Con la televisión encendida comienzo mis mañanas, no importa que canal, todos dan noticias a las 7.00 am. Ésta vez es el CNN, dejo que suene mientras me levanto. Tomo una dipirona para calmar el dolor de cabeza, el trabajo de anoche fue agotante y sin sentido. Supongo que pronto será noticia, no entiendo por qué tiene que ser tan expuesto. Soy yo el que puede ir a la cárcel pero eso a ellos no les interesa. Mientras más macabro, la paga es mejor, así no necesito de nadie; tengo una casa, la moto que siempre quise, un auto para días de lluvia y Niki mi pez ángel, es el que le da vida a la casa.
Paso la mirada por los huevos revueltos, el pan tostado y el café. De fondo la comentarista habla sobre el alza en el precio del cobre. Desde que me senté no he podido tocar la comida. Estoy en el pasado, en la noche anterior asesinando a ese hombre.
Un dolor punzante y palpitante me hace revisar mi muñeca izquierda. Ahí está el parche que puse anoche luego de los cortes. Cinco cortes, dos más profundos, esos son los que me gritan ahora. Sentir el alcohol caer por ellos es revitalizante, ahora arde. Pongo un parche nuevo. El desayuno me espera ya tibio. A mitad de éste llega una alarma que me hace levantar la cabeza hacia la televisión.
Breaking news anuncia dos veces antes de pasar a la noticia. Fue rápido, no era necesario torturarlo, no habrá sufrido más de unos segundos. Lo saqué de la calle y le corté el cuello con el karambit, un corte limpio hasta que fue necesario quitarle la cabeza. ¿Por qué hacerlo si de igual manera el cuerpo sería encontrado? solo se necesitan las huellas. No me pidieron quemarlas. Una familia preocupada también está alerta y el reconocimiento de cuerpo, de su ropa.
—Hace tan solo minutos carabineros y PDI llegó a la cuenca del río BioBío cerca del puente Llacolén, donde fue encontrado un cuerpo sin vida. Nuestro periodista en terrero Gonzalo Araya se encuentra en el lugar con testigos. Gonzalo, buenos días.
—Buenos días, Josefa. Me encuentro en el puente Llacolén con el señor Manuel Torres, él fue el que llamó a carabineros. Cuéntenos Manuel qué vio.
—Yo estaba aquí aburrido en el taco para Conce. Todos los días son 45 minutos así que me pongo a escuchar la radio y miro el río. Siempre quedo en la misma parte del taco, yo conozco de memoria el río. Allá —señala en donde está carabineros y PDI ya con el cuerpo tapado¾ vi algo raro. Eso no estaba ahí ayer.
—¿Qué hizo cuando lo vio? —pregunta el periodista.
—Me bajé del auto. Me paré aquí en el borde y lo vi mejor. Dos piernas sobresalían del agua. Ahí me puse a gritar ¡Un cuerpo! —hace el gesto con sus manos poniéndolas como altavoces—. Todos salieron de los autos y se pusieron a grabar. ¿Puede creer que nadie llamó a carabineros? Preferían grabar, así que yo tuve que llamar.
Una llamada entrante me saca de la noticia. Jaime.
—¿Aló, Enzo?
—Si. ¿Te preparas para tu clase?
—Todavía no llego al gym. Llevo más de una hora aquí y no avanzo, ni siquiera he llegado al puente. Escuché en la radio que encontraron un cuerpo en el río. Parece que todos están mirando ¡porque no se mueve! Ya perdí la clase pero Alonso me va a sustituir.
—¿Crees que llegarás a las 8.30? —Era una pregunta estúpida, cómo iba a saberlo. Pero no quería hablar del cuerpo. Necesito el entrenamiento. Tengo un saco de boxeo aquí en mi casa pero no es lo mismo.
—Mmm —silencio.
—¿Jaime?
—Si, si. Estaba viendo que el chofer de adelante volvió a subirse. Estamos avanzando. Nos vemos allá.
—Nos vemos.
Qué mal sabe el café frío, dejo mi taza a un lado y continúo viendo el noticiero. Ahora están hablando con otro testigo, éste le reclama al primero sobre su acusación de no llamar a carabineros. Dice que él fue el que gritó que los llamaran y nadie le hacía caso. Estaba en shock y no encontraba su celular. Esto es una estupidez. Cambio al TVN, allí muestran una vista de la carpa de la PDI, la comentarista no dice nada nuevo. Al parecer todavía no lo saben, habrán pensado que estaba de cabeza en el agua y por eso no se le veía la cabeza. Cuando se enteren…
La comentarista deja un silencio y se toca la oreja. Su cara cambia a una expresión de horror pero se controla.
