⚠️Advertencia: Esta historia contiene temas sensibles, se recomienda leer con discreción🔞
—¿Ya llegamos?
Mi madre rodó los ojos, era la quinta vez que preguntaba lo mismo, pero no me podía aguantar: enserio estaba aburrido.
Aquel viaje estaba resultando aburridísimo, y no es que él no quisiera ir a ver a su abuela, pero hasta ahora todos sus encuentros habían sido de su parte yendo a su casa para visitarlos, sin embargo su padre dijo que la abuela ya estaba demasiado mayor como para hacer el viaje así que por fin luego de 15 años iríamos de vuelta al pueblo.
Yo no recordaba nada ya que la última vez que estuve aquí fue cuando tenía 2 años, por lo que todo me resultó novedoso en un inicio, pero luego de solo ver árboles y vegetación empecé a aburrirme sin saber como distraerme, mi móvil se había quedado sin batería gracias a mi poca previsión para cargarlo.
—Ya falta poco para llegar, cielo… ¿Por qué no sacas un par de fotos del paisaje? —ofreció mi madre con paciencia.
Pues que me quedaba, pensé
Cogí la cámara y estuve tomando un par de fotos por la ventana del auto, justo en aquel momento estábamos pasando por una zona montañosa, llena de vegetación y árboles torcidos que se veían algo extraños.
—Ahí está…
La voz de mi padre me distrajo y por fin pude divisar la entrada del pueblo, se veía muy apacible con aquellas casitas de estilo tradicional y el cielo en tonos naranjas y marrones del atardecer. Casi no había gente fuera de sus casas, así que avanzamos hasta llegar a una casa de color crema, en la puerta ya estaba mi abuela con aquella apacible sonrisa que le caracterizaba.
—¡Abuela! —exclamé al salir corriendo para saludarla.
—¡Tete!
La estreché entre mis brazos, sintiéndola más menuda que de costumbre, parecía haber bajado considerablemente de peso y su piel se encontraba mas pálida —Abuela, ¿Te encuentras bien? —pregunté con preocupación.
—Estoy bien, pequeño… Solo he estado un poco resfriada, pero nada que tu abuela no pueda solucionar…
Luego de los saludos, todos entramos en la casa, ayudando a terminar de preparar la cena pese a las protestas de mi abuela por querer hacerlo todo por su cuenta. Mi abuela me llevó a una habitación en el segundo piso, al entrar pude observar por la ventana que su vista daba hacia la entrada del pueblo, las montañas que había fotografiado antes se podían divisar desde ahí.
—¿Te gustó tu habitación, Tete?
—Claro abuela, no te preocupes por eso… —respondí con una sonrisa —Que montañas tan curiosas ¿verdad?
Su expresión cambió a una que no supe descifrar —Será mejor que no te acerques a ese lugar, Tete… Las leyendas que rondan por ahí son bastante desagradables…
—Vamos abuela, en serio no creerás en esas leyendas ¿o si? —pregunté incrédulo.
Ella me tranquilizó con una sonrisa y luego de desearme buenas noches salió de la habitación. Todavía era bastante temprano pero supongo que en estos sitios la gente acostumbraba a dormirse más temprano.
Sin nada más que hacer, decidió…
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