mariajosercons María José R. Cons

A las puertas de la Basílica de San Esteban, se produce un milagro en NocheBuena. Emérico encontrará lo que nunca tuvo. Sasha es el ángel que permite que se haga realidad. Cuento con un mínimo de 2.000 palabras.


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DESCUBRIENDO LA NAVIDAD


Los copos seguían cayendo, de forma persistente, sobre los tejados y las calles de Budapest. Ni siquiera los primeros rayos del sol lograban doblegar la nieve que, pertinaz, cubría todo lo que sus ojos contemplaban.


No conseguía, que sus ateridos pies entraran en calor, aunque daba pequeños saltitos para no perder la poca sensibilidad que le quedaba en ellos.

La noche había sido terriblemente fría y, a su parecer, la oscuridad había durado más allá de lo normal. Soñaba con que los días navideños pasaran pronto, así como los días de invierno y su eterna frialdad. No tenía a quien pedir regalos de Navidad, ni a Papá Noel ni a los Reyes Magos. Sabía que no le encontrarían jamás, ni el mismo, a veces, sabía en que lugar se encontraba.

Sus pequeñas manitas, siempre envueltas en jirones de trozos de telas, no conocían la dulzura de unos guantes, ni la suavidad del jabón, pero eran su única posesión. Le servían para arañar, de los corazones endurecidos de la gente que pasaba atareada a su lado, una o dos monedas, todas de escaso valor.


—Pido con la verdad. En una tengo dos y tres, y en la otra tengo tres y dos —decía con una voz tan lastimera y famélica, que los transeuntes se volvían para mirarlo, por más prisa que llevasen.

Mientras lo decía, mostraba sus manitas cubiertas por harapos, que parecían muñones.

Volvían, algo indiferentes, el rostro hacia el pequeño pedigüeño. No tendría más allá de siete años. Su pelo moreno, aparecía mojado por la nieve que le resbalaba entre sus mechones enredados y sucios. Su carita, preciosa en su día y aun hoy, estaba teñida por la ceniza y carbón del pequeño fuego que logró encender el día anterior, con unos pocos cartones y trozos de madera de un almacén cercano. No alcanzaba la altura de un niño de su edad, porque su escasa alimentación lo mantenía escuálido y raquítico.


Hacía más de dos horas que estaba pidiendo delante de la Basílica Menor de San Esteban, y aun no había juntado ni una docena de monedas para poder comprar algo que llevarse a la boca.

Era el mejor sitio que conocía para pedir.

La Basílica era nombrada como de San Esteban en honor a Esteban I, rey de Hungría. En ella se conservaba su mano derecha incorrupta, a la que atribuían un poder milagroso. Se la conocía como la Santa Diestra.


Cualquier visitante podía comprobar la conservación de la mano de San Esteban. Emérico, acudía a diario, a rogarle que le ayudara como hacía él con los pobres cuando aun estaba con vida.


Cuenta su leyenda que San Esteban llevaba colgada de su cintura una bolsa de tela, con adornos de oro bordada, llena de denarios. A cada pobre o mendigo que a su paso cruzaba, su propia mano se ocupaba de concederles su ayuda.

Por eso, se decía que toda la caridad que con su mano derecha hizo, preservó su mano incorrupta.


Luego, se volvía nuevamente a su lugar de fatigas. Alguna vez, dejáronle algunas monedas de mejor valor, más nunca fueron suficientes para poder cobijarse en un lugar caliente.

Solo podía acercarse a la sensación cálida cuando un perro callejero, al que regalaba algún trozo de lo poco que conseguía, se acurrucaba junto a él, haciendo un ovillo a su alrededor. El can ya no hacía sus habituales escapadas en las que tardaba un día o dos en volver. Se habían acostumbrado el uno al otro, y juntos, alejaban su soledad y desamparo.

Vizla, era un perro de caza, de tamaño medio, de pelo corto castaño, estilizado, con patas rectas y fuertes. En su cabeza ancha y hocico largo, enamoraban sus ojos ovalados castaño oscuros. Sus orejas anchas le caían a los lados.


A veces, cuando el frío era tan intenso que le paralizaba, acostumbraba a entrar en la Basílica. Vizla, quedaba en la puerta esperando, sin hacer ademán de querer entrar, solo con que Emérico, le dijera: "Quédate aquí, no entres!. Era un perro muy obediente y leal.


