Aquel día, me levanté de mi cama como hubiera hecho cualquier otro, con el estrepitoso sonido del despertador al que aún no me había acostumbrado destrozándome los tímpanos, asumiendo que un día más llegaría tarde a casa de Ricardo y Asunción, amables cabrones..., bueno, al fin y al cabo, un sueldo de 600$ al mes por hacer de niñera de sus hijos no estaba tan mal, que más podía pedir una cría como yo de 18 años?, también hay que asumir que no era precisamente la mejor niñera del mundo, llegaba tarde, no mostraba demasiado cariño por los niños (los cuales no me caían demasiado bien), tampoco era mi pasión ni el trabajo de mi vida, pero me servía para cubrir los gastos básicos de la habitación compartida en la que vivía, también me servían para pagar el viaje a Madrid que hacía una vez a la semana para ir a ver a mi padre a la cárcel.... pero bueno, esa es otra historia y no la que quiero contaros.
Me aseé, vestí y salí de casa sin prisa pero sin pausa, disfrutando del agradable día que hacía, que paz y tranquilidad se respiraba por las calles de Sitges, era un Lunes soleado, apaciguado y pausado como cualquier otro día de aquel verano, pero aquel no iba a ser un día como cualquier otro, aquel iba a ser el día que cambiaría mi vida por completo y no a mejor precisamente.
Veía la casa de Ricardo y Asún a lo lejos, miré el reloj vaticinando lo peor, -uff, solo llego 10 minutos tarde. Pensé mientras aligeraba el paso.
Allí estaban esperándome los dos, Ricardo mirándome de arriba abajo con su común cara de inconformidad y desconfianza; y Asún.... bueno, Asún era una hippie que entendía que yo solo era una adolescente un poco perdida en la vida y que había vivido demasiado para tener solo 18 años.....
Yo siempre había pensado que no le gustaba a Ricardo, que no se fiaba de mi, había algo raro en sus ojos cuando me miraba, una mirada de desprecio y sin aire de superioridad, una mirada de desprecio real, nunca supe a que se debía. Él era un hombre serio, de 49 años, jefe de una importante empresa el nombre de la cual no recuerdo, nunca fardaba de sus hazañas laborales ni de su economía, era demasiado seco, incluso demasiado sensato como para fardar, era alto, ancho de espaldas, en buena forma pero no fibrado, tenía el pelo negro como el carbón y las orejas considerablemente grandes, no como para ser objeto de burla pero si como para tenerlas en cuenta, poseía una mirada fría, una mirada algo desconcertante y impenetrable, una mirada firme y segura, pero que escondía algo.... había algo en su mirada que me generaba temor, algo que hacía que no pudiera aguantar mirándole mas de 1 minuto seguido.......
- Buenos días!!. Dije con la voz algo temblorosa y sin energía.
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