maryahwell Maryah Well-Autora

¿Cómo es posible que no me diera cuenta antes de que Samanta ha crecido? ¿Dónde tenía los ojos para no verla en todo su esplendor? Con todas nuestras discusiones desde que nos conocemos, es decir, desde antes incluso de que ella naciera, ninguno de los dos nos dimos cuenta de que esas broncas serían el comienzo de algo mucho más allá. Tras vigilarla durante nuestras misiones, los celos porque se estuviera dando el lote con un motero peligroso, mi cuerpo toma la iniciativa y no me puedo creer lo que hace. ¿Cómo se puede querer a alguien tan rápidamente? ¿Cómo hacer para que mis celos no se interpongan en el camino de nuestras misiones?


Romantizm Erotik Sadece 18 yaş üstü için.

#amor #erotismo #novelacorta #relato
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1. Aiden

Nindram, Adanac. 4 de septiembre de 2020


Estoy sentado en mi coche, siguiéndole los pasos a un tipo sospechoso de tráfico de drogas. Bostezo por el aburrimiento de hacer guardia y miro la hora en la pantalla del móvil. Joder, solo ha pasado media hora y ya estoy cansado de estar aquí sentado sin hacer nada.

Cojo la botella de agua que descansa en el asiento del copiloto y le doy un sorbo. Doy otro trago, pero esta vez, lo escupo cuando veo a alguien conocido que sale de una habitación del motel donde se está hospedando mi sospechoso.

No me jodas, pienso al ver a Samanta caminar hacia la salida cogida de la mano de un tipo lleno de tatuajes y piercings. Va ataviado con una chaqueta de cuero con el escudo de una banda de moteros muy peligrosa y frunzo el ceño cuando llegan hasta una moto, él se monta, le deja un beso en la boca a la chica, se pone el casco y se marcha dejándola sola.

La joven lo despide moviendo una mano y una sonrisa en los labios rojos como el fuego. Saca el móvil de su bolso y manda un mensaje.

Qué extraño todo, me digo sin quitarle los ojos de encima. No podría, aunque quisiera. ¿Desde cuándo tiene esta chica tantas curvas?, me pregunto contemplando el vestido de cuadros rojos que se ciñe a su cuerpo como un guante.

La muchacha agarra el asa de su bolso y empieza a caminar hacia mi dirección. Bajo la ventanilla del copiloto y la llamo cuando pasa por mi lado:

—¿Qué haces aquí, flaquita?

Samanta se queda parada de perfil, se agacha lo suficiente para poder ver por el hueco de la ventanilla y clava sus ojos negros en mí con el rostro serio.

—¿Y tú? —me inquiere con la voz seca.

—Yo he preguntado primero. ¿Tu padre sabe de la existencia de tu novio motero?

—No es de tu incumbencia. Como se te ocurra decirles algo a mis padres, te mato —me advierte con la amenaza reflejada en sus ojos.

—Vaya, qué agresividad, flaquita.

—Deja de llamarme así. Ya no estoy flaquita como cuando era pequeña. ¿Estás esperando a alguien? —me interroga apoyando los brazos en la puerta y dejándome ver, con una mejor accesibilidad, su escote.

—No. Estoy trabajando.

—Ah, pues que te sea leve —me dice dedicándome una sonrisa e irguiéndose para irse.

—Espera, fla… Sam. ¿Tienes algo que hacer?

—Dormir. ¿Por qué?

—¿Me puedes acompañar? Aún me quedan dos horas para que me releven y me aburro.

—¿Me lo estás diciendo en serio? —me pregunta con sorpresa. Asiento con la cabeza y me dedica una nueva sonrisa—. Vale, te haré compañía si, después, me llevas a cenar y a mi casa sana y salva.

—Trato hecho.

Le doy al botón para abrir los pestillos de las puertas, se sienta a mi lado y, sin querer, le echo un vistazo a sus largas y estilizadas piernas. Carraspeo para deshacerme del pensamiento tan extraño que acabo de tener y le digo:

—¿De verdad estás saliendo con ese motero o es una nueva misión? ¿Quieres saber cuándo se hará la próxima entrega de drogas?

