mauricio-rodriguez1612926806 Mauricio Rodriguez

Un hermoso tulipán descubre el verdadero amor a través de su propio ego.


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EL TULIPAN ENAMORADO


El invierno que casi acababa su época bañaba con torrencial lluvia todo a su paso. Los ríos estaban colmados y los follajes de los árboles tupian de verde el paisaje del bosque. Era una fría noche de diciembre y la luna llena cubría con su calidez cada rincón por donde pudiera asomarse su pálida luz. Sobre el musgo húmedo por el rocío de la madrugada un gusano avanzaba lentamente buscando un lugar donde tejer su capullo para envolverse y colgar hasta la llegada de la primavera. La lluvia cesó su llanto sobre el bosque y ya consolada dejó que unas pocas gotas cayeran sobre un tulipán de color púrpura que había empezado a madurar su botón. Y con los primeros rayos de un tímido sol el tulipán abrió sus ojos por primera vez para toparse de frente con el capullo que colgaba a su lado. Y así cada día después de llover y con los albores del amanecer el tulipán fue creciendo en tamaño y hermosura. No fue sino hasta la llegada de la primavera que por fin abrió su botón como una gran corona mostrando sus colores y el gran esplendor que poseía. Sus pétalos eran suaves como terciopelo y había crecido tan alto que a la distancia se le podía distinguir del resto de las flores. Pronto tuvo muchos pretendientes, en especial las abejas que lo visitaban cada atardecer para intentar extraer su polen y también algunos colibríes que revoloteaba a su alrededor. Pero en cuanto alguno intentaba acercarse, el tulipán cerraba sus pétalos en actitud arrogante y luego se regodeaba frente a otras las flores que no la igualaban en hermosura diciéndoles: “Tengo muchos pretendientes, pero me estoy guardando para quien me merezca”. Y una sonrisilla vanidosa de saberse tan deseado, le dibujaba el rostro. Entonces una brisa juguetona muerta de risa por la actitud petulante del tulipán se puso a soplar para agitar la rama sobre la que colgaba el capullo y en su mecer se columpió tanto que golpeó al tulipán. ¡Como te atreves! Espetó en furibunda reacción el tulipán evidentemente indignado. ¿Acaso no ves que me estoy guardando para quien me merezca? ¡Qué aspecto tan rugoso y feo tienes! ¡Jamás me podría fijar en ti! Le dijo. Y por el resto del día se propuso ignorarlo tanto como pudiera. A la mañana siguiente el tulipán quería hacerse el importante tratando de llamar la atención del capullo, pero nada sucedía. Llegada la tarde cuando la puesta del sol acariciaba en su mayor resplandor, se puso a hablar en monólogo narrando sobre los muchos pretendientes que tenía, y hasta se reía solo, suponiendo cual tendría la suerte de conquistarlo. Pero el capullo permanecía impávido, estático y solo se balanceaba como un columpio sostenido por el hilo que lo sujetaba a la rama seca de un enorme roble negro. Los días pasaron y rápidamente la fama del tulipán se esparció más y más. Escarabajos, gorriones y hasta un girasol que prefirió crecer volteado hacia el tulipán antes que al sol solo para poder guiñarle un ojo, se sumaron a la lista de nuevos enamorados de la criatura más deseada del bosque. Pero tantas atenciones no parecían seducir al orgulloso tulipán quien únicamente mantenía su atención en el capullo que no parecía demostrarle interés alguno. Su indiferencia le ofendía pero también le suponía un reto de vanidad que no podía dejar pasar.

La noche cayó y el tulipán se durmió con ansias de esperar un nuevo día para ver que otra cosa se inventaba para captar la atención del capullo.

Con los primeros albores de la mañana y el ruido de las abejas que pululaban en las cercanías despertó el tulipán con un gran bostezo. ¡Buenos días tengan todos! dijo en actitud engreída, mientras con el rabillo del ojo trató de advertir la reacción del capullo quien ya no estaba ahí… Solo quedaba la baba de telilla colgando que se ondulaba suelta con el viento. ¿Pero qué se habrá hecho este horrible capullo? Se preguntó inquieto el tulipán. Y por más que se estiró hasta donde la vista le alcanzara no lo encontró. Algunos días transcurrieron con las mismas rutinas de insectos y aves que pasaban a cortejarlo pero el tulipán triste y cabizbajo pero con disimulo ante los demás se mantenía pensativo y callado extrañando al capullo que no volvió a aparecer más.

El ruido de un silbido que entonaba una melodía alertó a todas las criaturas del bosque que se alejaron huyendo dejando solo al tulipán. Era una niña que cargaba una canasta de mimbre y que recolectaba flores para su casa. Cuando vio al tulipán quedó tan maravillada que no recolectó ninguna más y hasta botó las que tenía. Lo arrancó con cuidado y se fue corriendo hasta su casa donde lo puso en un jarrón de cristal que llenó de agua hasta la mitad y colocó junto a la ventana. “Finalmente me he librado de todas esas criaturas odiosas y alguien ha decidido darme mi lugar” exclamó orgulloso el tulipán mientras contemplaba por la ventana el reflejo de su gran belleza. Y así mismo la niña cada día antes de irse a la escuela pasaba a admirar y saludar al tulipán. Pero al cabo de tres días sus pétalos ya no eran de color púrpura sino que se tornaron amarillentos y resecos. El cuerpo erguido que lo sostenía con tanta altivez se fue encorvando lentamente hasta reducirse de tamaño. Una vez cortado, su belleza y frescura se fueron apagando y hasta había dejado de hablar porque no tenía a nadie quien lo escuchara. Tan solo podía mirar con nostalgia desde la ventana aquel bosque que fue su hogar, y aquellos insectos y pájaros a los que nunca permitió bebieran de su néctar. Tres días más pasaron y los pétalos se empezaron a desprender uno a uno y su rama se agachó tanto que ya casi tocaba el suelo. Ya no quería mirar más su reflejo y recordando la tosca apariencia del capullo sintió que ya no eran tan diferentes. Sabiéndose feo y marchito, el tulipán se puso muy triste y arrepentido de su actitud orgullosa y solo podía extrañar al capullo, de quien en un acto de profunda humidad, reconoció, se había enamorado. Resignado a su suerte cerró sus ojos con dignidad hasta quedar dormido para no despertar más. A la mañana siguiente la niña que lo había encontrado se acercó para saludar al tulipán y encontrándolo ya marchito y sin vida, abrió la ventana y lo arrojó tan lejos como pudo, volando por los aires y cayendo más allá de la cerca sobre la tierra seca.

A la distancia, una majestuosa mariposa de enormes alas azules resplandecía y revoloteaba en flamante algarabía. Se había convertido en la nueva criatura más hermosa del bosque y tenía muchos amigos y admiradores. Estaba volando cuando vio al tulipán muerto sobre la árida tierra, se acercó y se posó sobre él un rato. Lamió su néctar casi deshidratado, luego extendió sus alas y alzó vuelo para volar tan alto que terminó confundiéndose con el azul del cielo.

26 Şubat 2021 02:58 0 Rapor Yerleştirmek Hikayeyi takip edin
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