ellyc Elly Castro

Dos vaqueros se encuentran en un duelo a muerte. ¿Por qué realizaron un duelo? ¿Quién vivirá? ¿Quién morirá?


Diyaloglar / Senaryolar 13 yaşın altındaki çocuklar için değil.

#theauthorscup #theduel #guion #dialogo #duelo
Kısa Hikaye
7
3.8k GÖRÜNTÜLEME
Tamamlandı
okuma zamanı
AA Paylaş

Buscando una razón para morir

— ¿Nos quedaremos mirando fijamente? Si seguimos así solo convertiremos esto en un cuadro. Ya no hay vuelta atrás. Hay que empezar en algún momento. ¿Por cuánto tiempo seguiremos esperando?

— ¿Por qué estás tan apresurado? ¿Tienes apuro para morir?

— No pienses que ya tienes ganado el duelo. Recuerda que tengo más experiencia que tú. Más de una docena de duelos. Pero tú... Tú solo eres un niño intentando jugar un juego de grandes.

— Te arrepentirás de burlarte de tal manera. ¿Por qué no invitamos a nadie a este acto? ¿Por qué no hicimos de la ejecución un festejo? En todos lados se celebra el nacimiento. ¿Pero la muerte? La muerte es celebrada por muy pocos. Estamos solos, tú y yo, en esta llanura desértica con el sol golpeando nuestros rostros. Podría haber venido tal vez alguien más...

— Desde hace poco te conozco pero puedo confirmar que siempre te ha invadido el deseo de ser famoso. Harías cualquier cosa con tal de salir en esos comerciales carteles de ¨Wanted¨. Quieres, como todo joven, ser conocido pero créeme la fama aquí no te ayuda en nada. No te hace vivir más ni morir más tarde. Todo lo contrario. Cuando tienes fama te siguen personas como tú ahora que buscan ganar algo de ti mediante la adulación o mediante un derrocamiento del trono. ¿Por qué no invitamos a nadie? Porque son demasiadas preguntas, demasiadas miradas e incesantes suspiros. Son demasiados lloros y demasiadas risas. Además, ¿qué pasaría si hubiese una bala perdida? ¿Si los ejecutados fuesen ellos, los aduladores, y no, nosotros, los pecadores? Entonces de nuevo seríamos condenados a este duelo, ahora por ellos y no por nosotros mismos. ¡Oye! Mírame. ¿Me estás escuchando?

— ¿Qué es...? No puede ser. Mira hacia allá.

— ¿Qué?

— Como si con las palabras los hubiésemos atraídos. ¡Vaya coincidencia! Son las personas del pueblo. Están llegando.

— ¿Coincidencia? Sé honesto. Tú los llamaste. No podías dejar que todo fuese de modo tranquilo.

— No pienses tan bajo sobre mí. Después de todo, ambos somos igual. Somos pistoleros.

— Habla por ti solo. Ya yo no entro en estos juegos.

— Pero estás aquí.

— Porque me has provocado.

— Creo que es una señal que los del pueblo hayan llegado. Ya va siendo hora de empezar nuestra ejecución.

— ¿Hora? ¿Qué hora? ¿Ahora vamos a elegir una hora específica para nuestro final? Solo te apresuras ahora porque ya tienes a tu público. Ya tienes quienes te halaguen y después murmuren tu nombre. Crees que así llegarás a ser reconocido en todas partes pero no es cierto. O tal vez sí lo es. Mas nunca lograrás completar ningún vacío de tu vida con la mera fama. Al final, tal vez hoy, tal vez mañana, morirás. Tu nombre será olvidado en algún momento, así como hemos dejado de recordar a muchos. Los libros de historia solo tienen lugar para unos pocos nombres. Los niños no pueden memorizar a todos. Y tú, con tus maneras pretenciosas y egocéntricas no haces más que repeler a todos. No vas a salvar una nación ni nada parecido. Solo vas a enfrentarte a un duelo con un viejo hombre. Pero aún así avisas a todo el pueblo.

— ¿Sigues con eso? No los he llamado. Si lo hubiese hecho no hubiese elegido el amanecer. En el poco tiempo que llevo aquí he notado que todos en este pueblo duermen hasta tarde.

— Te equivocas. En este pueblo todos duermen temprano porque están cansados.

— ¿Cansados? ¿Cansados de qué?

