I
Una lágrima desborda a través de mi mejilla,
la siento en el dorso de mi mano
y me doy cuenta de la humedad presente
en las cuencas de mi cráneo.
Como ventanas que iluminan
la estancia de mi mente,
imaginan: la música presente
A través de mis oídos,
como un torrente
cual torbellinos
me dejan inconsciente.
Despierto en el mar, como un sueño;
mis piernas a la par, se ciernen en el suelo
de una balsa formada: de mentiras y recuerdos
como consuelo, se destroza en mil fragmentos;
olvidados, en la inmensidad del cielo.
Y me sumerjo en las aguas
del océano de la incertidumbre,
mi mente es la lumbre
donde las tumbas se yerguen.
De los muertos en batalla
como el capricho de un canalla
murieron en el nicho,
donde se debatía la tocaya
La mente, con un baluarte
y el corazón
como amigo del arte.
II
Guerra, que es inmune
al paso del tiempo
y queda impune,
a la ira del lamento.
Como arena,
se la lleva el viento;
como imperios,
caen en un momento.
La gente olvida,
pero la tierra no
y a través de la herida
la madre cantó
El suplicio de un hijo
que no perduró,
como el llanto prefijo
la palabra formó
¡Muerte!, la que una vez amó
se encuentra dolida
de lo que el recuerdo creció
y con dolor conmovida
un lacayo dejó
Y los brazos de carne
los huesos marcó,
de lágrimas cayó
los dolores del arte.
III
Con lápiz en mano, la crónica escribió
y el pergamino humano, su huella dejó
el infinito vacío, al fin se llenó
por cientos de estrellas, el agua cayó
De un vaso de cristal,
la porcelana a la cal
la piedra no exige
y la estatua se erige.
El paso del tiempo lacera el fruto
del corazón moribundo
que no encuentra un rumbo
porque el reloj no perdona, ningún insulto.
Y los ahogados que vivieron la dicha del amor
perecen en la oscuridad del olvido.
Y en la penumbra del clamor,
lo bello recibe su castigo.
Mediante el tic tac del tormento,
el dolor encuentra el momento
y la fragua se enciende consciente
a pesar de la lágrima insolente.
El cuadro completo, se presenta en un cielo
despejado tal cual, solo el erudito observa
el pájaro en vuelo, y un astro en el velo.
De la esfera presente, solo presenta el anhelo
marcado por la indiferencia, que no exige paciencia
y el doctor proclama sentencia, con la vehemencia de un hielo.
¡El arte ha muerto, abatido en un duelo!
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