Sentía un vacío enorme, cuando veía pasar a las madres con sus hijos en brazos, o en un carrito, o de la mano, o riñéndoles porque se alejaban demasiado. Lejanos ecos en su memoria, traían de regreso a una mujer que lo abrazaba y mimaba, era tan liviano y delicado el recuerdo, que solo con querer fijarse en la escena, ésta se evaporaba. No sabía si, era real o no, pero se aferraba a ese huidizo recuerdo para consolarse en su desamparada soledad. Era el único momento del día en que el frío, y su hambre desaparecían por completo. Unos instantes, cálidos, reconfortantes... y, a la vez, tristes porque ya no existía la mujer que él vagamente recordaba. Y, otra vez, volvía a la fría realidad que estallaba en sus inocentes ojos.


El día de NocheBuena, las calles hervían de gente yendo y viniendo, solas, acompañadas, con sus niños. Tenían sus caras sonrientes, e ilusionadas, y ese día estaban más proclives a dar mejores limosnas, e incluso le habían dejado algún dulce para comer.


Algunos niños se acercaban a Emérico para jugar con él, pero, rápidamente, sus madres los agarraban del brazo para alejarlos de él.

— No, toques a ese mendigo, está sucio —decía una señora con un hermoso abrigo de piel, a su niña.

— Mamá, es un niño, no es un mendigo —replicaba sorprendida la niña.

— Ven, vámonos — le reitera la madre.

La niña se encoge de hombros, y se despide del niño agitando sus manitas, poniendo una mueca de fastidio.

Cuando vuelve al lado de la madre, le dice —Mami, si está sucio, a lo mejor no puede lavarse, ¿le podemos ayudar?..., por favor.

La madre se estremece con la dulzura de su hija que ablanda la dureza de su corazón. Vuelve la mirada hacia el niño, y se imagina que podría ser su hijo y se enternece.

— Toma Sasha, dale este dinero a ese niño, así podrá lavarse.

— Gracias mami. —salió corriendo para dárselo al momento.

— Toma, con esto ya podrás lavarte —le sonrió, y esperó, mirándole fijamente, esperando que le contestara.

Emérico, estaba asombrado, no podía creer que una niña tan bonita, y tan bien vestida, volviese para hablar con él. ¿Cómo había convencido a su madre para que le diera dinero?..., no era capaz de contestarle nada.

— No lo quieres —le pregunta con los ojos muy abiertos.

Emérico sigue estupefacto, esa niña se interesa por él. No da crédito.

—¿Tienes hambre? —pregunta nuevamente esperando que Emérico le de alguna respuesta.

— Sí, tengo mucha hambre, pero sobre todo tengo muchísimo frío —consigue por fin hablar, intentando superar su sorpresa.

— Espera, te daré mi bocadillo, yo ya no lo quiero. Ahora vengo —salió corriendo para pedirle a su madre el bocadillo.

— Mami, le puedo dar mi bocadillo al niño. Tiene mucha hambre y yo ya no quiero mi bocadillo. —puso una carita tan tierna, que la madre no pudo negarse.

— Toma dáselo, te haré otro en casa.

Sasha volvió corriendo con el bocadillo en la mano, y al llegar al lado de Emérico, alargó sus manitas para entregárselo. ¡Estaba muy contenta de poder darle su bocadillo!.

— Es para ti, te lo da mi mamá. —sonrió llena de dulzura.

— Gracias —le respondió con las lágrimas apunto de asaltar sus ojos.

— Sasha, tenemos que irnos —insistió su madre.

Ella se resistía a alejarse de ese niño, que lleno de ceniza y con el pelo mojado y enredado, llamaba su atención.

— Me llamo Sasha, ¿cómo te llamas tú?...

— Me llamo Emérico. Tu nombre es muy bonito —contestó, asombrado por la calidez que sentía al hablar con esa niña.

La carita de la niña se iluminó, por haber conocido a un niño diferente.

Emérico, se iba tranquilizando y se animó para hablarle de su perro.

— Este es mi perro, Vizla. —le hizo un gesto con la mano, y el perro se acercó a la niña, sentándose a sus pies. Esperando a que le acariciara el lomo.