— No sé. De vivir tal vez. La vida cansa, cansa mucho más que la muerte. Tal vez es por eso que todos llaman a morir: ¨ descansar ¨ o ¨ caer en el último sueño¨. ¡Vaya eufemismos! Pero la verdad es que son ciertos. Pasamos tanto tiempo intentando vivir correctamente que no vivimos plenamente. ¿Quién no se cansa de vivir? ¿Quién? Dime. La vida es pesada, molesta y te desilusiona a cada paso que das. No hace más que jugar contigo y susurrarte al oído que debes completarla con algo. Con amigos, con familia, con comida, con trabajo. Con gloria, con amor.

— No importa, sea como fuera. Mañana o tarde. Siempre tendríamos público. Hubiésemos o no hubiésemos avisado somos su único entretenimiento. Estamos a un par de kilómetros del centro del pueblo. Un pueblo pequeño donde todos hablan. Donde todos necesitan saber qué pasa con el resto. Simplemente no los miremos más.

— Además, ¿deberíamos apresurarnos solo porque ellos llegaron? ¿Solo por el público? No somos actores, ni cómicos, ni bailarines. Este es el duelo final y el final es el momento más importante en nuestra vida. Tenemos que darle a nuestro final el tiempo requerido. ¿Cuánto tiempo es el tiempo requerido? No lo sé. Las medidas del tiempo son confusas e ilusorias. Segundos, minutos, horas, días, semanas, meses, años, siglos. ¿Quién realizo una medida tan arbitraria? Repito: ¿deberíamos apresuraarnos solo por la llegada del público?

— Ahora ya no te apresuras por comenzar.

— ¿Cómo es posible que hayamos llegado a esto?

— Fue tu idea.

— Pero fue tu ejecución.

— Y ahora será nuestra ejecución. O más bien la ejecución de uno solo.

— Pero el que permanezca vivo igual morirá y morirá de modo peor, morirá en alma y no en su forma física.

— El alma, la forma física. ¿Son diferentes? ¿Son lo mismo? ¿Quién sabe?

— Nadie sabe.

— Quisiera volver el tiempo atrás.

— Pero volver el tiempo atrás no resolvería nada. Daríamos vueltas y vueltas evitando algo para al final llegar al mismo lugar.

— Sin embargo, aunque no resolvería nada se lograría mucho. Se viviría un poco más.

— Y se perdería un poco más.

— ¿En serio no crees que pudimos haberlo evitado?

— El ¨y si¨ es solo eso una idea que flota en el aire y no se concreta, que busca atormentar simplemente con su presencia. Aparece en la mente, la recorre, da vueltas a las memorias y se marcha dejando una confusión detrás de sí.

— Pero el ¨y si¨ es atractivo, es como un libro que parece que íbamos a comenzar pero una fuerza oculta impidió que pasáramos de la carátula.

— En vez de empezar libros. Deberíamos iniciar el duelo. Es hora. No sé qué hora exacta pero el ahora es el momento.

— Pero cuando empecemos vamos a terminar.

— Ciertamente.

— Alguien tiene que morir.

— Alguien morirá. Uno debe ganar. Uno debe perder.

— Pero, ¿no será acaso que los dos perderemos? Ya hemos perdido. Perdimos desde que llegamos a esta situación sin salida.

— ¿Por qué no haces más que divagar? ¿Cómo es qué te has establecido aquí cuando no haces más que reflexionar? Debiste haber nacido en otro lugar. En un lugar donde no haya que preocuparse por vivir, solo por pensar en la vida y la muerte.

— Tal vez...

— Dices ser pistolero pero puedo notar que nunca te has retado en un duelo. Puedo notar que prefieres vivir en la calma que luchar por la gloria. Pero aun así crees que necesitas la fama, porque esa es tu forma de inmortalizarte. Por esa necesidad de lograr que tu nombre prevalezca nos has arrastrado hasta esta situación. Dices querer ir atrás pero sabes que no puedes, que aunque lo hicieras solo habría un único resultado. Uno de nosotros hoy morirá.

— ¿Moriré yo? ¿Morirás tú? ¿El azar lo decidirá o la puntería?

— Lo único seguro es que pasará.

— ¿Por qué armas de fuego? ¿Solo porque somos dos vaqueros? ¿Porque estamos en medio de un paisaje de un pueblo en el desierto? No hay poesía de este modo. ¿Qué tal espadas? ¿Qué tal arcos? Más estético, más hermoso en la lectura de la tumba.

— ¿La tumba de quién?

— La tumba de uno de nosotros.

