etelregner1587949154 Etel Regner

Muchas veces se anhela el terreno mundano... aunque eso se convierta en un momento.


Короткий рассказ Всех возростов.
Короткий рассказ
4
506 ПРОСМОТРОВ
Завершено
reading time
AA Поделиться

La grieta según Platón

Su estado de conciencia descansaba en lo más puro de los estados espectrales. Ya habían pasado largos lapsos temporales de aquella experiencia tan ruidosa que era la vida. De vez en cuando la extrañaba. No lo podía negar. Hay que ser ingenuo para pensar que ese insólito viaje no le había dejado algún vestigio mundano de anhelar aquellos placeres tan extremos y deliciosos que le había dado su cuerpo en aquel entonces. Generalmente esa sensación a Platón le agarraba cuando intentaba recrear su estado actual, e inevitablemente esto lo llevaba a trasladarse regresivamente (y conscientemente, claro) hacia esos sucesos pasados que le había proporcionado su experiencia vital. Esto significaba tener que volver a reconstruir sus vínculos anteriores con los maestros que había interactuado (y aprendido, sobre todo) y las continuas metamorfosis que lo habían dejado perplejo varias veces. Esta práctica era frecuencial en su ser y casi siempre se tornaba de manera semejante la puesta en marcha de estos trances. Hasta que una vez sucedió algo que lo dejó resonando más de la cuenta. Ya había pasado varias horas en las que él se encontraba en un estado de reposo y de meditación cuando presintió que alguien allí lo estaba mirando atentamente a unos metros de distancia. Cansado de tanta observación fija e inmóvil que incomodaba hasta el tiempo mismo, preguntó a aquel ser curioso y lejano si necesitaba o buscaba algo que tendría que se relacionara con alguna asistencia de su parte. Tímidamente el extraño le responde afirmativamente, reconociendo que al verlo no podía dejar de preguntarle algo. Platón en su extrañeza lo miraba perpetuamente y con una sonrisa penetrante decide descansar en su acto de reflexión para dar inicio a una larga charla. Mire, me presento: me llamo Juan Cruz y soy vendedor de porquerías -dijo aquel sujeto-. De donde provengo abundan montañas de todos los colores, las llanuras más extensas, las cataratas más imponentes, los lagos glaciares más brillantes y las praderas más hermosas que uno haya visto… ¡Lo que da a entrever que esto lleva a poseer una gran variedad de climas, flora y fauna, por demás! -exclamó el vendedor- Y ni le cuento del carácter multiétnico y multicultural que tienen sus habitantes… ¡Parece que usted viene de un lugar excepcional mi estimado! -interrumpió Platón- En ese momento la cara de Juan Cruz se le iluminó completamente. ¡Que honor y qué honradez esas palabras que salían de la boca de ese ser! Ojalá hubiera algún familiar, amigo o alguien para contarle esto que le estaba pasando. Pero no, ya era tarde…. ¡Maldita sea! -pensó inmediatamente. Y una profunda tristeza inundó todo su ser. Inmediatamente lo sobrepasó un huracán de recuerdos, y ahí, se dio cuenta de todo: nunca más iba a poder volver a la tierra, y eso sí que era una gran decepción. Pero rápidamente mantuvo el orgullo y las ganas de llorar por respeto a quien tenía al frente. Y su rostro y actitud se inmolaron como un acto de defensa para poder seguir compartiendo aquello que lo incomodaba. Se encuentra en el fin del mundo -prosiguió. Platón lo escuchaba atentamente. Y al mismo tiempo no podía evitar observar los gestos faciales exagerados de su compañero al comunicarse. Esa esencia tan humana característica de los seres que eran recién llegados de la tierra le produjo cierta ternura. Añoro un poco eso, y fue a partir de aquello que decidió seguir escuchando a aquel vendedor. - El tema que me preocupa mucho, y ese es el motivo por el cual me acerco a su presencia -explicó Juan Cruz- es que a tanta riqueza diversa que es este lugar, las personas de allí están dividas, todas peleadas, como si pertenecieran a dos bandos diferentes, y donde juro, que se mataría por defender cada uno lo suyo. Bueno, eso es común en los seres humanos, mi estimado… A tantas realidades posibles, tantas interpretaciones, ¡Oh la caverna aún persiste entre ellos! -exclamó con humorada Platón-. Solo hay que prestar atención a aquellos que están cómodos y temerosos en ella y prefieren quedarse adentro… Juan Cruz quedó detenido en sus pensamientos. En un instante, y sin darse