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10 segundos para el inspector Victor S. Dium


La noche del ocho de abril de 2019, en el Departamento General de Policías de La Provincia de Buenos Aires, un edificio antiguo y casi en ruinas, donde en sus paredes las manchas de musgo y humedad se asemejaban con un pulmón oscuro por el tabaco, y donde los pájaros aprovechaban para hacerse de aquél lugar su casa, con sus vecinos los murciélagos, se llevaría a cabo un homenaje para el Inspector Victor. S. Dium, quién llevaba más de cuarenta años de oficio y nunca dejó un caso sin resolver.

Estaba allí a la espera del trofeo con su traje gris, que en algún momento creía que era negro. El alzheimer se lo impedía saberlo. Recordaba la primera vez que había hecho la visita medica. Cuando se enteró de su enfermedad, pensó que podría con ella sin tomar las pastillas verdes que le habían recetado. Le recordaban a las comidas que su madre en todas las cenas le obligaba a comer a él y a su hermano Hector. Berros, lechugas, acelgas y brocoli, las odiaba, salvo por la rucula, eso si le gustaba. Terminó olvidando su Alzheimer.

Cualquier inspector desearía estar en el lugar de Victor. S. Dium y ganar ese digno reconocimiento. Pero para él, no había nada digno allí. Tampoco en la forma de como lo consiguió. Al momento del premio, entre las miles de manos aplaudiendo en los aires, miró a los presentes de aquél lugar. Estaban sus compañeros de hace muchos años, pero ninguno merecía llamarse amigos. Siempre le hicieron la vida imposible y ponían muchas piedras en su camino. Desde el primer día, le hicieron pagar el derecho de piso limpiando durante todo un mes la oficina de sus superiores, que hoy en día estaban elevando sus manos para aplaudir. Algunos de los otros, los que si quería, no se encontraban. Había perdido la relación o simplemente estarían muerto. Tampoco lo sabría. Ni quisiera saberlo. ¿Quién se detendría a pensar en los cuerpos pudriéndose bajo la seca y húmeda tierra mientras las lombrices se hacen de ellos un magnifico estofado de recuerdos detenidos?

Sostuvo el premio que llevaba su bonito nombre en una placa, pequeña para su gusto, donde un tornillo jugueteaba para escaparse del orificio, al igual que él, quería escapar de aquel edificio. Notó que el trofeo estaba desgastado, y solo se podía ver su brillo a travez de la retina de los presentes. Allí en el globo ocular, si que brillaba.

La reunión terminó alrededor de las 11:50. Cuando aquél día deje de lado el orgullo y decida terminar, el terminaría su profesión. Y nunca dejó un caso sin resolver.

Caminó por la costanera. Le ayudaba a limpiar su mente, y siempre reposaba en el mismo lugar para ver la la corriente del agua. Pasaba por aquella casa con un mural particular, de muchos colores. Pero hoy no los tenia. Hoy estaba gris como la nube más aburrida, y sus dibujos que siempre llamaban la atención de Victor, esta vez solo le causaba indiferencia. Sabía que era la hora de pasar por la famoso cartel con la frase de Sigmund Freud que tanto le gustaba leer "La depresión se vuelve contra uno mismo". No supo porque, pero en ese momento la frase lastimo su pecho como si lo hubiesen apuñalado en su corazón con un machete. Pobre corazón, latía fuera de lo normal por el tabaco de toda una vida. Sentía como cada bombeó iba a la misma velocidad que cuando subía por una escalera. Tic... pausa y estirón... tac.

Miro un largo tiempo el agua mientras las agujas del reloj que lo acompañaron en todo su trayecto profesional marcaron las 11:59. El reloj había sido un regalo de su madre el mismo día en que ella decidió partir. También el mismo día que dejo de verse con su hermano. Lo había visto una vez más, pero esa no contaba. Faltaba un minuto para abandonar su carrera. Sin haber perdido nunca un caso.

Detrás de él, sintió como un caño frío como las puntas de hielo que tanto le gustaba romper cuando hacía sus escapadas al Perito Moreno con Insanna, fue colocado en su cabeza, y el ruido de una explosión, lo arrojo hacía el rio. La bala ingresó por la parte posterior de su craneo y salió por la parte frontal. Pero el recorrido a pesar de ser rápido, para él fue lento. Sintió al momento de atravesar, como si la bala estuviese jugando dentro de su cabeza, o escapando de un laberinto. Cruzó por el Puente Troncoencefálico, al lado del Lóbulo Temporal y destruyó el Diencéfalo, y como si no le hubiese alcanzado con eso, se zambulló a una pileta de materia gris.