Menea la cabeza para mirarme y chasquea la lengua, asintiendo con la cabeza.

—Así que solo me has dicho que te acompañe para sacarme información confidencial. Muy bonito, capitán cotilla.

—No quiero que me des ningún detalle de tu misión, solo saber si tengo que protegerte la espalda cuando ese motero se entere de que le mientes.

—Tranquilo, tengo a otros que guardan mi espalda. Y no creo que se entere si ningún bocazas se lo dice —responde poniendo énfasis en “bocazas” para que me dé por aludido.

—Está bien, haré todo lo posible para no dejar tu identidad al descubierto. ¿Cómo debo llamarte si me encuentro con vosotros por casualidad?

—Basta con que me ignores.

—Vale.

***

Los minutos pasan y no sé para qué le he dicho a Samanta que se quedara para hacerme compañía, al final está callada, sin darme ninguna conversación. Además, su atuendo me está distrayendo y no debería hacerlo. La conozco desde antes de que naciera, por el amor del cielo, me digo resoplando.

—Bueno, flaquita, deja de hablar ya, me estás dando dolor de cabeza con tanta charla —le digo con ironía.

—No tengo nada de qué hablar contigo.

—Entonces, ¿para qué te has subido al coche?

—No tenía ganas de volver a mi casa en autobús —contesta encogiéndose de hombros.

Parpadeo perplejo por lo que acabo de escuchar y un movimiento en la entrada del motel capta mi atención. Un esbirro de mi sospechoso está saliendo y nos verá si no hago nada.

—Mierda. Agáchate —le ordeno cogiéndola de la cabeza para tirar de ella hacia abajo y escondernos en la oscuridad del vehículo.

—¿Para qué te pones tan cerca de la puerta? —me recrimina en un susurro con la cara muy cerca de mi entrepierna.

Una de mis manos está en su cabeza mientras la otra está apoyada en su cadera. Desde esa distancia puedo ver con más claridad sus curvas y oler su perfume. Aiden, céntrate en tu trabajo, me riño tragando saliva con dificultad.

—Para no perderlo de vista.

Me asomo con cuidado y veo que ya no está el hombre. Sin embargo, decido quedarme un ratito más en esa posición. Mis ojos se abren cuando me doy cuenta de lo que acabo de pensar y me levanto de inmediato.

La chica se yergue y clava sus ojos en mí, como si estuviera acusándome de algo.

—Será mejor que me vaya en un taxi —dice después de estar en silencio unos segundos, pensando en lo que hacer o decir.

—No hace falta. Mi… mi relevo… —estoy intentando hablar cuando veo que un coche me hace una ráfaga con las luces a mi espalda—. No te vayas, ahora vuelvo.

Salgo de mi vehículo, me acerco a mi compañero y le doy la información de lo que ha pasado hasta que ha llegado. Le estrecho la mano y regreso a mi automóvil para irme con la joven.

—¿Sigues queriendo que te invite a cenar? —le pregunto con la voz temblorosa.

—Prefiero que me dejes en mi casa. Estoy cansada. Otro día puede que me lo cobre.

—Como quieras.

Arranco el motor, me abrocho el cinturón y pongo rumbo hacia la casa de la chica.

Seguimos en silencio todo el trayecto, más incómodos que cuando discutimos y le imploro a los dioses que lleguemos cuanto antes.

Freno delante de la finca de sus padres, se desabrocha el cinturón de seguridad, me agradece que la haya acercado y me dirijo hacia la casa de al lado, la de mis padres, para subir a mi habitación y descansar todo el tiempo que pueda antes de volver al trabajo.

15 Ekim 2020 20:17 0 Rapor Yerleştirmek Hikayeyi takip edin
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Sonraki bölümü okuyun 2. Samanta

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Okumaktan zevk alıyor musun?

Hey! Hala var 7 bu hikayede kalan bölümler.
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