— ¡Qué bonito es!, Vizla, ven —dijo toda entusiasmada.

—Sasha, ven ya, tenemos que irnos —reiteró su madre, algo molesta con que hubiera un perro callejero al lado de su hija. No se acercó para no ponerlo nervioso.

El perro, dócilmente, se levantó obedeciendo al llamado de la niña. Ella le acarició el lomo, y el perro se giró despacio y le lamió su pequeña mano. Luego se sentó sobre sus patas traseras, mirándola con sus hermosos ojos castaño oscuro.


— Mamá, Vizla también tendrá hambre, ¿podemos darle algo de comer? —decía mientras corría hacia su madre para contarle lo bonito que era el perro de Emérico.

— No Sasha, ya no tenemos nada más para darle —respondió algo nerviosa. Quería irse de forma suave, pero ya no sabía cómo. Le daba pena el niño, pero quería que su hija se alejara de él.

— Mamá, podemos invitarlos a casa, allí tenemos más comida. Allí podrá comer Emérico, se llama así el niño, ¿sabes?. Es un nombre muy bonito, ¿verdad?. Su perro se llama Vizla, es muy bueno, me ha dejado acariciarlo, ¿lo has visto? —decía nerviosa por la emoción que le suponía haber encontrado un niño con un perro. Ninguno de sus amigos tenía un perro, ni a ella misma le habían permitido nunca tener una mascota.

Sasha, puso una carita tan dulce que su madre, no pudo decir inmediatamente que no, se le hacía un nudo en la garganta. Veía a su niña, tan hermosa, con su cabello limpio y brillante, con su preciosa ropa, con su bufanda y guantes que la mantenían calentita, sus botas que la protegían de la nieve...

— Sasha, este niño tendrá su casa. Sus padres lo echarán de menos. Tenemos que irnos a casa. Vamos...

— Emérico, ¿tus padres te dejarán venir a mi casa? —preguntó.

— No tengo padres. Creo que he tenido una madre, pero no me acuerdo de ella —respondió, con sus ojos a punto de llorar.

Sasha, abrió muchísimo los ojos. No podía ser que no tuviera padres, todos los niños tenían padres. Ella tenía siempre a su madre con ella, queriéndola y cuidándola.

Se giró mirando a su madre, y salió corriendo hacia ella nuevamente.

— Mamá, no tiene padres, está solo. No tiene una madre como tú que lo quiera y proteja. Por favor, podemos invitarlo a casa, aunque sea solo hoy. Hoy es NocheBuena. Los abuelos y mis primos no vendrán, así que tenemos sitio más que suficiente. ¡Por favor, por favor!. —suplicó, con la carita contraída y entristecida.

— Sasha, no puede ser. Tu padre no lo consentirá —respondió sin mucha convicción.

La madre no quería llevar a un vagabundo a su casa, era un niño solamente, pero no quería que su niña se encariñara con él.


Agarró la mano de la niña, y tiró de ella sin decir nada.

La niña se soltó, y corrió a coger de la mano al niño, pero el apartó sus manitas. Estaban envueltas en harapos, y no quería que Sasha se ensuciara.

Ella protestó. — ¿por qué no quieres cogerte de mi mano?.

— Espera, voy a quitarme estas telas, para poder darte mi mano.

El niño, fue quitando, poco a poco, su aparente vendaje y, cuando terminó, pudo verse una mano perfecta, completa y con todos sus dedos.

— Emérico tienes todos tus dedos, San Esteban te ha ayudado. ¡Qué bien!

Fue corriendo a decírselo a su madre.

— Mamá Emérico tiene que venir a casa. San Esteban le ha curado sus manos. Eso quiere decir que San Esteban lo quiere, así que no puedes negarte a que venga a casa. —reiteró, dando para ella una razón de peso, a la que su madre no podría negarse.

— Emérico, ven, acércate —dijo la madre de Sasha.

Él se fue acercando despacio, con miedo. Nunca antes había estado tan cerca y mirado a los ojos, a una señora tan hermosa y bien vestida. Su olor le recordaba vagamente a mujer a la que el tiempo estaba borrando de su memoria.

— Buenos días, señora. Mi nombre es Emérico. Gracias por el dinero que me ha dado y el bocadillo. —se presentó tímidamente.

