Se levantó una mañana y decidió entonces no desviar la mirada. Su voluntad se expandió como los zarcillos de aquella enredadera... la que corre por donde quiera y la que vuela cuando se le place. La esencia a flores llenó la estancia de su existencia. Y los pétalos, como suaves besos de debutante, la llenaron de virtud.

Desde que papá se fue de acampada mami se la pasa murmurando cosas raras, me da mucha risa verla con los pelos parados, hasta se parece a un mapache con los ojos todos negros. Hoy me compró pizza pero tenía un sabor raro, también se peinó y se puso bonita, nos subimos al auto y fuimos de paseo al bosque, caminamos hasta que me dio mucho sueño y dolor de pancita. —Tengo frío mami —Me abandonan, todos me abandonan… Mami se dio media vuelta, seguro que va por medicina y la colcha al auto.

¿Cansado de lidiar con molestos humanos y azadones? ¡Extintores Valaquia es para ti! Los servicios exclusivos de extintores Valaquia dejarán tu zona libre de humanos y sus crías, vuelve a lo sobrenatural, vuelve a lo sano, Extintores Valaquia se come a tus humanos. Válido sólo para Rumanos y antiguos Targovistianos.

Yo, el Crupier, afamado asesino serial de casinos me encontraba colgado cual diana, rodeado por los deudos de mis víctimas, ya me faltaba un ojo y uno que otro dedo. Mientras aquellas personas se turnaban para lanzar los dardos, vi que comprendían con portentoso horror la naturaleza de mis actos, había cierto placer en la incertidumbre, un poco de ansias por la expectativa y mucho placer de jugar con las probabilidades. Cuando los oí apostar lo supe. Hoy la suerte no estaba de mi lado...

Siguiendo un rastro antiguo en medio del bosque, una Ninfa huérfana hizo un trato con un oscuro guardián. Rompió el velo que la mantenía oculta a ojos del hombre y con sus propias manos se abrió paso a través del tabú de la carne. Cuerpo de mujer, alma divina elemental, venganza colosal. El hombre por sus placeres se arrastraría, Isabella la ninfa cantarina dentro del viejo bosque como sacrificio los usaría. El wendigo ahora se comía a los hombres coleccionistas de la entomología.

Y a quién le cuenta todo lo que le susurra ese antónimo de la conciencia mientras por fuera finge que todo va bien, quizás las palabras... quizás los monstruos también mutaron en el abismo de su envoltura. Y aprendió en la tempestad oscura a mostrar fortalezas invisibles, asfixiantes, corrosivas, que aprisionan en el haber al diminuto despojo humano que fue en aquel viaje con lo divino a la excursión más profunda. ¿Y a quién le pide que entienda?

Miraba al contrario sin ocultar su pesar, sus ojos reflejaban la realidad distante de hipócrita paz entre ellos y una lágrima frustrada le surcó la mejilla. El camino de aquella gota se nutrió de los momentos felices vividos y de las pocas satisfacciones obtenidas, al caer, solo dejó en aquellos espejos expectantes una triste realidad, aquel que quería ser heraldo zagal, atrapado quedó en el laberinto de sus propias maquinaciones, perdido por siempre en el limbo de la realidad y la inventiva

Cuando nuestras mareas se encontraron fuimos melodía clara, la belleza de la espuma venusiana hacía gala en tu perfil con el vaivén de las olas y la Luna matrona bañaba mi ensueño, arrecife tu cabello, manantial tu mirar. Cuando nuestras mareas se encontraron creamos un mundo nuevo donde pude vislumbrar lo que fuimos, lo que éramos y lo que deseaba con fervor fuéramos. Cuando nuestras mareas se encontraron, fuimos tempestad y torbellino.

Cuando su Rey acusatorio y lleno de locura junto al perro verdugo abandonaron el recinto, el aire en los pulmones de la Reina pareció congelarse ante la barbarica escena. Sus dos amores más grandes yacían cuales muñecos malogrados, los leales que la vieron allí aún en pie cerraron los ojos, el luto empañó sus gestos, fúnebre llanto, un grito tan ahogado como efímero, un secreto olvidado entre los que aún luchában por la libertad. Las lágrimas y los lamentos, el viento y el fuego se los llevaron.

Me embriagué en tus curvas, en el exótico olor de tu cabello de fuego y la poción de tu interior. Me perdí en mi deseo. Pasaron las horas infinitas y mi boca no abandonó tu sabor, pasaron los días, los meses y los años. Pasaron tus hijos y tus nietos pero tu sabor —ah...— bendito sea tu sabor que aún embriaga mis sentidos. Mil veces maldito sea mi tiempo imperecedero. Bendita siempre tú y tu irreverencia, regalo de Dios que por suerte o castigo, te llevas con tu existencia etérea mi corazón.

