V
Vann Fjernthav


El marqués de Sade, poco antes de morir, cuenta a su hijastro Charles Quesnet (personaje real) por qué hizo ciertas cosas, por qué escribió ciertas otras y cuáles fueron las verdaderas razones de su condena. El corazón de la historia es una novela (auténtica) de Sade, prácticamente desconocida, hoy y en su época.


Tarihi Sadece 18 yaş üstü için.

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Extraño legado

I. EXTRAÑO LEGADO

Llega un paquete con un libro manuscrito y una carta para el artista pintor Mr. Charles Quesnet, Calle Faubourg Montmartre nº 4, París.


Charenton, 20 de enero de 1815

Señor Quesnet:


Os envío, pasado a limpio, lo último que me dictó vuestro padrastro desde la prohibición. No he dicho nada a nadie sobre ello. El Conde quemó ante la policía todos los escritos que había en la celda cuando llegó. Por suerte, vuestra madre y yo conseguimos antes sacar algunos.


Por lo visto, a las autoridades les parece ahora menos malo que una lavandera se prostituya con un recluso que permitir que él escriba, y por ello fingimos lo primero para lograr lo segundo, además de aprovechar mis viajes con la ropa de la lavandería. Por suerte, mi reputación no se ha manchado fuera del manicomio. Mi madre, la vuestra y vos mismo sois testigos de mi verdadera conducta.


Lamento la pérdida de vuestro padrastro, que era también mi amigo, y espero que mis esfuerzos ayuden a que algún día se haga justicia.


Vuestra humilde servidora,

M. L.


PARA UNA NUEVA HISTORIA DE TAMOË

Soy viejo, estoy ciego y se me ha prohibido escribir, así que no tendré tiempo para otra historia de Tamoë. Como la primera te gustó tanto, ahí te dejo unos elementos para que la escribas tú, porque yo no podré. Tendrás que procurar que nadie la relacione conmigo, o te acusarán de todo lo peor sin ser cierto. Cambia nombres, modifica la apariencia. Lo importante será lo mismo.


Puesto que los principios morales de Tamoë van contra los que imperan en todo el mundo, no tardaría, si acaso existiera, en ser destruída. Supón que es así, que sus habitantes lo saben y que preparan su dispersión por el mundo antes de que ello ocurra. Con esto tienes ya el argumento para la nueva historia, si alguna vez quieres escribirla.


No intentes publicar todo lo que hay aquí. Algunas cosas pueden costarte la vida o la libertad, y hasta se te podría someter a las peores torturas. Quizá sea mejor no publicar nada. A tu juicio dejo legar estas ideas a tus descendientes, por si alguna vez la humanidad cambia, o quemar este escrito. Me basta que lo hayas visto tú y sepas cómo pienso y siento.


Elementos para una nueva historia de Tamoë

Ten en cuenta que, si acaso un lugar como Tamoë pudiera existir, estaría condenado a una pronta destrucción, necesariamente abocado a ella por cuantos pudieran desear sus riquezas y odiar sus costumbres. Para conservar la raza y el espíritu de Tamoë, sus habitantes deberían dispersarse por el mundo y mezclarse con todas las naciones. Mezclarse sería harto difícil, aunque posible. Lo más difícil, casi imposible, sería conservar de algún modo el espíritu de Tamoë, y aún más el transmitirlo a otros.


El comienzo de la historia podría ser que un día el rey Zamé se da cuenta, por un ataque pirata, de que Tamoë está en un grave peligro, pues todas las otras naciones no pueden ser sino sus enemigas. Una isla tan pequeña, pero rica en oro, y con unos principios morales que serían odiados por el resto del mundo —y más por los europeos, por más que éstos digan adorarlos—, no puede esperar sino la destrucción tan pronto como sea descubierta. El minúsculo poder militar de Tamoë es inútil contra cualquier ejército, pues ya le ha sido bastante difícil luchar contra unos filibusteros.


El rey diseña un plan de supervivencia por colonización pacífica, introduciendo los principios de la moral de Tamoë en otras naciones. Así, si se destruye el país original, quienes hayan salido de él llevarán su espíritu allí donde vayan. Habrá que emigrar a todos los puntos del globo y mezclarse con sus habitantes, sin distinción de raza ni civilización. Pero será difícil en extremo vivir con el enemigo, tomando su apariencia sin adoptar sus principios.