—Tenemos información de último minuto. Nos dicen y esto es información sensible, que el cuerpo de sexo masculino habría sido encontrado decapitado.
No fue fácil.
Apago la televisión, tan solo faltan veinte minutos para las 8.00. Ya es hora de irme, la moto necesita bencina. Por último, le doy comida a Niki y me voy.
—¿Y Margot? —le pregunto a la nueva secretaria.
—¿Disculpe?
Es mucho más joven y atractiva, no pasará de los veinticinco. En mis tres años nunca ha faltado, por lo menos no cuando yo vengo. Margot es una cara amable.
—Hablo de la secretaria. ¿Qué le pasó?
—Ah —se le ve un tanto confundida y ¿enojada?—. La estoy reemplazando por algunas semanas. Tuvo un accidente el viernes en su casa. No me dieron detalles. ¿Vienes a una clase?
—No. Voy a usar las máquinas.
—Necesito ver tu credencial de socio.
Esto debe ser una broma. Margot nunca la pidió, se aprendió nuestros nombres y caras. Era agradable tenerla como secretaria.
—No la tengo. No es necesaria. ¿Acaso no tienen registro en el computador?
—Me dijeron que la pidiera. Estoy aprendiendo…
—Entonces nadie va a entrar porque aquí no la piden. Búscame, me llamo Enzo Luna. ¿Quieres mi cédula o un certificado de nacimiento? Digo para que compruebes que soy yo.
Definitivamente este día había comenzado horrible. No estoy de humor para esto.
—No es necesario que me hable así. Solo hago mi trabajo.
—Dime ¿cómo entraron los de la clase? Veo harta gente adentro, ninguno de ellos tiene credencial ¿o si? Esto es una pérdida de tiempo.
Su cara está roja. No sé si es rabia o vergüenza o es una mezcla. Seguramente no va a volver a hablarme luego de esto, así será mejor.
Quiere decir algo, puedo notarlo pero las palabras no salen de su boca. Debería entrar ahora. No va a saber qué hacer.
—¿Hay algún problema? —uno de los socios sale de una oficina. Tenía que ser él. Cómo odio a este imbécil. Siempre con una sonrisa falsa en su cara creyéndose superior a todos. Yo soy un cliente frecuente y valioso, debe mostrarme respeto. Cambió su actitud desde que vio en la moto que vengo. Es amable. Siempre vestido de traje como si estuviera en un juzgado, mi hermano es el que se viste así y con razón, aunque con más estilo. No me quitaría el sueño darle un susto, podría romperle un brazo, tal vez dejarlo parapléjico lo cambie. Da igual, es un alivio que no venga mucho—. Oh Enzo. Danna, él es un cliente antiguo. Le diré a Carlos que te ayude con esto, veo que tienes problemas.
Siento su mano en mi espalda conduciéndome dentro mientras sigue hablando con Danna, que nombre peculiar. Ugh ya no lo aguanto.
—No me toques ¾digo quitándole el brazo—, sé a donde tengo que ir.
Luego de haber pasado una hora pasando de máquina, pesas, sacos, llega Jaime. Sabe dónde me encuentro cada vez que llega tarde. No lo culpo. Vivir en San Pedro y trabajar en Concepción es un asco. Siempre le digo que arriende un departamento en el centro pero no puede. Tiene que quedarse dónde su primo mientras ahorra. El tener que dar pensión de alimento no ayuda.
—Disculpa el retraso. Me cambio de ropa y vengo.
—Está ocupado el cuadrilátero. Están en clase.
—Voy a hablar con Alonso. Espérame.
Observo a Jaime trotar directo al otro profesor, el cual se encuentra corrigiendo la posición de pies de una joven. La primera impresión que me dio Jaime fue la soberbia y no pude estar más equivocado. Aunque me tarde unas cuantas clases cambiar de opinión, así fue y en mi vida es el que más conoce de mi. Es un buen amigo.
—Tienes el pelo más rubio —digo al verlo aparecer, viene poniéndose una venda.
—Eso significa que funciona el nuevo shampoo.