Quiéreme como la brisa, deja tus rabias volar... Padre dame la bienvenida que mi alma te acompañará. La ondina me susurra cantando sobre la espuma que sus aguas de mis cinco amores se llenarán. Que el alma vibre, ya me voy al mar, el hogar que me pertenece, mi bendito lugar. ¡Oh elixir de tierra, divino volcán, gracias madre por darme otra oportunidad, mírame pronto que ya me voy al mar!

De negro va el conde, azabache el cabello y de obsidianas sus gemelos para no desentonar, por el pueblo anda cuando la noche comienza a despuntar buscando más tabaco para fumar. Humo dulce y sereno, nuestro conde de humos y sueños. Mansión embrujada de soledad, él fuma para el piano tocar. Imaginarios demonios con su sonata invita a bailar, ¡Salud! una copa para los sentidos engatusar, acaricia las teclas, deja las palabras volar, dibuja en cada nota a la mujer que solo en sueños puede alcanzar.

Otra vez le vi llegar arrastrando los pies con gran pesadez, en su semblante podía ver grabado la sombra de un amor enfermizo y condicionado, uno con sabor a veneno. —Perdona mi atrevimiento— dijo lleno de aflicción apretando el sombrero entre sus manos. —Te perdono cada día por traicionar tu amor e irte de mi lado, no me pidas perdón por regresar. Por la mañana, el hombre afligido tomaba sus ropas y negándo su propio corazón regresaba a aquella casa que solo significaba dolor y prisión.

A lo lejos viene el forastero con la cara de su tierra cincelada en la piel, cargando en el saco a su espalda el peso del perpetuo andar. Maravillas oculta tras su negro mirar, te hablará de lo que tú no puedes ver, te dirá lo que hay más allá. Bienvenido sea el forastero que riquezas inmateriales lanza al azar, esperando que en las manos correctas puedan proliferar.

En ese preciso instante abrí los ojos a una nueva forma de existencia, desde que mi maestro abrió las compuertas del increíble brebaje que ahora animaba mi cuerpo como una vorágine, el mismo cuerpo que aún sentía el frío abrazo de la muerte al acecho, mas bastó esa primera para que el elixir diera vida a mis pesados miembros, mientras mis manos, ahora adornadas con poderosas zarpas, se aferraban a su virgen piel y mis dientes tomaban todo lo que querían, desperté mientras le arrancaban el alma.

¿Por qué finges estar dormido si antaño esperabas ver el amanecer hablando conmigo? Finges estar dormido cuando oyes mis pasos en la penumbra buscando un poco de calor. Finges estar dormido cuando escuchas mis sollozos buscando consuelo. Finges estar dormido cuando te miro en busca de respuestas. Finges no verme aún cuando me aferro a ti con desespero. Me enredé en tu amor de ilusiones y palabras de flores. Y tú finges, así como finges que mi cuerpo raído no existe bajo tu huerta de tomates.

Ella observaba el espejo estupefacta ¿Quién era esa que le devolvía la mirada? Con horror reconoció aquellos movimientos como propios, sudaba frío, los latidos de su angustiado corazón amenazaron con hacerla desmayar del pánico al verse dentro de aquel amasijo de carne, piel y huesos. Elevó un grito que desgarró el cielo gris, mientras golpeaba una y otra vez la superficie del cristal hasta hacerla añicos. Entre manos rotas y lágrimas el Hada ahora presa de la materia pagaba sus pecados.

—Cuando el alma cae en pecado y la perdición, las soluciones deben ser ilustrativas, el balance y la supremacía del hombre y de Dios debe mantenerse. Por este magnánimo motivo cuando una oveja se aleja del rebaño de la decencia y el decoro es nuestro divino mandato regresarla al camino de la piadosa redención. —¿Y si es muy tarde para su alma, Padre? —No hay pecado que el fuego no pueda purificar, hijo mío. Esa noche una antorcha flameó, un corazón se consumió y una nueva alma el fuego comió.

Papá y mamá habían dicho que Santa no existe, que estaba ya demasiado grande para seguir creyendo que alguien cumplía tus deseos en una noche mágica. —Estaban equivocados ¿verdad Santa? Le dije al hombre de barba y gran barriga que acababa de teñir su abrigo de rojo, al oírme se giró hacia mí con el saco a medio cargar ¿Era esa la pierna de Mamá?. Lamentablemente no tuve tiempo de comprobarlo, al hombre de pelo Cano y botas de agua aún le faltaban por teñir sus pantalones.

