Lo conocí hace tantos años y sigue tan hermoso como el primer día. Con sus detalles metálicos y su esfera de cristal, luce frágil y delicado ocultando la verdadera fuerza que guarda. Pequeño y hermoso capaz de caber en mi mano, me hace sentir como la madre primeriza que observa a su bebé recién nacido, llena de amor y con deseo de protegerlo y cuidarlo para que jamás se dañe. Ha estado a mi lado en días de alegría y de tristeza. Es quien logra hacerme sonreír con tan solo mirarlo porque él más que nadie, con su torre Eiffel dentro de su barriga, me hace recordar todos los sueños enormes que guardo en mi corazón. Así es mi pequeño anillo con forma de globo de nieve y la magia de la ciudad de Paris en su interior.
A. R. GRIMÁN
Febrero -2020
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