—¿Qué sucedió? —preguntó una mujer. Pestañee varias veces intentando enfocar su rostro, el miedo desfigurando sus rasgos. Negué con la cabeza, quería hablar pero mi boca no cooperaba.
—¿Dónde está?, ¿qué le hiciste?, ¿De quién es esa sangre?—gritó desesperada. Miré mis manos empapadas y mi ropa manchada entonces el terror me invadió. Había demasiada para que fuera algo sencillo. Sabía que algo grave tenía que haber ocurrido pero no entendía qué.
Observé a la mujer, quien ahora me miraba con odio y el pánico fluyó por mis venas.
—Te juro que si le hiciste daño te mataré— amenazó apuntándome con su dedo flacucho. Alargué mi mano buscando en ella ayuda pero ella se apartó, la confusión haciendo trizas mi pobre cerebro. De pronto recordé que aquella mujer era mi amiga así que lo volví a intentar. Al levantarla noté que mi mano se veía diferente, como hinchada, más grande de lo normal. Deslizando los dedos sobre mi cabeza no pude hallar mi cabello. El cuerpo no se sentía para nada como mío. Miré al cielo buscando una salvación que jamás llegó.
Rebusqué en mis bolsillos mi teléfono tan desesperadamente que pensé enloquecería. Tomándolo entre mis manos encendí la linterna, ignoré todo el dolor que sentía entonces regresé al túnel del que había salido a rastras. El horrible olor como de animales muertos era peor de lo que recordaba pero lo ignoré necesitaba encontrar respuestas.
Dirigí el teléfono en todas las direcciones posibles buscando algo que me explicara la terrible situación que estaba viviendo. Yo me sentía como en una pesadilla, mi corazón palpitaba tan fuerte que podía sentir los latidos en los oídos. Respirando profundo avancé en el túnel adentrándome cada vez más en él. Mis piernas fallando en cada intento. Mi mente divagaba, iba y venía tratando de darle equilibrio a una realidad que no parecía mía. Y aunque era difícil jamás dejé de buscar mis respuestas.
Algo llamó mi atención a unos metros de mí. Acercándome traté de iluminar tanto como fue posible aquel lugar y lo que vi me heló la sangre. Allí acurrucado en una esquina de tan horrible túnel había un cuerpo, el cuerpo de una mujer. Temblando acerque el teléfono celular a su rostro, uno que conocía muy bien y vaya que me impresionó.
La sorpresa me golpeó tan fuerte como una bola de demolición, como tren a toda marcha. Entonces caí al suelo cual saco de papas. Apretando los puños rogué al cielo estar en una ilusión, un simple mal sueño del que poder despertar, sin embargo para mi mala suerte eso no sucedió jamás.
La mujer, mi amiga, saltó sobre ella gritando, tratando de que reaccionara pero no lo logró. Su lamento me dolió en el pecho. Mi piel se erizó completamente.
No me impresionó que la chica no despertara, no me impresionó el horrible estado en el que estaba. Lo que me impresionó fue que la mujer que estaba allí tirada, destrozada, muerta. Esa mujer, era yo.
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