Mutaciones Hikayeyi takip edin

Un músico, John Cale, se obsesionó con el silencio solo para comprobar que éste, en estado puro, no existe en la naturaleza. Consiguió crearlo, artificialme, dentro de una campana. Es rarísimo, por no decir imposible encontrar en el mundo de los fenómenos algo en estado puro, al cien por cien; es antinatural e inhumano. Del mismo modo, no existe la inmovilidad, el estatismo en nuestro orden natural de las cosas. Todo, desde lo más grande a las partículas más elementales está en constante movimiento. La Tierra gira sobre sí misma y a la vez, alrededor del sol. Y nosotros nos movemos con ella.

Estamos, pues, en movimiento. Interno y externo. Es inevitable. No es algo que podamos negociar. De la misma manera, estamos condenados al Devenir, al transcurso del tiempo, aunque a veces quisiéramos detenerlo: en momentos de felicidad y éxtasis, cuando sentimos la ternura de la mirada de un niño, cuando nos hechiza una puesta de sol con el disco rojo cayendo en una indescifrable curvatura.

Somos una especie evolutiva. Vivimos en algún lugar en el que se cruzan las leyes de la necesidad y del deseo. Por supervivencia nos vemos obligados a una adaptación constante. La vida nos obliga a metamorfosear, a mudar de piel, a adquirir habilidades nuevas y a desprendernos del bagaje que ya no nos sirve. Este proceso no es fácil. Nos obliga a cesiones que a veces no deseamos. Pero es un imperativo de la lucha por la vida. Lo que no evoluciona se petrifica, decae y desaparece o se vuelve irrelevante.

Constantemente probamos nuestras habilidades e intentamos desarrollar otras nuevas por adaptación. A veces sentimos el deseo de ser profundamente sofisticados, en otras necesitamos instintivamente un regreso a formas de primitivismo, a lo más elemental y primario. Podemos sentir la necesidad de ser deslumbrantes, como si habláramos esperanto y en otros momentos de necesidad e intuición básicas el lujo, la necesidad es beber agua con avidez abrasados por el sol, comer con las manos por una sensación de hambre que exige una satisfacción inmediata o experimentar la desnudez en la naturaleza, una experiencia simple pero a veces mística para recuperar un vínculo ancestral, perdido, con algo que una vez fuimos en las diferentes etapas de nuestra evolución como especie.. Esto es pura antropología, un reencuentro con nosotros mismos.

Las Mutaciones, pues son parte de nuestro ciclo vital. Los griegos clásicos daban un doble significado a la palabra crisis. El primero es el que subsiste hasta hoy. El segundo significado era cambio, movimiento, transformación, y está muy cerca de lo que se ocupa este breve ensayo.

Pero las Mutaciones no sólo tienen que ver con la necesidad. Tienen también que ver con nuestra evolución como individuos, con nuestras vocaciones e ilusiones, con la forma y el fondo que queremos darle a nuestras vidas. Si nos pusiéramos a nosotros mismos en un caleidoscopio, en un túnel del tiempo veríamos diferentes versiones de nuestro Ser. Cambian nuestras necesidades, nuestras impresiones y percepciones, nuestra valoración de las cosas y nuestras prioridades. Sin embargo, debemos mirar sólo lo justo al pasado. Si nos dejamos atrapar por él puede encadenarnos con severos grilletes. En otro plano, la nostalgia es una sutil Sherezade, una hábil mentirosa. La nostalgia tiende a deformar los hechos, a hacer más bellas y dulces experiencias que quizás no lo fueron tanto. Nos descentra, nos desfocaliza, nos aparta del camino. El futuro son banderas que ondean al fondo del horizonte. Tampoco hay que obsesionarse con él. Hay que tomar referencias, objetivos. Pero es necesario anclarse al presente, al momento presente, disfrutarlo y esquivar las espinas y alegrías que iremos encontrando. El presente es el único momento realmente existente, tangible. Y como todo lo temporal, se desvanecerá. Hay que vivirlo intensamente cuando es placentero y/o relajante.

A veces nos sentimos atrapados, estancados. Éste es un rasgo típico de los finales de ciclo, cuando una fase vital se ha agotado, cuando la piel se ha vuelto vieja y ajada. Y entonces hay que mutar, evolucionar, tomar decisiones para evolucionar hacia una piel nueva, a una nueva esperanza. Un mundo agoniza y otro nuevo aún no ha nacido. El Crepúsculo de los Dioses es sólo el ínterim entre su extinción y la Aurora de una nuevo día,de un nuevo orden, de nuevos héroes.....y Dioses.

Estos ciclos de fecundidad y agotamiento también se dan en la afectividad, en el complejo mundo de la pareja. Hay una noción idealizada de la pareja como una unidad. Pero la pareja la componen individuos, cada uno con su desarrollo personal, con sus Mutaciones. Este hecho le da a las relaciones de pareja una fragilidad intrínseca. Las parejas funcionan mientras son compatibles los universos propios. Cuando empiezan a separarse, a divergir, se deterioran, a veces hasta un punto irreversible. Y probablemente no cabe hablar de culpables e inocentes. Es un proceso natural, aunque doloroso.

Finalmente, a la hora de escoger, de orientarnos en nuestras propias Mutaciones y no errar el camino es preciso tener un conocimiento profundo de nosotros mismos. Y aceptarnos en nuestra totalidad, con nuestras luces y nuestras sombras, nuestras virtudes y defectos, con lo sublime y lo más oscuro que vive dentro de nosotros.