César sujetó delicadamente la mano de su esposa entre las suyas. Se la llevó a la boca, la besó y después la apoyó contra su mejilla. No pudo contener la angustia que le desbordaba y echó a llorar.
La blanca habitación inmaculada parecía la sala de espera para aquellos cuyo destino es el cielo. A parte de los sollozos de César, los únicos sonidos que la perturbaban eran los pitidos de las diferentes máquinas que allí se encontraban. Todas junto a la cama, vigilantes y alertas ante cualquier cambio que se pudiera llegar a producir en el organismo de su esposa Silvia. La mujer dormitaba boca arriba, imperturbable entre las sábanas. Hace dos años que dormía; eso le decía César a Emma, la hija de ambos. Para el resto de la humanidad, hace dos años que Silvia estaba en coma.
César volvió a besar su mano y la miró a la cara. Silvia tenía la piel tersa y limpia; las enfermeras la bañaban con paños húmedos todos los días. Sin embargo, a su marido le daba la impresión que por más que lucharan por dejarla impecable seguía faltándole algo; a la piel de su mujer le faltaba el brillo de la vida. El lacio cabello negro le caía hasta los hombros. Un corte que Silvia jamás hubiera utilizado; le gusta llevarlo largo. Pero para sus circunstancias particulares era más práctico. Sobre la ceja derecha, casi al nivel del cuero cabelludo, tenía un círculo de piel del tamaño de una moneda, más pálido que el resto. César sabía que, un poco más arriba oculta debajo del pelo, había una larga cicatriz resultado de la cirugía de emergencia. La misma intervención que le había salvado la vida, pero que no consiguió sacarla de su sueño eterno.
—Silvia, por favor despierta —rogó César en voz baja—. Hazlo por Emma, hazlo por mí. Te necesitamos, ya no sé qué hacer…
Como era de esperar, no hubo respuesta. Después de dos años esperando cada día que Silvia abriera los ojos y le sonriera, la esperanza era una hebra gastada a punto de romperse. Y ese era uno de los dos problemas que golpeaban las sienes de César como martillos mecánicos. Como administrativo de una empresa poseía un sueldo más que decente, pero mantener a una esposa en coma durante todo ese tiempo lo había llevado casi al límite. Tanto los médicos, como su propia familia, le insinuaron que ya era hora de aceptar que no habría milagro para su esposa.
—Emma ya no es un bebé —le dijo mirándola a los párpados cerrados—. Cada día es más inteligente y entiende lo que sucede a su alrededor. Ayer… ayer cuando la arropé… me preguntó por su mamá… ella quería saber por qué duermes y cuándo despertarás…
Las palabras se atoraron en su garganta, interrumpidas por un fuerte nudo de desconsuelo. César dejó caer la frente contra la cama y volvió a llorar. Los pitidos de las máquinas no presentaron ningún cambio. Nadie lo consoló.
—2—
—¿Hace cuánto duerme mamá? —preguntó Emma con un hilo de voz.
A César se le escapó el alma del cuerpo y le tambalearon las piernas. Terminó de arropar a su hija y se sentó junto a ella. El corazón le latía con vehemencia. No estaba preparado para aquello. Y jamás lo estaría. Por eso cerró los ojos y contestó:
—Desde el casamiento de tu tía. Eras demasiado pequeña para recordarlo.
La frente se le perló de sudor y comenzó a sentir retorcijones en el estómago; todo aquello no era justo. Ningún padre debería tener que explicar tales cosas a su hija y ninguna hija debería crecer sin una madre. Cesar abrió los ojos y por un segundo vislumbró el rostro de Silvia reflejado en el de su pequeña. La niña tenía el mismo cabello negro, pero el de ella sí era largo; como le gusta a su madre. La misma piel de porcelana y grandes ojos azules.
Emma pareció dudar, pero frunció el entrecejo y volvió a abrir la boca. Se hallaba decidida a satisfacer su curiosidad y la tristeza en su corazón; la cual se divisaba a través de la humedad en sus ojos.
En ese momento César supo que había llegado la hora de la pregunta que tanto temía y le devoraba por dentro:
—¿Por qué mamá está dormida?
Al oír aquellas palabras supo que no se atrevería a contarle los horribles hechos de esa noche. Pero al desviar la vista se topó con el estante repleto de libros que a ella tanto le gustaban. Por eso cuando abrió la boca hizo lo mismo que habría hecho otras tantas veces cuando la pequeña no podía dormir; le narró una historia digna de un cuento…
—Al terminar la boda real, la noche aún era joven y la luna iluminaba el firmamento. Aprovechando que te hallabas en las buenas manos de la criada, decidimos dar un paseo a través del bosque cercano a la catedral…
Finalizada la boda de su hermana, y debido a la hermosa noche de verano, Silvia y él decidieron dar un paseo y atravesar el parque cercano a la iglesia para tomar un taxi al otro lado. Cruzaron la calle tomados de la mano y caminaron por los senderos iluminados del parque. La brisa les acariciaba la cara y los grillos zumbaban alrededor. Se besaron junto a una fuente como dos adolescentes y rieron un tanto borrachos. Antes de llegar al otro extremo, Silvia lo detuvo y lo llevó a un lado del sendero. César no entendió el por qué hasta que no estuvieron muy cerca; las flores. Un gran rosedal. Las rosas eran las flores preferidas de su esposa. Y a pesar de que esas estuvieran cerradas a la espera de un nuevo día, ella se agachó y las olió con una sonrisa. Él quedó absorto ante la belleza de su mujer bajo la luz de la luna.
Y por eso no los escuchó aproximarse como animales al acecho.
