Ojos azules Hikayeyi takip edin

La sangre se derramaba por la comisura de sus labios. Se llevó la mano a la cabeza para intentar sacar aquel estridente sonido de ella. Las orejas le ardían, igual de rojas que su sangre. El azul de sus ojos empezaba a difuminarse, el aire se tornaba gris. Una niebla de polvo sumía aquel lugar en el mayor de los silencios. Poco después el silencio se rompió con el primer llanto. Un niño llorando a su madre. Estaba muerta.

Las bombas habían hecho colapsar gran parte de los edificios, la ciudad estaba siendo destruida.

Poco a poco el polvo se dispersaba, devolviéndole sus ojos. Miró al frente, allí se encontraba el que consideraba su árbol. Ella solía ir al columpio que había colgado en la rama. Un columpio viejo, pero que de vez en cuando alguien se encargaba de mantener. Se vio así misma balanceando los pies para no perder velocidad, intentando llegar lo más alto posible. El cielo era azul y parecía tocarlo cada vez que subía los pies. Su madre le gritaba desde la terraza que subiera a comer, el día parecía idílico. Sólo era un sueño.

La sirena de una ambulancia, le sacó de su pasado y la escena se cargó del más frío realismo. La naturaleza humana mostraba de nuevo su rostro más cruel. Donde la naturaleza derramaba agua ellos tiraban bombas, donde crecían árboles cráteres se hacían hueco y el cantar de los pájaros quedaba en segundo plano con los estremecedores llantos.

La sangre de su labio se detuvo, tenía un ligero dolor en la tripa. La espalda le pesaba y sus ojos se entristecían. Seguían siendo azules, siempre lo fueron.

Los chillidos habían quedado reducidos a lamentos, la gente no soportaba más dolor. Un hombre se hallaba entre los escombros, sus manos eran blancas como las de un ahogado. Estaba atrapado. Intentó ayudarle, pero fue en vano. La viga había aplastado sus costillas, respirar le era imposible. En cuestión de segundos su corazón dejó de latir y su cara se volvía inexpresiva. El desconocido había muerto entre sus manos. Le cerró los ojos para sumirlo en el que sería su último sueño.

Miró de nuevo a su columpio. Se estaba quemando.

Solo era un columpio y ella lo sabía. Intento correr, pero el dolor en la tripa se hacía cada vez más intenso. Centró su atención en su costado. Su camiseta estaba empapada de sangre. Súbitamente un silencio, no sentía dolor. Giró lentamente la cabeza y se vio tumbada en el suelo. Había muerto.

Corrió para montarse en el columpio, y ese fue su último sueño.