cuenta, su ser se trasladó a un largo túnel de imágenes y sentidos hacia el transcurso de su propia vida. Como ráfagas de viento lo inundaron los recuerdos. Volvió a su infancia y a las peleas dramáticas con sus amigos del barrio defendiendo a muerte los colores del equipo de futbol que apasionadamente lo llevaron a no hablarse por un largo tiempo. Volvió a su adolescencia y observó en sus puños dolores tremendos por algún enfrentamiento cuerpo a cuerpo a la salida de alguna fiesta con los muchachos de la ciudad vecina. Volvió a sus veinte y tantos años y se encontró con luchas y discusiones incansables por defender sus ideologías políticas, ecológicas y culturales llevándolo idiotamente a rupturas familiares y amigables. Al final de todo, se vio a él a sus cincuenta años solitario rodeado de angustia vendiendo por las calles aquello que les sobraban a las industrias del momento. Sintió esa depresión, esa opresión en el pecho y ese ahogo de querer fugarse de ese momento y no poder salir. Eso lo llevó, también, a verse aturdido al ver a su país inundado por noticias mediáticas que con aires manipulables solo hablaban de una única cosa todos los días: de la famosa GRIETA que afectaba todas las convivencias posibles. ¡Todos, todos engrietados! -gritó enojado-. En ese instante se paralizó. Se había dado cuenta de todo: el lugar de donde él venía era la famosa caverna que su amigo le había hecho recordar. Inmediatamente sintió como un viento fresco en su ser. Se sentía más liviano, más libre, más resplandeciente. Mi querido -interrumpió Platón entre risas- ¡felicitaciones! has podido salir de la caverna... Pongámoslo de esta forma -prosiguió-. En esa famosa grieta de la que tanto nombras, los humanos viven y se expresan desde su lugar de las cosas, desde su propia realidad. Y esto inevitablemente, lleva a que solo sean opiniones y prejuicios… A ver si entiendo -interrumpió el vendedor- la grieta que tanto afectó a mis relaciones sociales tiene que ver con una mera prisión de apariencias y bajezas… ¿tan así que no lo pudimos ver? ¡Qué tanto nos hemos perdido! ¿Y cómo salimos de la caverna? -preguntó inquietante mirando para bajo-. Pero en el momento en el que levantó su mirada Platón había desaparecido. El vendedor se desesperó. Busco por aquí, por allá, y nada. Horas estuvo buscando hasta que en un momento se resignó de tanto moverse para nada y quedo inmóvil sin saber qué hacer. Estaba nuevamente en la soledad absoluta sintiendo la desgraciada sensación de la última vez que estuvo en la tierra, solo que con más preguntas que respuestas. Recordó que la falta de atención a estas últimas fueron determinantes para estar donde estaba. Volvió a pensar en Platón, en su vida, en su lugar. Se sentía perdido, mareado, asfixiado… Asumió que había pasado toda su vida sosteniendo opiniones contrarias de gusto nomas, o que creía en su ego que le decía que lo que decía y defendía siempre tenía razón. Le dieron ganas de desaparecer, como aquella última vez que tuvo un ultimo impulso vital. Pero esta vez no funcionó... En los últimos intentos de poder sentir un poco de aire, pensó en ese estado de liviandad y de libertad que había sentido con Platón como para salvarse. Y de repente se dio cuenta de todo. Otra vez la misma luminosidad. Relacionó ese estado de plenitud con la que le produjo durante mucho tiempo aquella muchacha de pícara mirada. Aquel amor había sido inigualable para él. La recordaba tiernamente. El único sentido de búsqueda que habían tenido era la libertad y así los habían vivido. Si tan solo las personas podrían haber sentido lo que había vivido el… ¡A cuantos les faltó vivir el amor! -pensó-. Pero también recordó que la última que la había visto habían pasado cinco años. Así que dispuso a moverse y buscarla por donde fuese. Y salió en marcha. Mientras se estaba yendo, comprendió todo. Esa luz. Ese conocimiento. Esa liviandad. Ese afuera. Esa libertad. Ese salir de la caverna. Solo lo daba el amor. Partió con una sonrisa en su ser hasta desaparecer completamente. Platón lo vio marcharse. Siempre estuvo allí. Y se hecho una carcajada muy fuerte que retumbo en todos lados. Nuevamente esa nostalgia de la vida mundana se le había manifestado.


Etel Regner

7 мая 2020 г. 0:05 1 Отчет Добавить Подписаться
5
Конец

Об авторе

Прокомментируйте

Отправить!
Нет комментариев. Будьте первым!
~