— Emérico, ¿dónde están tus padres? — preguntó algo incrédula.

— Señora, no tengo. Estoy solo en el mundo. No recuerdo a mi padre, y a mi madre tampoco la conocí. Bueno, tengo a Vizla, hace unas semanas que ha querido estar conmigo. Él me da cariño y calor. —se encogió de hombros, sin poder explicar mejor la desamparada situación en la que sobrevivía.

La madre de Sasha al tener al lado al chico, pudo comprobar que sus ojos eran color avellana, y bajo el hollín había una piel blanquita y suave. Su carita mantenía toda la inocencia infantil. Sólo su cuerpecito revelaba todo el hambre que sufría. No tenía fuerza ni valor para negarle un plato de comida caliente, y el calor del hogar en la noche de NocheBuena a ese niño tan desgraciado y desvalido que tenía delante de ella.

— Emérico, te llamas ¿verdad?.

— Sí, ese es mi nombre.

— Bueno, pues Emérico, puedes acompañarnos a nuestra casa, si quieres. Tendrás comida y cariño en esta noche tan especial. Incluso vendrá Papá Noel, al que seguramente le habrás pedido algún regalo. —sonrió.

— Claro que quiero ir a su casa. Espero no ser una molestia para usted. Yo nunca ha pedido nada a Papá Noel ni a los Reyes Magos porque no me encontrarían. Lo único que le pido todos los días a la Virgen María y a San Esteban es que me den una familia, para no volver a estar solo.

— Pues, hoy te la han encontrado. Emérico nunca más volverás a estar solo y desamparado. Desde hoy seremos tu familia, y tú serás mi hijo. ¡Ven pequeño niño! —abrió los brazos y su corazón se estremeció.

Emérico se lanzó a los brazos de la madre de Sasha y se reconfortó en su calor, el calor de una madre que nunca tuvo, pero que, de ahora en adelante, tendría.

Sasha se unió al abrazo, abrazándoles a los dos.

En ese momento las campanas de la Basílica Menor de San Esteban comenzaron a tocar.






















19 Aralık 2020 09:45 8 Rapor Yerleştirmek Hikayeyi takip edin
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Son

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İleti!
Ovidio Carro Ponte Ovidio Carro Ponte
Es una historia delicada y muy bien desarrollada.
January 01, 2021, 21:36
Sira Ariza Grandes Sira Ariza Grandes
Precioso cuento. Me saltan las lágrimas de emoción al leer las últimas líneas. Gracias por este momento.
December 20, 2020, 10:12

  • María José R. Cons María José R. Cons
    Muchas gracias Sira. Sí, el final es emotivo. Ese debería ser el final de las cosas. Bueno, humano y generoso. December 21, 2020, 10:10
Mael Sánchez Mael Sánchez
Muchísimas Gracias por tu apreciación💖… Un abrazo!!!😊También me gusta mucho tu estilo... Espero el próximo escrito que seguro leeré. Saludos!
December 20, 2020, 00:34
Mael Sánchez Mael Sánchez
Maravillosa!!! Cálida, sentida y llena de sensibilidad... La Caridad que al final es bondad pura del corazón se manifiesta de maneras misteriosas, especialmente en los días de navidad... Extrañamente y para Bendición de muchos cuando la frialdad del clima arrecia es el momento cuando los corazones más anhelan el calor del amor, el compartir junto a los seres queridos y esperar con esperanza un nuevo año de Felicidad y Bienestar. Me extendí pero creo que vale la pena expresar esta reflexión. Excelente! Te Felicito. Saludos🎄⛄🔥
December 19, 2020, 21:35

  • María José R. Cons María José R. Cons
    Muchísimas gracias por tus cálidas y amables palabras. Eres un amor. Y además escribes muy bien y con sentimiento. Sí, a veces, de la situación más dura surge la más pura y dulce bondad, como la de Sasha. Un abrazo. December 19, 2020, 22:06
Alberto Fernandez Perez Alberto Fernandez Perez
Bendita Sasha y San Esteban. Me gustó el intercalado de la historia de la Basílica de San Esteban. Muy buena ambientación.
December 13, 2020, 16:34
Carla Soriano Martinez Carla Soriano Martinez
Tierna historia de Navidad. Gracias por compartirla.
December 13, 2020, 16:32
~