Lugar: Zona oscura uno punto cinco; espacio entre la Vía Láctea y el universo Píteri (uno de los siete cosmos primigenios).
—¡Al fin, somos libres! —exclama un caballero medieval.
En solo un suspiro, cientos de astros-celdas han explotado por completo, liberando a miles de demonios y otras clases de prisioneros.
De inmediato, todos los fugitivos tienen un objetivo en particular: llegar a un gran portal abierto, invocado por el mismo Bolt-Ra. Una ruta de escape bastante útil y oportuna.
Una hechicera se acerca con un hombre; mejor dicho, se acerca al cuerpo de un dios menor. Por alguna razón, ese hombre está flotando sin rumbo fijo en este espacio sideral intermedio.
—Lucifer —expresa ella de manera burlona—. Te vez bastante débil e inservible —asegura con una sonrisa malvada, aparte de soltar unas cuantas risas.
El regente del infierno menor, quien tiene el cuerpo paralizado de manera temporal, puede sentir una inmensa fortaleza mágica emanando de la bruja irrespetuosa; ese poder es mayor Bh yjk el de Satanás y el propio Lucifer juntos.
Tal parece, ella tiene las fuerzas de Yahvé, sobrenaturales y físicas.
¿Es igual de poderosa que el mismo Dios creador del todo? ¿Las mismas fortalezas del omnipotente, omnipresente y omnisciente Yahvé? ¿Es posible tal aberración? Pues tal parece que sí.
Terminadas las mofas, esa mujer invoca y monta su medio de transporte: una escoba. En medio de risas malvadas, la hechicera vuela hacia el portal.
—¡Maldita sea! ¡Maldita sea! —grita Lucifer tratando de mover su cuerpo, sin embargo, su cuello y resto del cuerpo no se han recuperado del todo.
Una vez que atraviesan el portal principal, los prófugos se dispersan hacia diferentes rumbos, gracias a cientos de portales de salida.
Una fugada se dirige hacia la gran biblioteca del espacio-tiempo.
—¡Aamu! —grita Genuine, observando y dirigiéndose hacia ese edificio en particular; hay una sonrisa maquiavélica en su cara.
—¡Sí, ama! —responde él, volando junto a ella.
Ambos aumentan su velocidad, tratando de llegar a la biblioteca lo más pronto posible; sin previo aviso, un gran portal se abre justo al frente de ellos. Sin titubear, ellos entran al túnel interdimensional.
Al instante siguiente, ama y siervo ya están adentro de su objetivo. El atajo funcionó muy bien.
Aamu aterriza con tranquilidad; luego da un vistazo alrededor, percatándose que la biblioteca ha quedado inservible.
—¡Es hora de recibir a la gran creadora de la gran biblioteca del espacio tiempo! —anuncia él muy feliz, invocando un extraño conjuro en su mano derecha; un brillo color magenta que solo dura breves momentos.
Por arte de magia, los muebles y paredes que forman y decoran el gran edificio empiezan a repararse; cada objeto se restaura por completo, regresando a su estado recién fabricado o construido.
Una vez que todo ha quedado como nuevo (de manera literal), Genuine desciende con delicadeza y junto a Aamu, contempla su hogar reparado, junto con todos los conocimientos escritos que ha guardado durante siglos.
—Bien hecho, Aamu —comenta la diosa, volteando con su leal siervo.
Ella camina hacia adelante.
Un nuevo portal se abre a escasos metros de la mujer; segundos después, Hastur y Azathot surgen de la puerta interdimensional, respirando con agitación y sudando.
—¡Gran… ¡Gran Deidad! —exclama Hastur, asustado, arrodillándose junto con su hermano, al tanto que Genuine sigue avanzando.
Ella camina entre ambos dioses, sin tomarlos en cuenta.
Al mismo tiempo, miles de pergaminos, enciclopedias y algunos libros están volando en diferentes direcciones.
—¿Tanto sufrimiento por un insignificante poder? —indaga en voz baja la deidad femenina, agregando una orden—. ¡Cierren las puertas del edificio hasta nuevo aviso!
Hastur y Azathot quedan bastante sorprendidos.
—¡Sí, ama! —grita Aamu, persistiendo su alegría malvada.
Con su energía tan peculiar, manipula todas las puertas del gran edificio, cerrándolas una por una.
Realizando un segundo hechizo, crea una especie de barrera invisible: ninguna criatura puede ingresar al edificio, ya sea por medio de magia o en el plano físico.
La deidad Genuine alza una mirada seria; ya sabe lo que está sucediendo en realidad.
—Excelente. Todo ha salido a la perfección, gracias a Samantha —susurra Genuine.
Sigue moviéndose, pero cambia de dirección, agregando.
—¿Ahora que harás, Tsubaki? Acabo de alterar una vez más el tiempo.
ȃl ha quedado libre.
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Lugar: Zona oscura uno punto cinco.
(Momento en que las sagradas ancestras escapan de su celda)
—¡Al fin! ¡Tsubaki ha decidido quebrantar su pacto! —vocifera Aegimius, poniéndose de pie, observando a miles de criaturas escapando por medio de un portal—. ¡Llegó la hora de prepararnos!
Da un fuerte derechazo contra el escudo de su celda, destruyéndolo con una pizca de su poder.
En medio de la huida, se percata que una extraña hechicera le comparte unas palabras a Lucifer.
—Excelente. ¡Excelente! —festeja Aegimius, invocando un nuevo portal para desaparecer del lugar.
