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Expectativas

“Nunca vas a recibir lo que das.”

A Samara, su abuela se lo había repetido tanto al punto de considerarlo una cantaleta de gente amargada y vieja. Pero no podía razonar, apenas estaba terminando su adolescencia, junto a un amor que parecía sacado de alguna película idealmente romántica, donde la felicidad era un trofeo que fácilmente se ganaba.

Samara se había enamorado del típico guapo del salón. Y para él, ella solamente era “La oficial” y no debía dar importancia lo que él hiciera con otras. La explicación fue tranquila y concisa, pero revolvió abruptamente los pensamientos de Samara, llegando a verse en un futuro como su madre, que estaba en la misma posición con su padre. Nunca hablan de ello, porque la verdad es que no hay nada de que conversar con dos puntos de vista radicalmente diferentes.

Incluso la abuela, no tenía nada que decir o corregir sobre el comportamiento de su hijo. Para ella, era normal lo que atravesaba su nuera y su nieta mientras no haya golpes. Así son los matrimonios y de eso se trata: De resistir todo por los hijos. Porque vamos, no ganas más que tu marido como para pedirle el divorcio. Además, aunque seas mujer, no es una garantía que obtengas la custodia de tu hija si inicias un proceso.

El recuerdo de aquel galán se desvaneció con el tiempo, más no las expectativas sobre la vida. Samara desde entonces consideró sagrado amar, por ende, debía ser demostrado y enaltecido. Cosa que se tomaba muy en serio con sus amigos y su actual pareja. No era de cariños familiares dado el núcleo de misoginia, que ahora fue disfrazado con conversiones cristianas, las cuales nunca compartiría.

Desde simples cartas, donde las palabras brotaban del fondo de su corazón, hasta compras que fueron meticulosamente elegidas, Samara se enorgullecía de todo lo que regalaba porque siempre atinaba. Un simple recuerdo o alguna necesidad. Todo lo tenía presente. Es una detallista sin medidas. Y deseaba que todos fueran así con ella, pues lo merecía, aunque se escuchase algo materialista.

Sin embargo, la decepción tocaba su puerta una y otra vez. Lo sentía en su falsa sonrisa cuando recibía regalos o detalles inesperados de su pareja. Samara se mordía la lengua para no opinar más de lo necesario, pero los más allegados podían ver a través de sus gestos lo incómoda que estaba. Era un debate interno entre no molestarse y no entristecerse. Pues si bien no era lo que ella esperaba, tampoco es que le desagradara el gesto. Lo apreciaba mucho después de todo. Eran sus amigos, era su pareja con la que se veía envejecer. Dadas las falencias de este tipo, no cabía en ninguna parte de su corazón dejar de quererlos.

Y es que la expectativa siempre lastima, en un corazón sensible que no se resiente por los detalles que nunca llegan, sino porque espera recibir el mismo amor que profesa con sus manos, sus palabras, con sus regalos elaborados.

Nuevamente el tiempo, le mostró a Samara que jamás recibía de vuelta lo que daba. Sino que vendría en otras formas, muy diferentes a las que ella considera ideales. Ya de por sí, por cada día que transcurre junto a quienes la atesoran es amor verdadero, el cual no necesita guardarse en fotos ni gastarse en arreglos. Solo tiene que estar presente en la memoria y sentirse hasta los huesos.

“Malditas expectativas, no harán perecer mis nobles sentimientos.”

4 мая 2020 г. 22:50 0 Отчет Добавить Подписаться
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