Ancel era un chico de 18 años, muy inteligente y deportivo, aunque cansado de su vida.
Su infancia había sido normal, pero nunca se sintió realmente feliz o satisfecho. Ni siquiera sus padres o sus hermanos lo curaban de eso, nadie podría. Intentó muchas cosas, jugar fútbol, béisbol, o lo que fuera. A sus doce años, se fueron de los Estados Unidos de América y tomaron rumbo hacia Alemania.
Ancel nació allí, pero se mudó a América por el trabajo de su padre, pero ahora que estaba desempleado, decidieron regresar a su hogar. Y ni eso funcionó.
De todos modos, no sentía la necesidad de acabar con su vida, creía que solo era un paranoico estúpido que nunca encontró nada especial en el mundo, pero no significaba que no lo hubiera.
La escuela le resultaba fácil, incluso con exámenes y todo. Pero había algo más, algo que él anhelaba con toda su alma: El sentido para seguir viviendo.
Y entonces, sólo entonces, lo encontró. Venía de paseo en la acera una mañana, de pronto, vio a un hombre encapuchado con el brazo rodeando el cuello de otro hombre: era bajito, y llevaba ropa de oficina. Entonces, llegó un camión militar, y un soldado se bajó, tan imponente con su traje y su rifle largo, gritando que se detuviera.
El asaltante intentó sacar una navaja, pero el militar llegó antes y le pegó en la cabeza con la parte de atrás del rifle, así, aquel ladrón pasó del dolor a la inconsciencia.
El soldado escupió, y subió de nuevo a la camioneta, que se fue rápidamente. El hombre huyó lo antes posible. "¿A dónde irán ahora? ¿Qué es lo que harán? ojalá tuviera esa clase de emoción en mi vida... Algo que me mantuviera siempre... despierto." Es lo que él pensaba, que era emocionante.
Y tal vez lo fuera, pero no era bueno. Tal vez te emocionabas al principio, pero al final, terminabas por meterte un cañón de un revólver en la boca y volándote los cesos. Es lo que su padre le dijo, al menos no se lo había prohibido. Y él ya estaba decidido, se iba a unir al ejército de Alemania, a la guerra, a divertirse.
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Si se tiene la intención de hacer una historia corta, es importante que se tenga una buena planificación para que se pueda generar un ritmo adecuado. Es decir, se debe encontrar el equilibrio perfecto entre el desarrollo de la trama y la rapidez en la que se presenta la historia. Es cierto que se de
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