— Pero yo no quiero ser enterrado. Antes quería ser enterrado junto a mi esposa en el cementerio del pueblo. Pero ahora... Ahora ya no quiero seguir más aferrado a esta tierra. Quiero que me cremen y arrojen mis cenizas al mar.

— Eso sería poético si no estuviese tan trillado. No busques hacer lo que todos hacen. La poesía de los actos se encuentra individualmente. Además, ¿el mar? Estamos en medio del desierto. ¿Cómo piensas llegar al mar? ¿Quién te llevará? ¿Yo? No te queda familia que se preocupe por ti.

— Pero ser enterrado... Ser enterrado es para otro tipo de personas, es para aquellos a los que les gusta la tierra, para aquellos que desean seguir un poco más aferrados aun después de muertos. Pero con mi muerte quiero que mi cuerpo, junto a mi alma, también se desintegre.

— Tal vez ya nuestras almas se encuentran desintegradas. Tal vez por eso hemos llegado a esta situación.

— Tal vez... Tal vez llegamos a esta situación porque no tenías que haber preguntado lo que preguntaste.

— Y tú no tenías que haber respondido lo que respondiste. Buscar culpables no ayudará en nada.

— Tal vez no soluciona nada pero todos siempre buscan un culpable. Podría la culpa radicar en otro, o podría la culpa radicar en uno mismo.

— Todo se hubiese podido evitar si no fueses tan terco.

— ¿Acaso volveremos sobre el mismo tema una vez más? Estamos aquí porque somos personas que defienden algo, aunque a veces ese algo parece desaparecer o hacerse difuso. No hay principios claros, no hay razones claras. Todo es un vaivén en realidad. Vivimos para morir. Morimos porque hemos de vivir. No hay tanta importancia en lo que hacemos pero aquí estamos defendiendo algo. Yo sé que no hay culpables... Yo no te culpo.

— Pero me acusas.

— Te acuso pero solo culpo a ese idiota oculto entre las nubes al que le rogaba día y noche por una solución.

— Ese idiota no hizo nada y nunca hará nada. Debiste ser como yo. Ateo en primer lugar. De ese modo no te hubieses desilusionado de tal forma. Solo nosotros podemos salvarnos o, en este caso, morir. Nadie gobierna nuestro nacimiento o nuestra muerte. Somos aire y somos tierra y somos mar. Somos mucho pero al final, cuando llega el final, no somos nada. Solo somos carne y hueso.

— Carne y hueso a los que una bala atravesará. Tal vez la tuya, tal vez la mía. Nadie puede decir nada con seguridad. Solo es seguro que moriremos y moriremos solos.

— Sigo preguntándome cómo es posible que hayamos llegado a tal punto.

— Por honor, supongo...

— No estás seguro y, sin embargo, quieres seguir con esto.

— Tú ofendiste mi creencia, mi trabajo, mi estilo de vida. Solo eres un forastero que llegó en busca de fama. Soy un agricultor respetado. Estoy retirado de este tipo de duelos. Eres joven y solo quieres hacer de tu vida una aventura digna de ser contada. Pero te advierto algo. Ninguna vida merece ser contada. Somos muy poco importantes. De aqui a un par de años no nos recordarán. El momento desaparecerá en el pasado. Haces todo por fama y gloria porque piensas que de ese modo triunfarás y vivirás aun después de la muerte.

— ¿Tu creencia? Tú mismo te has dado cuenta que solo has creído en cuentos de hadas durante estos últimos años. ¿Tu trabajo? Te pasas diciendo que ahora eres un granjero honrado pero: ¿qué hay de lo qué has hecho antes? ¿qué hay de todas esas vidas que has tomado? Este no es tu primer duelo, pero sí el mío. Sin embargo, no dudaste cuando te ¨ofendí¨, como dices tú, llamarme y retarme. Podías simplemente haberme ignorado. Son solo palabras. Las palabras desaparecen con el tiempo. ¿Acaso no estabas ya retirado? ¿Acaso no habías dicho que ese estilo de vida en busca de fama ya te había superado? Me acusas a mí de buscar fama y gloria. Pero ya tú tuviste tu tiempo de ser reconocido. Retaste a muchos. A conocidos y a desconocidos. La leyenda sobre ti se escuchó en casi todos los pueblos del oeste. ¨ El pistolero bendecido ¨. Pensabas que estabas bendecido por haber salido ileso de trece duelos. Pensabas que Dios estaba contigo en ese viaje atroz de llevar a la muerte a otros. Pero, ¿quién decidía quiénes eran buenos y quiénes eran malos? No era tu dios. Eras tú.