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Universo: Pilar (Vía Láctea).
Planeta: Tierra.
Lugar: Victoria de Durango; Durango, México.
Año: 2035.
—¡Nos encontramos en la Feria Internacional del Libro, aquí en la ciudad capital de Durango! Varios autores nacionales y extranjeros de renombre, han decidido venir a presentar sus más recientes obras; también hay un grupo de nuevos escritores, deseosos de compartir sus trabajos —anuncia un periodista durante una transmisión en vivo.
Se cambia la toma de otra cámara, mostrando a los televidentes muchas familias y personas que avanzan adentro de un gran salón de eventos; ancianos, adultos, jóvenes y niños se mueven de forma ordenada, agrupándose en varias filas.
Las risas, pláticas casuales y gritos de los pequeños, forman un alboroto agradable.
—Vamos a entrevistar a una visitante —menciona el periodista.
Se cambia de toma una vez más. El camarógrafo que acompaña al corresponsal enfoca su cámara hacia una mujer vestida de pirata. La aparente cosplayer llama la atención de varios periodistas y reporteros; de forma involuntaria la mayoría se pone de acuerdo, acercándosele al mismo tiempo.
—Buenos días señorita, ¿de cuál personaje se ha disfrazado? —pregunta el reportero.
A pesar de que su cuerpo está cubierto con las ropas pasadas de moda, se puede apreciar que la desconocida tiene un cuerpo sensual y bello rostro; una chica que podría ser una famosa actriz con mucha facilidad, si es que se lo propone.
—Mi nombre no es importante —responde la pirata, indiferente.
Intenta seguir caminando, pero los corresponsales de radio y televisión le han obstruido por completo el camino.
—Solo serán un par de preguntas; de seguro es famosa en las redes sociales —insiste el reportero, recibiendo en voz alta el apoyo de sus parias, añadiendo—. Uno no sabe las oportunidades que pueden surgir después de un evento como este.
El hombre intenta convencerle con una sonrisa amistosa; el truco parece funcionar, porque la dama pirata también esboza una sonrisa.
—Mi nombre es Christine —responde ella, volteando directo hacia una de las cámaras, agregando—. Vengo por Tsubaki Chaos; él es mi objetivo principal por su gran poder.
Todos los corresponsales permanecen callados, mirándose entre ellos mismos una y otra vez, tratando de entender esa respuesta tan inusual.
La sonrisa de Christine se torna malévola de un instante al otro; después, su cuerpo empieza a desprender un aura oscura y espesa.
—¡¿Pero qué…
Se escucha la voz del reportero, pero por alguna razón la imagen se ha ido. Algo le ha pasado a las cámaras de televisión, aunque los micrófonos siguen activos. Si todavía funcionaran las cámaras, los televidentes podrían ver que los ojos de Christine están brillando; el color de esos brillos intensos es el morado.
Para fortuna de algunos, los celulares todavía funcionan; se le acercan, tomando el video y la foto perfecta de recuerdo. Un evento sobrenatural que no puede faltar en la deep web, ni en Google, YouTube, o cualquier red social.
—¡Tan débiles e insignificantes! —grita Christine con malicia.
Desenfunda dos pistolas de pedernal color negro, empezando a disparar a diestra y siniestra; más a siniestra que ha diestra.
A diferencia de un arma de fuego «común y corriente» de este tipo, las cuales solo pueden disparar una bala cada minuto, dependiendo de la habilidad a la hora del tedioso trabajo de recargar el siguiente proyectil, las pistolas de Christine pueden disparar varias balas redondas, una tras otra, igual a como lo haría un revolver del viejo oeste o uno moderno.
Se desata el caos absoluto.
Un par de segundos de disparos y gritos de pánico, es lo que escuchan los televidentes y radioescuchas, antes de que la transmisión en vivo se corte por completo; ellos se quedan con la duda de qué pasó.
Los conocidos y familiares de las personas que han asistido a la feria, que han tenido la mala fortuna de formar parte de los grupos antes mencionados, ahora tienen «el Jesús en la boca». Tratan de comunicarse con sus seres queridos y amigos para saber si están bien, sin embargo, por alguna extraña razón, sus celulares pierden la señal o dejan de funcionar. La mayoría de ellos decide correr a la feria del libro, para saber en persona qué ha ocurrido; la minoría se queda esperando y rezando, rogando no recibir la pésima noticia de la muerte de alguien cercano.
En medio del tiroteo y del griterío, en las inmediaciones del gran auditorio se alcanzan a escuchar las risas malévolas de Christine.
La pirata logra evitar a la muchedumbre que corre para todos lados, entrando al edificio con total tranquilidad.
Ya tiene identificadas a sus víctimas, aunque los… accidentes siempre pueden ocurrir; varios inocentes descuidados pueden sumarse a la lista de objetivos… por «error».
Un gran peligro se avecina para nuestros héroes, superando los destrozos anteriores ocasionados por Ginjo.
Existe una criatura mucho más peligrosa, la cual ha logrado alterar el espacio-tiempo.
¿Podrán Tsubaki y su familiar del Sur estar preparados para este nuevo problema?
¿Por qué la deidad Genuine ha decidido cerrar las puertas de su hogar?
¿Qué tendrá en mente la deidad Aegimius?
Notas de referencia
El Planeta Pilar, Pieza Clave Del Poder, Capítulo 48: Visión Extraña Y Grandes Consecuencias.
El Origen De Dos Fuertes Reinos, 3er epilogo.
Felipe de Jesús Ochoa Salas
