La noche de julio del 2019, mientras la gente empezaba a recostarse en su cama, los niños yacían durmiendo, la luna y las estrellas alumbraban más que otras ocasiones y el reloj marcaba las 11 p. m., Julián terminaba de leer, que para ese momento, la nueva novela de su escritor preferido, se convertiría en su favorita.
Cuando llegó a la última hoja, comprendió que su vida tendría que ser tan maravillosa o asemejarse por lo menos, a la del protagonista de dicha obra, de lo contrario sabría que su etapa de adolescencia sería muy aburrida, por lo que tomó una pluma de su pequeño escritorio de madera y una hoja de papel para escribir una lista de metas, la cual tendría que cumplir en los meses restantes.
—Esta lista debe de tener por lo menos, una meta trascendental que en un futuro logre recordar y esté orgulloso de ella. — Se decía a sí mismo mientras tomaba la pluma con decisión.
Al terminar de escribir 5 metas, subrayó con un marcador la que él consideraba la mejor, —Animarme a hablarle a la chica más hermosa de mi escuela—; decidido a cumplir la lista, tomó sus audífonos, los conectó a su teléfono y puso su playlist para poder conciliar más rápido el sueño.
En pocos minutos el sueño se apoderó de él y la noche armonizó aquel momento, sin embargo, un ruido del exterior arruinó la ocasión, su origen era desconocido y despertó a Julián; al abrir los ojos, notó que pronto sería la hora de levantarse para ir a sus últimas clases del semestre.
Después de bañarse y desayunar algo en su casa, emprendió camino con dirección a su escuela, todo parecía ir con normalidad, hasta que a su lado, una chica lo tomó de la mano e inclinó su cabeza dejándola caer sobre su hombro, al mismo tiempo que dos sujetos vestidos de negro se miran uno al otro, intentando comprender hacia donde se había dirigido la chica que seguían. Al no verla por ningún lado, decidieron seguir su camino, dejando entre ver un rostro de rabia y disgusto por los errores cometidos.
Al poco de unos minutos, la chica soltó la mano de Julián y de ella salió un suspiro.
—Casi me atrapan, si no fuera por ti, no sé dónde me hubieran llevado.
Julián mira con incredulidad lo que acaba de pasar, e intenta preguntar qué fue eso, pero al mirar a la chica, se pierde en su belleza, hasta ese momento, no había conocido a alguien con esos ojos color miel, de mirada tierna y desafiante a la vez, de amplia sonrisa, con labios delgados pintados por un labial color rojo, que aumentaban su encanto, de cabello color negro que resaltaba su tez trigueña, de figura delgada, con un estilo femenino que al pasar por la calle robaba suspiros; llevaba una camisa blanca de manga larga, una falda a cuadros color roja y unas calcetas negras hasta los muslos, acompañadas por unos zapatos negros que tenían un pequeño moño como adorno, dejando ver que pertenecía al uniforme escolar, el cual completaba su magnificencia y belleza.
Perdido en su mirada, Julián balbucea algunas palabras que no se logran entender, de las cuales generan gracia para la chica, algo que nunca le había pasado al estar con alguien.
—Pareces muy divertido, me alegra haberte tomado de la mano—, comenta la chica terminando la oración con una sonrisa. Provocando que Julián se sonroje y no pueda expresarse.
Después de unos minutos de caminata, Julián rompe el silencio y decide cuestionar lo sucedido, pero cuando intenta hablar es interrumpido por un beso que lo deja sin aliento. Al inicio no logra entender, sin embargo, no tarda en cerrar los ojos y dejarse llevar por aquellos labios rojos con sabor a fresa; donde su alrededor parece detenerse justo en ese momento, mientras él pasaba su mano lentamente por su cuello acariciándola hasta llegar a su nuca, ella con sus manos sujetan su cintura como si no existiera un mañana, generando una explosión de emociones en sus corazones.
Al abrir los ojos, se dio cuenta de que se encontraba en su habitación; aturdido por la luz que entra por su ventana le dificultó mirar su reloj de pared, pero no tardó en darse cuenta de que el reloj marcaba las 6:50 a. m., horario que para él es demasiado tarde, pues a esa hora ya debería estar llegando al colegio.
Tomando una ducha rápida, intenta comprender lo sucedido, no sabe qué fue lo que pasó, lo considera tan real que duda si fue un sueño, aún puede sentir el sabor a fresas en sus labios, la presencia de aquella chica en sus brazos, y sobre todo, aquellos ojos color miel de los cuales se había enamorado.
Toma el primer transporte que ve con dirección a su escuela, teniendo la esperanza de encontrarla por los pasillos, recordando que en su sueño pertenecía a la misma institución.
Después de unos minutos de explicar los motivos de su retardo a los encargados de la puerta, se dirige a su salón ubicado en el primer piso del edificio B, no sin antes pasar a los sanitarios para mojarse el rostro y darse cuenta de su realidad. Decepcionado por creer que una chica así se fijaría en él, sube las escaleras sin ánimos, pero la risa de unas chicas que bajaban dejando a su paso el sonido de sus pasos, hacen que levante el rostro encontrando entre las miradas esos ojos color miel que tanto anhelaba volver a ver.
Al verse los dos, sintieron una extraña conexión que los unía, no sabían qué fue lo que sucedió, pero comprendieron que fue una de las mejores casualidades que les pudo haber pasado.
Los dos decidieron tomar la iniciativa y se apresuraron a llegar uno del otro, sintieron la necesidad de estar juntos sin siquiera tener tiempo de conocerse; los dos sabían que aquel sueño fue la puerta que los uniría, por lo que no dudaron en hablarse, y fue tanta la emoción que los dos se preguntaron al mismo tiempo:
- ¿Nos conocemos?
————
Joss Herrera.
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