— No estoy orgulloso de mi pasado. Por eso me retiré y me dediqué a cultivar pacíficamente.

— Te retiraste porque tu esposa falleció y te volviste contra tu dios.

— ¡No menciones a mi esposa! En tu boca no pueden haber palabras sobre ella. Nunca la conociste y te prohibo sobre ella hablar. No merecía morir del modo que murió.

— Tu esposa no merecía morir. ¿Pero mi padre sí merecía morir en un duelo contra ti? ¿Hizo acaso algo tan grave que tenía que ser retado y atravesado por una bala? Él murió, pero tú viviste y, ¿qué ganaste con eso? Exacto. Fama. Un nombre más para ¨ El pistolero bendecido ¨.

— No hagas esto sobre tu padre. Llegaste al pueblo con esa historia de venganza pero he averiguado porque como dices en este pueblo nada permanece callado. Sé que nunca lo conociste. Me dijeron que simplemente dejó a tu madre abandonada. Lo usas como justificación para este duelo contra mí porque piensas que así será mejor para cuando tu historia se cuente en el futuro. Piensas que será algo así como: ¨ Era un hombre de honor. Era un hombre de palabra. Juró desde niño que vengaría a su padre. Creció y el tiempo pasó hasta que llegó el momento. Después de viajar pueblo por pueblo en el oeste llegó al lugar donde el asesino se encontraba. Tomó venganza por la muerte de su padre después de veinte años ¨. Sé que incluso ya estaban esparciendo el rumor en el pueblo de que te conocían como ¨El pistolero vengador¨. Pero tu padre no te importa. ¿Cómo te habría de importar quien engañó a tu madre? ¿Cómo te habría de importar alguien a quien nunca conociste? Solo te importa la gloria y fama. Además, ya van semanas desde que llegaste. Sin embargo, el que te retó fui yo. ¿Por qué estarías esperando simplemente a que yo simplemente diese el paso al frente? Querías que yo te retara. Estoy seguro de ello. Tal vez, tenías miedo para morir y por eso pensaste que sería más fácil si me provocabas y yo daba el paso al frente. Miedo como tienes ahora mismo.

— ...

— ¿Permaneces en silencio? El miedo es normal. El miedo es parte de la vida y la verdad es que en muchas situaciones es lo que te hace sentir vivo. Cada uno de los trece duelos que tuve, con este catorce, cada uno me arrastró hasta lo más bajo de mi control sobre mí mismo. El miedo me hacía temblar antes de apretar el gatillo. Me hacía odiarme a mí y amar a mi contrincante. No hay forma de ocultarse. Pero no utilices a tu padre como justificación de este duelo. Vivir y morir en un duelo es aceptar la naturaleza de uno mismo y el azar de la suerte. Antes, antes de que mi esposa falleciera hubiese dicho ¨ aceptar la voluntad de Dios ¨. Pero desde que se la llevó, ya en él no creo. O creo, pero creo en su existencia solo para odiarlo, solo para creerme que no lo pude haber evitado.

— Ciertamente, tal vez exageré hablando de mi padre. Tal vez no estoy aquí por honor, pero, ¿acaso tú lo estás? Tú fuiste el que retó, yo solo acepté. Dijiste que nunca más volverías a tener un duelo con alguien pero aquí estamos. Tú también quieres gloria. Quieres ese sentimiento de que puedes ganarle a la muerte.

— Escucha, probablemente este sea tu primer duelo, por eso creo necesario aconsejarte. No hay placer alguno en matar a alguien. Sí hay placer en vivir. En sobrevivir, más bien. Un placer casi oculto pero sí lo hay. Pero asesinar... ¿quitar la vida? Es solo algo que te hace sentirte pesado, que te hace tener las peores pesadillas. Es tiempo de empezar. No deberíamos desguir perdiendo el tiempo con habladurías mías

— ... La verdad es que no me molesta. Además, ¿perder el tiempo? Siempre me ha causado curiosidad esa frase. Pues, después de todo, ¿quién decide que el tiempo se está ganando o perdiendo?

— Como yo lo veo el tiempo no se detiene por lo que siempre se está perdiendo. Pero no es todo tan malo pues, al menos, podemos elegir como perderlo.