—Nuevamente era un ferviente cúmulo de vida, incontables pequeñas almas refulgían en su llegada al mundo de los vivos, zumbaban excitadas por extender las alas y saborear la libertad. Con sus propias manos labraron el camino al cielo, comiendo, rasgando y cómo si fueran un solo ser, se alzaron en victoria. Curiosas son las Calliphoridae pequeñas moscas necrófagas... Creí que había acabado con él, pero la vida se niega a abandonarlo. Lo odio, es la simple verdad ¿Debería quemarlo de una vez?

En el momento crítico, el sujeto recordó todas las increíbles coincidencias que se sucedieron al encuentro con esa mulata. Corría en la espesura del pantano perseguido por las sombras y las máscaras de antiguos espíritus. Los tambores y los cánticos lograban acallar el golpeteo de un corazón que da sus últimos pálpitos, miró la brújula que le había entregado la hipnótica mujer y que lo había llevado hasta allí, tarde se dió cuenta el iluso que todos te tratan bien cuando saben que vas a morir.

Ya no soy... pero no estoy muerta. Soy la gota de rocío que cae, la primera luz en el alba. Soy escarcha en la ventisca y me vuelvo única en cada copo. Soy el aliento mortecino de un bosque impávido y el rugir de las olas agitadas de nuestras emociones. Soy el grito, el golpe, la duda, el desenfreno y la semilla. Soy una chispa divina, soy el roce de una mano en un oscuro paraíso personal. Estoy y soy en él. ¿He tenido el agrado de conocerte? Yo no estoy aquí, no estoy muerta.

A veces los pequeños brotes de grandes aspiraciones son tímidos y les cuesta dar cara al sol, son débiles con sus sutiles amagos de alzar la figura. Las inseguridades son firmes y fieras muerden sus nuevas ramas nacientes, para eso el creador obsequia las acogedoras sombras de sus hermanos llenas de experiencia y de soleados amaneceres, llenas de lucha, de ingenio. Cuando brotan y dan sus frutos el universo les pertenece ilusorio en medio de una hoja y un papel. Cuando brotan, escriben.

Entre disfraces los monstruos están de fiesta, legiones de almas fragmentadas vestidas de luces. Toman su mano los ingenuos, son invitados para los vendidos, amantes de aquellos que cargan las condenas de sus actos. Hay sombras más oscuras que la noche, sayones de deslumbrantes tinieblas, eternas centinelas. Pero también hay lobos que miran directo hacia la penumbra hambrientos de devorar falsos soles. Advertidos están los impíos, los forasteros.

En la penumbra escucho un piano, melancólico y lúgubre, parece estar embriagado de soledad. Me llama, lo sé, me reclama. Cuando las sombras se tornan más densas, del piano surge la voz de un hombre que ruega por mi nombre. Lo puedo sentir, su cabello azabache huele a tabaco y pastel, de pronto me siento en casa. El hombre del piano me sumerge en la intensidad de su mirar, del amar. Despierto sola en medio del torbellino de seda, mi frenesí aún huele a sueños de azabache, tabaco y pastel...

Hay alguien que siembra caminos y cosecha grandes viajes, hay alguien que canta destinos y baila realidades, hay alguien que celebra los despojos y despide con esperanza los brotes más tiernos, hay alguien que no encaja mas da igual quién seáis, le amas. Ese alguien que posee el cálido abrazo del fuego azul, el río de plata que nace desde la corona, los rubíes que adornan horizontes y las huellas ¡Ah...! Hay alguien que guarda todas las huellas, todas las fallas, todos los quiebres.

Podía sentir mi cuerpo malogrado comenzar a fundirse con la hojarasca y la tierra húmeda de rocío y mi sangre. Había abandonado toda resistencia y aguardaba con parsimonia la voluntad de los Dioses, me sentía pesado, tan pesado... Ya quedaba poco, lo sabía. Fue llegado al punto sin retorno que comencé a sentir miedo de lo que no hice, de lo que pude hacer mejor y siendo devorado por ese miedo los vi, Kókkina mátia, Ojos rojos cada vez más cerca... ojos rojos en medio de la penumbra del bosque.

Tuve un gato que me acompañó desde la cuna, Mamá siempre dijo que aquel minino sería mi guardián y guía, que podía confiar en él. Una mañana no pude despertar, Gato me lamió las mejillas y jaló de mi pijama enterito, era paciente conmigo mientras intentaba seguirle el paso al gatear. Cuando ya pude ver me encontré frente a un pórtico, el más grande que en mis pocos meses de vida había visto. Entonces oí una voz profunda que le decía. —Bien hecho Jehoel, permíteme abrirles las puertas del cielo.

