, a que se apure con el atole que demandan comensales furtivos, recién salidos del billar del barrio de la San Simón.
— ¡Ya voy abuelita, ya voy! —, exclama con apuro, mientras toma dos jarras de capacidad de cuatro litros cada una, al momento que pregunta a la anciana mujer:
— ¡Sólo de piña o sólo de fresa, abue´! — al mismo tiempo que llena ambas jarras del segundo sabor.
— ¡Pero, si serás, muchacho de porra: de piñata, que es lo que quieren los clientes!
¡Qué no ves, que el de fresa es pa' niñas, y estos son labregones...! —, dice la mujer, mientras les sirve a cada comensal dos piezas de tamales "cabeza de perro", elaborados con esmero, canela, nixtamal y anís, como "prueba" de promoción del día.
— ¡Cincho, ' güela, ya está y a la mesa...! —, responde el chico, luego de vaciar el atole de fresa a la olla respectiva y volver a llenar las jarras, con el de piña, confiando en que el sabor del primero queda inadvertido con el segundo, y además, que el color que impregna primero, se diluye en el acto, con el color del segundo, tras esa prestidigitación manual, a la que es tan afecto, cada mañana, de cada día de venta...
125.- Por otra parte, en una nota periodística gubernamental se asegura que los varapalos estadísticos INEgitativos consumen ya, cada vez más, a aquellos oprobiosos sujetos en sus ansias de vivir con mayor cantidad de dinero de la que ya poseen.
Confían en el hecho consumado y contumaz de que, dentro del sueldo mínimo de los vende fuerzas, los gastos se exorbitan en desproporción a lo que se gana; pues es ley de correspondencia inversa y universal endrogarse hasta la camisa, en todo cuanto requiere una vida humana dentro de ese sublímite de bienestar, siempre sospechoso, nunca hecho realidad y siempre por lo bajo del nivel promedio mundial para sobrevivir con vida estándar, a como ocurre en contrario entre países del mejor desarrollo social y humano de esos años.
126.- Ignorándolo, el resto del paisanaje asume en fútil forma distintos grados de afectación en los megavatios maridables.
Es decir, se pasan por sus arcos de género a cuanta dama condesciende a su flor de labios, donde el cielo, el infinito y las galaxias, son de ellas a toda hora, y los gastos en ropa, perfumes, bolsas de mano o zapatillas, no indiquen lo contrario.
127.- Al por mayor, pese a todo, se enfrían añejas relaciones sentimentales, más de lo necesario hacia sus parejas.
A las que olvidan, incluso, amar, como cuando recién casados o arrejuntados; pues siempre el probar frutos prohibidos es vértigo que salpica como la salsa, la existencia y del amor que ilumina afuera de sus conciencias, y contra dicta adentro de éstas, cundo tiempo atrás se encuentra fundido el bombillo de la confianza y el respeto mutuo, y ambos, una vez comprometidos y para siempre, sepulta siempre lo prometido al decir: "querer hacer pareja para siempre".
128.- Noche a noche, por ejemplo, ya descorren velos de denuncias, injurias y pesadumbres, al no lograr conectar su libido a la glándula correcta, dejando a sus mujeres insatisfechas y desamadas.
129.- Esto traduce helores varoniles y multiplicadas ansiedades de millones de coterráneos. convirtiendo el sueño de sus pesadillas hechas realidades recurrentes.
Como ocurre con Lencho, esposo de Chencha, la tamalera, que arrostra el desaire del engaño y hace de chivo sus tamales, pues no duda por un segundo, "tamalear" a su mal hombre y ofrecerlo en módicas porciones, pues tan calculado tiene el proceso, que nada más espera a que su primo, el perito criminalista detalle la manera en que debe obrarse ese "tocino"; y, una vez cumplido el tiempo de engorda, pasar al inicio de operaciones de rigor, y a otro cuento para ampliar la oferta dentro del puesto..., como ya lo demuestran las "cabecitas de perro", elaboradas con su primer hombre, tasajeado en debida oportunidad, por los rumbos de la colonia Ramos Millán.
130.- Indefectibles, sin asumirse, aunque lo presienten, unos se miran y otros se compadecen, cual sufrientes carneros -por el incremento de cuernos metafóricos-, cuando algunos paisanos, tras haberse enterado que las satisfacciones incumplidas se desahogan en los frentes vecinales que se avienen tan callando y al amparo de las sombras de la noche, se movilizan en recurrentes madrugadas que esconden, de paso, otras realidades no menos crueles y contradictorias: la Otredad Machorril Defeña es desenvuelta bajo una impudicia en la conducta.