— Debo decir que a pesar de todo ha sido para mí un placer hablar contigo. La verdad es que hace mucho anciaba conocerte. Siempre te había imaginado como el malo, pero no eres el malo, eres simplemente un ser humano. Antes quería venganza por mi madre. Ella siempre había amado a mi padre, aunque este, sin preocuparse por ella la abandonó. Pasé toda mi infancia pensando como sería mi padre. Mi madre me dijo que era un pistolero reconocido y no pude más que querer volverme parecido a él. Mi naturaleza es muy alejada a la de un pistolero innato pero sentía la obligación de ser como mi padre aunque este se hubiese comportado tan mal con nosotros. Yo... simplemente... Pensé que sería más fácil asesinarte en un duelo. Pensé que encontraría en el duelo el placer de la calma. Sí, hablo bien. No me refiero a la venganza sino a la tranquilidad. Desde pequeño algo molesta en mi cabeza y no me deja descansar pensé que ganando contra ti podría superarlo pero es más difícil de lo que parece. No sé que está bien. No sé que está mal. Sé que no puedo ir hacia atrás. Sé que el duelo no se puede detener. No solo por el público que llegó y que, admito, he avisado yo. Sino porque desde que me retaste el duelo ya comenzó. No, me retracto. El duelo comenzó hace años. Comenzó desde que era niño y fantaseaba con la pistola en mi mano, voltearme, apuntar y apretar el gatillo.

— Tus palabras me sorprenden pero, a la misma vez, me son gratas a los oídos. ¡Cállense imbéciles! No ven que estamos en medio de un diálogo importante. Siguen insistiendo en que comencemos. Maldito público. Siempre lo he odiado. Te vitorean felices cuando ganas, pero la verdad es que les da igual el ganador. Solo gritan felices por el entretenimiento. No tienen nada mejor que hacer.

— Lamento haber llamado como público a las personas del pueblo. Pensé que de esa manera sería más fácil para mí continuar.

— No te sientas mal. El miedo es normal.

— Deberíamos decir unas últimas palabras. Hacer una especie de pequeño ritual.

— ¿Un ritual?

— ¡Ciertamente hay belleza en los rituales! No puedes negarlo. Este mismo duelo es un ritual. Ponerse de espaldas, apuntar al cielo, luego volverse y disparar.

— Te escucho. Te has ganado de alguna extraña forma mi empatía. Sé que no podemos detener el duelo pero me parece que probablemente este sea el duelo que más disfrute y el que más lamente su desenlace. Dime ¿Qué propones?

— Deberíamos mirarnos y decir uno a uno quiénes somos y qué hemos hecho en nuestra vida.

— Te gusta complicar las cosas. Podemos también agregar unas peticiones para cuando uno de nosotros muera el otro, movido por la culpa, se sienta obligado a cumplirlas.

— Ja ja ja. Claro. ¿Por qué no? Entonces... ¿Quién comenzará? ¿Deberíamos decidirlo con una moneda al azar?

— Sí. Vamos.

— ¿Qué prefieres? ¿Cara o cruz?

— Elijo cara. No quiero saber más nada de cruces.

— Entonces yo tomaré la cruz. ¿Listo? Allá vamos. Ha sido el resultado cara. Es tu turno.

— Yo empezaré primero entonces... Yo, John Mirleck, soy un vaquero de cincuenta años. No tengo una esposa, no tengo hijos y no tengo nietos. Tuve una esposa. La mujer más hermosa y amable del mundo y también la única mujer a la que he amado. ¿Pasó algo? ¿Por qué haces esa expresión?

— ¿Qué? ¡Ah! Yo...

— ¿Qué tienes en contra de mi esposa?

— Nada, nada. Lo siento. Ha sido una mueca por el sol. Disculpa. Continúa, por favor. No me mires de ese modo. Pensé que ya nuestra relación había mejorado.

— Está bien. Continuaré. Mi esposa... Ella falleció de una enfermedad terrible. Hace ya una década. Me quería sin importar qué, sin importarle todo lo que había hecho. Conocí a muchas mujeres antes que a ella. Pero solo fueron aventuras momentáneas. Además... Me cuesta continuar cuando hablo de ella.

— Claro. Lo entiendo. Tómate tu tiempo.