—Dos forajidos de túnicas negras nos tendieron una trampa para apoderarse de nuestros tesoros…
César dio un respingo cuando alguien a su espalda pronunció las palabras —¡No se muevan! — y sintió el tacto frío del metal en la nuca. A partir de ese momento todo lo sucedido le resultó muy borroso y confuso. Dos hombres encapuchados que les apuntaban con armas de fuego. Uno de los desgraciados se acercó a Silvia y trató de robarle su collar de perlas. El collar que le había regalado su abuela y que ella guardaba y atesoraba con ilusión de que algún día se lo daría a su pequeña Emma. Por eso Silvia se negó y se apartó. Los ladrones se pusieron nerviosos. César quiso hacer algo, pero un golpe en la nuca lo dejó tendido en el suelo, observando a su amada sin ser capaz de ayudarla. Silvia gritando, forcejeando, y entonces…
—Uno de los oscuros forajidos arrojó un malévolo hechizo sobre tu madre…
Uno de los ladrones disparó. El ruido aturdió a César, quien no percibió cuando los maleantes huyeron corriendo. Solo recuerda arrastrarse, tropezar y alcanzar a su esposa. Ella desparramada sobre el césped. Los ojos cerrados, el rostro manchado de sangre y un charco formándose debajo de su cabeza. Él pidiendo ayuda a gritos, pero creyendo que apenas susurraba. Los segundos se volvieron horas y los minutos días enteros viendo a Silvia palidecer como un cadáver…
Pero alguien lo había escuchado, o escuchado los disparos. Aparecieron personas a su alrededor y lo apartaron, por más que luchó por estar a su lado. Recuerda las sirenas de las ambulancias, Silvia en una camilla y él en la sala de espera sin terminar de creer esa pesadilla.
Al final de esa noche, Silvia había logrado sobrevivir, pero también había comenzado su eterno sueño. Se había convertido en la bella durmiente…
—3—
—No pude hacerlo, mi vida, no pude decirle la verdad —murmuró César negando con la cabeza—. Le mentí a nuestra hija. No me atreví a romperle el corazón. Y creo que también le mentí para que no se rompa el mío. Nunca la abandonaré y la cuidaré con toda mi alma, pero… te necesitamos.
Sin respuesta.
Observó la hora en su reloj; debía ir a trabajar.
—Antes de que me vaya —dijo y se puso de pie. Se sentía mareado. —Emma tuvo una idea. Cree que puede ayudarte a despertar.
César caminó hasta una pequeña mesa junto a la puerta y agarró algo envuelto en papel de diario. Regresó junto a su esposa y abrió el paquete. Dentro había una rosa solitaria; pero a diferencia de las de aquella noche, ésta se hallaba abierta y desprendía su inconfundible aroma.
—Tu flor favorita. —sonrió.
Depositó la rosa en su pecho, le acarició la mejilla y le colocó el pelo detrás de la oreja. César se acercó hasta que sus rostros estuvieron pegados. Cerró los ojos y besó a su esposa. Fue un beso suave y delicado, pero repleto de amor y esperanza; y con suerte de un poco de magia. Permaneció unos minutos en la misma posición antes de despegar sus labios. Aun inclinado, la contempló por un breve momento en busca de cualquier señal insignificante de mejoría.
Nada.
César sintió cómo su corazón se resquebrajaba como tierra reseca. Era un tonto por aguardar alguna especie de milagro. Después de todo; la magia sólo pertenece a los cuentos para niños. La vida real no posee tal esplendor, y, sobre todo, escasean los finales felices.
Se irguió y respiró profundamente para tratar de recomponerse. Elevó la mano de Silvia y la besó como un caballero de las historias de Emma. La regresó a su sitio y la apretó una última vez como para darse valor para continuar con su vida. Dio media vuelta y salió de la habitación como una persona derrotada.
Pero dio un paso y se detuvo; mejor dicho, algo lo detuvo.
Sintió los dedos atrapados.
Los monótonos pitidos en la habitación comenzaron cambiar hasta transformarse en una melodía fulgurante de magia. Digna de un cuento para niños, y, cómo no, para adultos…
Okuduğunuz için teşekkürler!
Una hermosa historia cargada de sueños, emociones y sentimientos, la melancolía se mezcla con la fantasía y la tragedia y al mismo tiempo, se convierte en la vida misma. La trama mucho más real de lo que se pudiera percibir y la narrativa te hace perderte plenamente en sus palabras. Totalmente recomendada. ¡Felicidades al autor!
Un relato lleno de emociones que nos presenta la realidad silenciosa de muchos y el como la fantasía, el drama y la magia se entremezclan para regalarnos un poco de esperanza.
De principio a fin, una narración excelente y escrita con ternura. Los personajes te generan una sonrisa en medio de la incertidumbre de la trama, en especial en el momento decisivo del desenlace. ¡Cuento recomendado!
Un relato muy bien construido, una historia fantástica tanto por su trama como por su escritura: Luca Domina explora un género poco usual en sus trabajos y entrega este cuento emotivo y conmovedor.
Luca sigue demostrando su potencial como escritor al entregarnos un relato dulce y conmovedor, con una estrategia narrativa muy creativa y un final sorprendente y esperanzador ¡Muy recomendable!
Aunque es verdad que Luca Domina es conocido por sus historias de terror, aquí nos muestra sin embargo su lado más realista y sensible que haya creado jamás en cualquiera de sus obras. Un comienzo duro, una travesía fatigosa y un final lleno de esperanzas... Excelente!
Un relato brillante escrito por un autor brillante. Luca nos lleva de la mano con dulzura y sensibilidad a través de una historia que se desarrolla en un contexto hostil y triste, demostrando asi sus capacidades para desenvolverse con soltura en temáticas y géneros distintos. ¡Muy recomendable!
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