Victor. S. Dium no pensó en el hecho de que su muerte estaba por llegar para llevarlo al cielo o al infierno. Siempre entró en debate con ese tema, y sin importar lo que le toque, no tenía miedo de ninguno de los dos lugares. Sabía que su tiempo se apagaría en cuestión de segundos, y paralizado con la mirada perdida en su reloj supo que no llegaría a completar el día. No llegaría a completar su profesión, y sería la primera vez que perdería un caso. Supo a las 11:59:50 segundos que tenía diez segundos para descubrir a su asesino.

10 SEGUNDOS

Un olor particular llego a su olfato, que sin saber porque, estaba más desarrollado. Se acordó de su perro Tomi, el cuál estaba entrenado para descubrir cosas enterradas. Siempre jugaba con eso con su perro, y desde aquél momento supo cual quería que sea su profesión. Este olor era único en el mundo. No había formas de no saber de quién se trataba. Su ex novia Insanna, era fabricante de perfumes caseros. Nunca nadie se ha atrevido a comprarle uno. Los vecinos decían que mataba animales y usaba su transpiración para convertirlo en fragancia. Insanna siempre decía "La muerte tiene olor a perfección" para asustarlos. Pero él sabía la verdad. Utilizaba diferentes plantas, y de vez en cuando aunque le daba terror saberlo, si usaba sangre y aromas de animales muertos. Las plantas de esa fragancia era la Monstera Deliciosa mezclada con Dendrocnide Moroides. Un aroma exótico y afrodisíaco. También olía a Maracuya quemado, o como le decía él, Maracuya Ardiente. Insanna llevaba consigo ese olor en su piel, y aunque se encuentre a kilómetros de distancia, nunca se confundiría de olor. ¿Ella se encuentra aquí? ¿Es mi asesina?

9 SEGUNDOS.

Victor. S. Dium sabía que Insanna tenía muchos motivos para matarlo. Aunque fue un amor de juventud, un suceso muy trágico sucedió como para que sea olvidado en toda una vida. Victor tuvo un amorío con la hermana de ella. Siempre se escondían de Insanna detrás de unos arbustos, donde la tumba de su perro Tomi se encontraba. No la descubrió por la forma de la tierra removida, sino que pidió a sus padres que lo entierren sin contarle donde, para que él con su olfato descubra donde. Pasaban allí minutos cortos antes de que Insanna sospeche de su desaparición. Jugaban a los Anagramas. Buscaban nombres de personas, o de cosas e inventaban nuevas palabras. Era más entretenido eso que encontrar formas en las nubes. Victor era apasionado por los Anagramas, ya que le recordaban a un momento hermoso de pasión.

8 SEGUNDOS

Cuando Insanna se enteró de la relación amorosa de los jóvenes, nunca los perdono. La depresión llevo a su hermana al suicidio. Victor siempre se creyó culpable de la muerte de su amante, y en los momentos que podía olvidarla, Insanna estaba allí para recriminarlo y recordárselo. Nunca olvidaría las palabras que le dijo la ultima vez que se vieron. "Llegará el día que no puedas soportar esto".

7 SEGUNDOS

No podía ser ella. La conocía muy bien como para saber que no era una asesina. ¿Hasta donde podía llevarte la locura y desesperación?. El olor desapareció entre el aroma de los peces y el agua. Escuchó un ruido que por mucho tiempo odiaba soportarlo, pero que después de tanto tiempo, lo extrañaba. Era un ruido inconfundible. Una tos ronca que avisaba que el cáncer estaba cerca, pero como un auto antiguo oxidado, nunca se rompería. Esa tos era de su antiguo Jefe en el Departamento, el Gral Pecs.

6 SEGUNDOs

El Gral Pecs era la única persona que trataba con respeto a Victor en sus primeros años de trabajo. Siempre iba tras él como un perro faldero aprendiendo de cada movimiento que realizaba. Era su ángel guardián y Pecs, quien era solitario como un lobo perdido, acepto tenerlo en la misma oficina. Habían hecho una buena amistad. El joven siempre le recomendaba que deje el vicio del cigarrillo "Algún día el cigarrillo te matará. Es un suicidio lento".

Victor aprovechaba los momentos que Pecs abandonaba su oficina, y en un intento de mimesis de persona, tomaba los libros que el Gral tenía en su escritorio y los leía.