Aquel que todopoderoso quiso ser siempre tuvo un vigilante austero, uno que jamás advirtió, uno que siempre le había dado refugio y le hizo creer que sumiso estaba a sus designios. Pero un día el cielo rugió de ira, tiñeron sus palacios de roja desgracia, los tintaron de oscura maldad. El rayo firmó la sentencia, el Edén lloró siete noches, seis días; por él lloró muchas vidas. "Cayó el hijo condenado sin pecar a los brazos de la cruda humanidad", gritó a todo aquel que le pudo escuchar.

Nuestro destino era estar por siempre juntos, lo supe desde el momento que le vi. Por más que intentó alejarme y disuadirme de esta verdad fui firme y le demostré que su corazón me pertenecía. Una canción que Mamá solía escuchar me dio las pautas para mí mal de amores ¡Pero no me advirtió lo difícil que es derretir un músculo! Aún así el amor todo lo puede. Tu corazón y alma me pertenecen ¿Lo entiendes ahora? Tu precioso corazón... Lo llevaré por siempre en un relicario pendiendo junto al mío.

Amaba verla en el jardín y ella nos amaba a nosotros. Siempre le permitimos arrancar a algunas compañeras para su té de media tarde, hasta hoy. Cuando la vi coger el Toronjil que crecía bajo mi protección grité tan alto como pude ¡Nunca maldije tanto mi quietud!. La vi beber su taza y vi el terror en su rostro cuando el corazón no le respondió más. Seguro dirán que se suicidó, estas líneas son mi confesión, yo, Acónito de belleza mortal, con mis raíces malditas envené sin desearlo su infusión.

—Me encantaba su cabello y es por eso que le dije que no se me acercara tanto. Una y otra vez le repetí que ya no se paseara por frente de mi casa o que por lo menos se atara el cabello cuando lo hacía. Le dije una y otra vez a Lucía; así le puse, que ya no siguiera tentando al destino. Por que... ¿Le dije verdad? Dime Lucía ¿Verdad que te advertí? —le preguntaba aquel Ser a una muñeca recién fabricada hecha con cabello natural.

Sentado frente la chimenea contemplo como casi nada queda de ti, apenas los blanquecinos despojos de tu estructura. Mi hambre y sed pudieron con tu magnificencia. ¿Cuán hermosa podías ser? Te necesitaba... Oh sí, más y más cerca, tanto que devorarte no pudo aplacar mi fiebre. Ahora bebiendo el vino de la soledad brindo por lo último que me pudiste dar, el cáliz de tu mente, el vino añejo jamás tuvo tan buen sabor como el hoy bebo. Mi brindis es para ti, compartido entre mi voracidad y tú cráneo.

¿Has oído el quejido del hielo cuando se agrieta? Así como a tu inocencia la desgarraron corazones obtusos. ¿Has oído los bloques de hielo desprenderse y caer? Si es así, entenderás querido amigo la magnitud de mi tragedia. Fue tú piel mancillada la que colapsó mi razón. Y ahora, mientras tus verdugos, mis captores, se ven enfrentados a su cruel realidad espero que sean sus agravios hacia ti lo que vean mientras volamos en pedazos. Que la bomba de nuestra muerte grite tu nombre, pequeño Nathan.

—He vuelto a ti, con el orgullo destrozado, con el alma pendiendo del delicado hilo de la cordura... Oh Tiempo, hermosa epifanía de cabellos largos ¿Cuándo dejará de ser eterno tu abrazo? ¿Dónde has dejado perdida a tu otra mitad? ¿Dónde has dejado el regalo de la piedad?.

Cuando mueres me siento vivo de nuevo y desprendo de mi pecho el miedo latente de tu supremacía. Cuando reabres los ojos, otra vez soy preso de mi interior expectante y salvaje, incapaz de apartar mis ojos de tu prístina existencia. Cuando tú vives yo muero, olvido mis raíces, mis valores, mis amores. Cuando estás llena, ausentes están mis cadenas y corro en frenético libertinaje, aullando a los cuatro vientos que otra vez ganaste sobre el hombre.

Se miraba al espejo extendiendo los dedos fríos para acariciar la polvorosa máscara de añeja mirada. ¿Por qué lo hacía? una y otra vez se reprochaba. Mientras el reflejo lloraba demacrado, él reía a destajo. La otra mano sostenía un corazón triste con un tajo en medio, pues se preparaba para la próxima función, con un suspiro fugitivo entre carcajadas se puso en medio de la cara el corazón, era un payaso después de todo. Salió al escenario sonriendo, que larga cena familiar le esperaba...