El plan es, en realidad, dejar la isla y su oro a los voraces malvados que, de forma inevitable, acudirán a ella tarde o temprano y se matarán unos a otros por conquistarla. Hay que dejar un lugar que, de todos modos, sería invadido y destruido, y la población local pagaría las consecuencias. Cobardía, dirán algunos, pero yo digo que la cobardía, en tal caso, sería negarse a ver la realidad.


La dispersión deberá ser preparada con un plan bien estudiado. Habrá que aprender, antes de la huida, diferentes lenguas, modos de adaptarse a distintos climas y muchas otras cosas. Cada grupo, además de la lengua, deberá aprender las costumbres del lugar al que vaya, y como muchas son contrarias a los principios morales de Tamoë, en cada caso habrá que aprender a adoptar su apariencia sin incurrir también en su esencia. Habrá que aprender un arte desconocido en Tamoë: la hipocresía, sólo con el fin de preservar la vida y la libertad. En todas partes se hallará, con miles de formas distintas y mutuamente enemigas, el mismo gran obstáculo, el mismo veneno, que es la superstición. El segundo gran obstáculo es el falso amor a la patria, que lleva a odiar a las otras naciones, como si alguien, para amar a su familia, tuviera que asesinar a la del vecino.


Para prevenir la codicia de quienes le rodean, el pueblo de Tamoë debe escoger para asentarse lugares que no contengan nada que otros puedan codiciar. Habrá que acostumbrarse a las zonas más inhóspitas y pobres, a menos que se quiera entrar en las más hostiles: las ciudades, donde cualquier extranjero es mal recibido si no es rico y poderoso, y donde el oro sin acuñar de Tamoë tan sólo crearía enemigos.


Tamoë debe expandirse al mundo exterior, pero no como secta, ni partido, ni religión, ni nación invasora, sino como individuos o pequeños grupos esparcidos, portadores de los valores morales de Tamoë, que se derivan todos del amor como fin y de la razón y la observación como medios.


Ahora puedes imaginar los preparativos para la migración, como el envío de exploradores. Puedes inventar el diario escrito por uno de ellos o por varios, mostrando así el contraste entre Tamoë y el resto del mundo. El final lo dejo a tu elección: si quieres uno conforme a la realidad y a la naturaleza, pon que varios exploradores son asesinados, algunos de ellos con horribles torturas, y que otros sufren accidentes y enfermedades, menos unos pocos que regresan, sólo para ver cómo su isla es invadida por los ingleses, o los franceses, o no importa qué otros, pues todos saben igualmente robar, esclavizar, torturar y matar.


Si en vez de todos esos horrores prefieres un final de pura fantasía, más cercano al que yo quisiera, pon que los tamoenses consiguen asentarse en lugares apartados y pobres que no atraen la codicia ajena, desde donde envían luego a algunos a diversas ciudades del mundo; éstos corren desigual suerte, pero todos sobreviven, y, poco a poco, en el transcurso de varias generaciones, van contagiando rasgos de la moral de Tamoë a otra gente. Un final espectacular pero artificioso sería que los invasores encontrasen la isla vacía, y, una vez en ella, estallase el volcán, pero eso es pedir demasiado a la naturaleza.


Debes tener en cuenta que Tamoë es tan sólo una nación ilusoria. Las naciones naturales y reales, a diferencia de Tamoë, tienen siempre, de un modo u otro, sus cárceles, patíbulos, manicomios, iglesias, burdeles y salas de tortura, así como también supersticiones, hipocresías y santurronería, religiosa o atea —la Razón, la Patria, la Libertad o cualquier otra excusa—, y nunca faltan los violadores de niños. Una nación sin esas cosas, ni que sea teniéndolas todas menos una, no puede pertenecer a la realidad: solo puede ser fruto de la fantasía. Hay que ser realmente el marqués de Sade para imaginar un lugar como Tamoë, donde no hay ni una sola de ellas.

22 Ekim 2020 19:34 0 Rapor Yerleştirmek Hikayeyi takip edin
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Sonraki bölümü okuyun I. El paraíso nació en el infierno

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