5 SEGUNDOs

El que más le gustaba de los montones que tenía sobre su escritorio, además de los millones de papeles que el Gral juraba que algún día los leería y el cenicero manchado por sarro, era un libro de Goethe titulado "Las Penas del joven Werther". Siempre leía los últimos capítulos para luego conversarlos con Pecs. Pasaban horas y horas hablando del autor y sus novelas, y luego el trabajo. A lo ultimo, solo a lo ultimo. Gracias a su fanatismo por la lectura, Victor comenzó a leer por su propia cuenta. Quería superar en inteligencia a Pecs. Sus autores favoritos eran Cesare Pavese y Yukio Mishima, hasta que se enteró de su muerte por Seppuku. Se vio interesado por ese tema.

4 SEGUNDOS

Pasaron los años y Pecs se ponía torpe y tonto. A los jóvenes no les gusta las personas viejas e inútiles. Como aquel sentimiento que tenía Victor y ese deseo que su perro Tomi en su época anciana muera para no tener que cuidar de él. Victor sabía que su inteligencia y astucia lo harían mejor Inspector que Pecs. Un día, mientras el anciano menos lo esperaba, ideo un plan para tomar su lugar. Y así fue que lo logró. Se sentó en su silla, tiro todos los documentos de Pecs y utilizó su cenicero. Si, Victor comenzó a fumar.

El inspector siempre se reía en como el viejo Pecs no quería abandonar el mundo. Tenía noventa años de vida y tenía la decisión de seguir por un largo rato. La ultima vez que se vieron, Pecs intentó hablar con él. "Toda tu ambición te hará tropezar con más fuerza".

3 SEGUNDOS

No podía ser él. Volvió a mirar el reloj y sabía que el tiempo se acababa. No iba a morir sin saber quién lo asesino por las espaldas. Seguramente no se trataría de Pecs. No tiene la fuerza necesaria para sostener un arma tan pesada como una Glock 17. En su máximo esfuerzo, intentó mover su cabeza al sentir una presencia detrás de él. Siempre sentía presencias desde su niñez. Veía fantasmas mientras dormía pero su madre y su hermano Hector se burlaban de él. Una persona caminaba por la costanera y muy notoriamente, se podía observar un dragón tatuado comiendo su propia cola en su mano. Ese tatuaje para Victor era tan conocido, que hasta él estuvo a tiempo de llevarlo en su mano que estaba pesada y temblorosa como si una bomba hubiese explotado en ella.

2 SEGUNDOS

Su hermano se había tatuado ese dragón comiéndose a sí mismo en la mano. Era el símbolo de La Ley del Eterno Retorno. Nieztche escribió sobre esa teoría y ellos siempre la usaban como filosofía de vida. Habían quedado en tatuarse ambos en su mano en símbolo de la unión de hermanos. Hector tomó el coraje y decidió hacerlo primero, y Victor le había jurado hacerlo una semana después. Tenía que tomar valor. Siempre el más valiente de la hermandad fue Hector, pero él mismo consideraba a Victor como más inteligente. Desde pequeños jugaban a las espadas y a los castillos, y soñaban con ser grandes guerreros. Siempre su madre les leía el cuento de Gilgamesh . Victor era el personaje héroe de la novela y su hermano se hacía llamar Enkidu, el antagonista y a la vez también un héroe. Su madre les contaba que solo ellos podían vencerse. Nadie tenía la fuerza que ellos poseían y que estaban hecho a la medida. Su fuerza iba a la par, y su inteligencia también.

1 SEGUNDO

Lamentablemente para Victor, en un robo sospechoso a una tienda de videojuegos se llevó a cabo un tiroteo. Un niño salió muerto de allí por culpa de la bala de un policía. El ladrón nunca disparó. Victor. S. Dium fue el encargado de investigar que sucedió, y dio con el paradero del ladrón. Había sido su hermano, y él entre lágrimas le juro que nunca había disparado, ni se había resistido. Victor no podía dejar un caso abierto y mando en frente a su hermano quién recibió prisión. La ultima vez que se vieron fue en la misma cárcel, donde Hector luego de explicarle a Victor en como había arruinado su vida, lo comparó con Gilgamesh. "Me has encontrado porque eres el más valiente y el más inteligente. Solo alguien a la par de Gilgamesh puede destruirlo. Pero yo no estoy a la altura de Enkidu". Victor nunca supo que le quiso decir su hermano con esa frase. Era probable que él hermano fuese su asesino, ya que había salido en libertad hace solo un año.

0 SEGUNDOS

Miró el agua por ultima vez. Eso siempre lo calmaba. Entre risas orgullosas de su inteligencia supo quién lo había matado. "Todo esta en los detalles". El inspector Victor. S. Dium murió sin dejar un caso sin resolver.

07 Mayıs 2019 04:57 0 Rapor Yerleştir Hikayeyi takip edin
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