Y, a las pruebas remitentes las vecinas del lugar de residencia donde se distribuyen familias en ratonera de cincuenta departamentos, saben qué ocurre en cada número.
Al mismo tiempo, todas son censoras del engaño reciente de ellas o de ellos para con sus parejas, consortes o resortes amorosos.
Los hijos logrados con o sin esfuerzo, bullen en tropel por todo el edificio y crecen al amparo del maltrato, del desamor y la explotación infantil.
Ellas, las niñas, con más sagacidad que ellos, descubren las faltas de afecto entre los padres de no pocas amigas.
En silencio, preparan un discurso distinto al de sus padres; son, esa neta-nietitud de Cuauhtémoc, que espera su momento para asumir distancia y deshacer los entuertos que les dejan y acumulan los adultos -familiares nucleares y extensos- así como también, del barrio o de la comunidad.
Ese silencio es quietud aparente y se prepara mientras ocurre lo que ocurre en una ciudad como la de México...
131.- Igualmente se disocia de ese deber casi institucional al sospechar de la eficacia de una maltrecha paternidad que, día a día, mengua bajo pleno riesgo y quiebra de imagen, donde ya no parece haber más feliz familia mexicana de principio en el nuevo siglo y milenio en rodada inminente.
132.- A su vez, las sociales consecuencias de todo esto no han de resultar meras suposiciones conductistas.
El comportamiento de las nuevas generaciones de tenochcas o quienes son tenochcados, ya porque no nacen aquí; ya porque migran acá; ya porque deciden nacionalizarse de sus orígenes externos, suman a la causa por venir en calidad de siguiente población en ascenso, principalmente la que se encuentra entre los segmentos que, expertos demógrafos señalan como: infanto-juvenil, los cuales están llamados a representar, por primera vez, el bono histórico poblacional al mismo tiempo que sobrepasar por vez primera los cien millones de compatriotas en similitud a ser cien millones de soluciones o todo lo contrario que la nación demande en su momento.
133.- Tampoco se derivan de las mentes de los controladores de millones de habitantes de Mexico-Tenochtitlán, que incitan a la raza varonil a desesperar sus procedimientos cerriles, tironeando sus vestiduras debido a una oferta sospechosa desde una demanda laboral evasiva.
134.- Esto ofrece especies de oasis de trabajo entregados por solícitos e históricos explotadores de clase, de género y de raza.
135.- A la par, se contrasta en cuanto a dirigir sus preferencias para seleccionar, primero, a la mano de obra femenina, por encima de la de los varones.
Dentro de parámetros sociológicos, los explotadores de clase y de ingresos per cápita, saben bien que ellas rinden mejor que ellos; que tienen impregnadas en alma, mente y corazón el obedecer y callar; el de condescender y encender pasiones, tanto buenas como malas; el de ser paridoras de necesidades y resolutoras de las mismas; el de ser, siempre, abnegadas y entregadas al deber; en suma, laborantes confiables y rendidoras; presentables y perfumadas siempre dispuestas a ofrecer risueñas, trato preferencial clientelar y, en no pocas ocasiones, confiabilidad en el manejo del dinero contante y sonante de sus negocios...
136.- Otros, los más bonancibles, no dejan de cumplir con sus compromisos empresariales desde el momento en que logran convertir su persona en dueños de capitales golondrinos, no siempre dispuestos a retornar a los lugares interiores del Detritus Federalensis, como del resto del país, desde los cuales se consolidan.
O, al menos, ha sido así con Cástulo del Reguero y Chinchorro, sibarita que acumula sus primeros cien millones de dólares, ganados a toda ley marrullera; sospechosamente limpia de enjuagues y colocación de tabiques de envoltorios de cinta canela, con los cuales expande el negocio del manejo de emociones extra límite, por vía intravenosa; pues además, es una activo accionista de agujas y jeringas hipodérmicas de conocida marca trasnacional, la cual opera en modo excepcional en todos los países del orbe, excepto Oriente Medio, pero ya estudia ese mercado para completar su demanda mundial y mundializarse de acuerdo al contexto neoliberal y de tendencias globales en ascenso.
137.- Algunos menos, por cierto, ya convertidos en especie de pro rebajadores de los promedios metálicos que se les paga a los vende-fuerzas, consiguen también ajustar la vida mínima de acuerdo al sueldo estipulado; hacen pasar el pago indispensable como bien tangible, hecho para empezar a morirse de hambre y sin pleno desarrollo humano, no satisfecho desde perspectivas de burgueses extra explotadores, quienes deciden, cada vez más, reducir el aumento del jornal, siempre que se puede y con esto, lograr su compaginación e imposición a una lógica recurrente, no sólo perversa, sino justificable, necesaria e institucional.
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