—¿Porqué lo quieres más rubio? Ya es bastante rubio y más encima tienes los ojos azules. ¿Qué más privilegios quieres?
Lanza una carcajada, yo solo le sonrío. Es con el único ser humano que puedo hablar de lo que sea. Recuerdo a mi hermano, con él también era así la camaradería, era alguien importante en mi vida pero hace tantos años que no lo veo. Si volviera ya nada sería igual.
—¿Estás celoso Enzo? —Se mira la venda para darle las últimas vueltas en su muñeca—. Puedo ser rubio, de ojos azules y medir más que tú pero ¾bajó la mirada—, siempre te quedas con las mejores cuando salimos.
—Si, si, como si te importara. Desde que te conozco no tienes ojos para nadie más que tu ex.
—Y hablando de ella. Le compre un regalo a mi hija el otro día. Se supone que se lo entregaría el fin de semana, pero pasaré esta tarde. Intentaré hablar, tengo un buen discurso.
—¿Enserio? ¿Lo practicaste frente al espejo? Supongo que hiciste una lista con tus virtudes y el porqué tiene que dejar a su pareja por ti.
—Tuvimos problemas, solo no supimos resolverlos, ya soy más maduro. Mira, ya lo están desocupando. Vamos. Estuve pensando en tu hermano, me dijiste que llega el viernes desde Argentina. Tiene algo que decirte, debe ser muy importante para viajar de allá. ¿Crees que esté enfermo?
Mi hermano, Adrián Luna. Aunque yo sea adoptado siempre me sentí cómodo, él siendo el mayor y hijo único me aceptó en su familia. Yo tenía solo unos meses cuando llegué con ellos. Éramos inseparables, nos parecemos bastante físicamente, en rasgos generales ambos somos del pelo castaño oscuro, labios delgados y cejas muy arqueadas, él tiene los ojos más claros pero solo se nota al verlos de cerca. Nadie nunca pensó que no fuéramos hermanos biológicos. Una vez el dijo “Enzo es adoptado, en realidad no es mi hermano” a una señora que no paraba de hablarnos en la feria. Ella se quedó callada, no supo qué decir y nos fuimos. Nos queríamos mucho así que cuando lo decía luego nos reíamos y continuábamos nuestras vidas como si nunca hubiera pasado. Eran buenos tiempos. ¿Qué pasó después? Crecimos, comenzó a estudiar Derecho y ya no lo veía nunca. Yo tenía mis propias preocupaciones que ahora encuentro estúpidas, desperdicié un año queriendo ser un futbolista profesional. Me enojé tanto por no serlo que me fui de Santiago, no acepté dinero de mis padres y regresé a Concepción. La ciudad dónde crecimos.
—No creo que esté enfermo. Me lo hubiera dicho por teléfono. ¿Por qué hacer un viaje tan largo solo por eso? Tiene su trabajo allá. No. Tiene que ser otro tema.
—Pero es importante.
—Si. Intenté que me lo contara, pero es muy terco. Quiere que sea en persona.
—¿Qué se sintió hablar con él después de tantos años? —pregunta mientras sube al cuadrilátero.
—Extraño. Me quede con los recuerdos que teníamos de niños, se que el verlo ahora va a cambiar el cómo lo veía.
—Si. Tal vez él esté igual.
—Empecemos.
Dos turnos de noche en la Segunda Compañía de Bomberos Zapadores de Talcahuano y ser entrenador personal por las tardes me dejó agotado física y mentalmente. Ya es jueves y mañana a las 18.00 llega Adrián, tengo que ir a buscarlo al aeropuerto. Mi mente ha estado ocupada pensando en cómo será ahora. Qué le diré, si tengo que abrazarlo o simplemente saludarlo. Tal vez sea algo normal en otras personas, pero yo necesito pensar en esto. Terminé de trabajar y no tengo nada que hacer por la tarde. Si no pienso en esto llega la culpa, el arrepentimiento, el odio; todo esto que siento por ser un asesino. ¿Por qué no lo dejo y ya? Una pregunta que me hago últimamente pero que respondo de inmediato. El seguir a alguien por la noche sin ser visto es adrenalina pura, solo yo tengo el control de la situación. Su vida está en mis manos. El proceso de asesinato siempre es rápido, ninguno se alcanza a dar cuenta qué o quién los atacó. Si alguna de las misiones viene con tortura paso de ellas, aunque la paga sea mejor.