— Está bien. Creo que ya. Creo que puedo continuar. No tengo un trabajo fijo porque todos piensan que soy muy viejo. Me dedico a cultivar en mi pequeña tierra, a veces en otras tierras. Pero es cierto, soy muy viejo y ya no me contratan por tener miedo que no sea tan productivo. Tengo un dios, o más bien tenía porque me traicionó con su inexistencia. Era un hombre muy devoto. Besaba mi colar con mi cruz cada vez que terminaba un duelo. Pensaba que Él me protegía porque era especial. Pero no lo soy. Nadie te protege en un duelo de vida o muerte. Ni siquiera uno mismo es capaz de controlarlo. Como puedes ver no tengo mucho pero aunque casi nada tengo, no quiero morir.

— Ya veo...

— Es tu turno. ¿Por qué pones esa expresión de arrepentido? No te sientas mal. Vivir o morir... En algún momento la muerte va a llegar. Hoy o mañana. Solo sigo creyendo un poco en Dios porque pienso que de ese modo me encontraré con mi esposa cuando termine. He pecado, en muchas ocasiones, pero pienso que si mi amor es muy grande me concederán encontrarme con ella al menos un par de minutos.

— Lo siento.

— ¿Por qué lo sientes?

— Por nada. Ideas mías. Pero... Ahora que lo pienso: ¿Tiene importancia acaso hacer esto? Si simplemente nos volteamos y volvemos a nuestra casa... ¿Sería tan malo? ¿Sería tan censurable si hacemos eso? Como bien dijiste no hay honor claro en la muerte. Además, el público no nos oye.

— Fue tu idea. Siempre en busca de la fama, ¿verdad? Volvemos atrás. Tú aquí por fama, yo aquí por honor. El público no es importante. Si estoy aquí es porque ofendiste con las palabras a mi esposa y a mí. Puedo parecer benevolente a veces pero el duelo continuará. El duelo debe continuar.

— Está bien. Aquí voy. Soy Thomas Laverky y era un agricultor filósofo de corazón. Como bien dijiste mi padre fue un pistolero que abandonó a mi madre. Mentí cuando dije que quería venganza contra aquel que lo había asesinado. Bueno, mentí cuando dije que él había muerto. Aunque no mentí del todo porque es un pistolero que pronto morirá.

— ... ¿Cómo pudiste hacer esto...? Tú... ¿Eres mi hijo?

— Lo siento, padre. La verdad es que me importa la fama pero más la venganza y el honor. Mírame. Estoy llorando. Para mí hacer esto es más difícil que para ti. Conociste a mi madre más al este, en otro pueblo parecido a este donde tuviste un duelo con un pistolero. Engañaste a mi madre con palabras bonitas y la dejaste sin importarte nada. Ahora me hablas de tu esposa y la vida hermosa que tenían. Quiero vomitar. ¿Por qué no te comportaste como un padre? Tu ausencia hizo que mi madre se deprimiera y yo tuve que crecer pensando e imaginando cómo eras. A veces te odié, otras veces, simplemente quise que estuvieses a mi lado. Yo... ¡Déjenme de abuchearme, patético público! Tienes razón. El público es solo un estorbo.

— Yo...

— ¿Qué pasa? ¿Vas a disculparte conmigo antes de morir? Llegó la hora. Llegó la hora de la disculpa.

— Yo... Finalmente veré a mi esposa.

— ¿Quieres enojarme a propósito? ¿Verdad? Una última bala... Ya sé que dije que me gustaban los rituales pero nunca he estado en un duelo y tú has ganado trece. Obviamente tú me hubieses ganado fácilmente por eso tuve que disparar antes. Mientras estabas concentrado en las palabras. Aún así la bala dio en el pie. ¡Qué broma! Si hubieses actuado como mi padre tal vez me hubieses enseñado a disparar bien. Ahora, así de cerca dispararé a tu rostro y se terminará todo.

— Hazlo... ¡Ahh!

— He asesinado a mi padre en un duelo. No he cumplido con las reglas pero no me importa. He vivido pero he perdido. Hice trampas, no conservé mi honor. Pero el honor no me importa. Ahora me abuchean como si se tratase de un tramposo perdedor. Es cierto que he perdido pero no lamento vivir.

14 Mayıs 2022 21:52 0 Rapor Yerleştirmek Hikayeyi takip edin
3
Son

Yazarla tanışın

Elly Castro Amo leer historias tanto que decidí intentar ser parte de ese mundo. Como no podía convertirme en personaje aquí estoy en un intento de escritora en mis tiempos libres. https://www.wattpad.com/user/ScheherezadeI

Yorum yap

İleti!
Henüz yorum yok. Bir şeyler söyleyen ilk kişi ol!
~

Daha fazla hikaye