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Dario Rodriguez


Este cuento es una sensación, un viaje a través de una canción, pensamientos que envuelven mi interior. este cuento lo brinda mi mente cuando pienso en la época estadounidense de los 50.


Короткий рассказ 13+.

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Короткий рассказ
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Cuento de 1950

Así me siento, Frankie Lymon resplandeciendo y desparramando en forma de gas nocivo a los oídos del público una melodía venida del cielo cristiano y del mismísimo Olimpo de los dioses griegos. No era lo único, The Teenagers ayudaban a elevarse, como si se tratase de ángeles, las notas de Frankie a través de coros tan desgarradores al alma como un canto gregoriano. Mis talones me gritaban desesperados pidiendo poder golpearse continuamente contra el suelo al ritmo de la canción que estaba deleitando mis refinados oídos en aquel ambiente de muecas alegres, carcajadas y movimientos bruscos, todo girando en una misma órbita, la dulce y apasionada voz de aquél niño de piel negra, la misma que encauzaba a las botellas a derramar de su líquido de pasión sobre las relucientes y vacías copas que se sostenían sobre las mesas de madera. Las largas faldas de las jóvenes formadas por distintas flores primaverales rotaban en círculo en un movimiento de peonza, hasta las tristes y viejas luces que poco parecían a pequeños soles daban vida a la barra de un laminado y barnizado roble que había pasado de recolectar las tristezas y melancolías maduras del jueves, en pequeños charcos de whisky viejo, a sonrisas embriagadas de jóvenes que solo parecían vivir una noche, aquella noche de viernes.

El sábado comenzaba con el cantar del gallo en la vieja granja, me desperté aturdido y con esas notas del bajo y los chirridos del saxofón en mis entrañas, aún no estaba cuerdo. Los siguientes sonidos en hablarme fueron los traicioneros y antiguos muelles quejándose de mi gusto somnoliento diario, al levantarme también me saludó la astillada madera de mi habitación crujiendo por mi peso. Yo iba directo hacia mi portal de luz, una ventana circular con un grueso cristal tan sucio que parecía opaco, el cual debía de abrirse soportando los gritos de la oscura bisagra con toques rojizos. Al abrir, un aroma a polen y trigo inundó mi pequeño espacio colándose por cada rincón, saludando a las ratas en su escondite y asustando a las termitas que entre las grietas andaban saltando. En ese momento en el que estaba degustando visualmente la inmensidad del color verde y seco, un estruendo hizo temblar mis piernas,

"Es menester que te acerques al pueblo, nos faltan maderas y clavos así como grasa"

Quién no cambiaría el jolgorio de la pasada noche por este castigo materno por el camino del ardiente sol, sin olvidar las aventuras del licor que comenzaban a notarse en lo más céntrico de mi estómago .

Tras un mediano camino árido de tierra amarillenta, con compañía de insistentes mosquitos diminutos y el canto al unísono de los grillos en la maleza, llegué al pequeño pueblo. No era nada especial para nadie ni un lugar digno de admiración pero yo quedaba fascinado al ver como se desarrollaba la vida cotidiana y las labores de los gentiles habitantes adoradores de inmiscuirse en todo lo que no les pertenecía ni a sus personas ni bolsillos. Tras unos cuantos saludos por cortesía y educación llegué a la vieja chatarrería que a su vez parecía combinar diez negocios paralelos más. Delante mía se encontraba una figura esbelta y singular de barba nevada con rastros de ceniza en ella y con un delantal de cuero el cual se veía pesado como si de un forjador se tratara, pero mi olfato algo extrañado me alertó del secreto que se escondía entre los metales destartalados y los trozos de madera recién arrancados de su madre, ese misterio no lo llegó a alcanzar mi vista pero sí mi olfato y más tarde mi oído, olía a una radiante primavera de alegrías, nuevos nacimientos y celebraciones, al verano de una buena cosecha. Era un aroma propio del amor, que se desprendía de una piel joven y femenina. En mi estancia en la ferretería no pude amordazar a mí otro yo, mi yo deseoso de conocer más acerca de esa suposición divina pero no sería de agrado para nadie si metía mi morro en casa ajena así que saqué tres monedas doradas, trasladé los materiales de aquel suelo lleno de serrín a mí remolque de mano y me dispuse a despedirme y a seguir con mi faena encomendada, cuando mi sentimental intuición detectó claramente la palabra "gracias" soplando suave y cálidamente mi nuca, mi pulso se detuvo no por esa tierna voz, -era un recital de dulzura-, sino por oler de nuevo ese néctar que anteriormente se había desprendido en la vieja chatarrería. Decidí a darme la vuelta como si todo en mi vida fuera un círculo monótono, sin novedades en el cielo , pero no funcionó. Un radiante cabello de color naranjizo propio de la fruta más exótica de la selva aturdió mi lengua incapaz esta de escupir ninguna palabra fuera cual fuera el contenido, mis ojos se dilataron y mi boca poco a poco fue dejando paso en un pequeño hoyo para que entrase la luz, eran todos mis deseos encarnados en una joven pelirroja de adorables y rojizas mejillas y una piel lisa y suave como la seda, de un tono blanco que se asemejaba a las vestimentas de los dioses. El bullicio del pueblo fue apagado y sustituido por el canto de los pájaros decorando el lienzo que estaba frente a mí. Muchas veces sospechaba de que aquellos sentimientos que encontraba al llegar al pueblo eran padres de la inspiración pero fue cuando vi aquel rostro angelical que comprendí lo que era el arte hecho realidad.

21 марта 2020 г. 20:57 0 Отчет Добавить Подписаться
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