—Por la mañana fue entregada nueva información del terrible asesinato a Víctor Neumann —dice la comentarista en el CNN. Desde el lunes que no veo noticias, pero por la foto que tienen sé que es él. Nunca me envían el nombre del sujeto pero con una foto basta—, el Arquitecto de 54 años dejó a dos niños de cuatro y seis años junto a una esposa. Su cuerpo sigue en el servicio médico legal y según indicó el fiscal será entregado mañana a la familia. Todavía no hay indicios de quién podría ser el culpable.
No puedo seguir viendo esto. Tomo el celular y le mando un mensaje a Jaime.
“¿Vamos a tomarnos unas cervezas?”
A los pocos segundos llega su respuesta.
“No puedo ir” Envía foto de él junto a otros dos hombres, ambos profesores de boxeo. Uno es Alonso y el otro Joaquín. “Jajaja estamos en el Callejón. Pensé que tenías trabajo hasta tarde. Ven”
El Callejón bar. No lo pienso demasiado y ya estoy saliendo de mi casa para tomar el Biobus. Pretendo volver borracho o no volver. Da lo mismo, solo no quiero pensar en nada. Estoy seguro que por mucho tiempo se va a hablar de Víctor Neumann.
Mientras espero en el paradero suena el celular de trabajo. Solo una persona tiene este número y en todos estos años llama solo si es necesario, es decir, solo llamadas importantes.
—Cubriste muy bien tus huellas —dice.
—Siempre lo hago.
—Mañana Martín de la Rosa Vergara va a confesar el crimen. Es uno de los amantes de la esposa. Se ven hace años y hay mensajes comprometedores hacia Neumann. Este caso estará cerrado. Dime algo, ¿quemaste la cabeza?
Mierda. Cómo lo hacen tan rápido.
—Si. Lo hice.
—Bien.
Corta. La voz de este hombre al que nunca he visto es escalofriante. Supongo que por eso está a cargo de las llamadas.
Ahí viene el Biobus tan puntual como siempre. A esta hora van pocas personas para Concepción, la mayoría ya se viene de vuelta a sus casas del trabajo. Es bueno no ser esas personas, todo el día en una oficina, haciendo lo mismo, un trabajo monótono y un día rutinario. Si tengo que pasarla mal va a ser por algo al menos más emocionante.
Me pongo los audífonos y en youtube escribo OK Computer de Radiohead. Un disco que escucho siempre que limpio mis armas. En realidad, era lo único que tenía en la mente. No llegaré con un ánimo adecuado escuchándolo. Dime algo, ¿quemaste la cabeza? ¡No, no debería venir esto a mi mente ahora! ¡Por qué querían que la quemara, ya está muerto! ¡Ahí viene!
Siento que mi corazón late con rapidez, un calor me inunda. Saco de mi chaqueta de cuero un pequeño cutter, siempre está ahí. Tanteo a mi alrededor, solo un anciano delante de mí. A los lados nadie por el momento. Tengo que ser rápido. Solo un corte en mi antebrazo. Eso es. Duele. No lo hago muy profundo, no tengo con qué limpiarme. ¡Mierda! Voy a quedar manchado. Pongo un poco de sangre en mi nariz.
—Disculpe —digo al anciano y toco tu hombro—, ¿tiene papel? Me esta saliendo sangre.
—Oh, si, si. Tengo unos pañuelos. Tómelos.
—Gracias.
En la bolsa solo quedan dos, con eso me basta para limpiarme la nariz, como el anciano me mira me aprieto un poco la nariz.
—Siempre me pasa. Debería andar con pañuelos.
—Debería verse eso, mi esposa también sangraba todo el tiempo, tuvieron que cauterizarle la vena. Ya viene mi parada. Vaya donde un Otorrino.
—Si, gracias.
Qué hombre tan amable, se parece mucho a mi abuelo. Y él tal vez ya esté muerto, la última vez que supe de él tenía hipertensión y diabetes. Adrián sabrá cómo está, si lo recuerdo para cuando llegue le preguntaré.
Limpio el cutter y mantengo el pañuelo sobre la herida haciendo presión. Suena Paranaoid Android. Decido animarme con música del gran B.B King, pongo Riding with the King, una canción que como la carátula muestra te hace querer salir en un descapotable conducido por Eric Clapton y sentarte junto a King en la parte trasera a cantar junto a él.
mabel ortiz
