Las frías calles de Kansas, hacían revolotear los cabellos castaños de la pequeña niña, quien iba sujeta junto a su peluche.
Con un miedo atroz rondando por sus pequeños y verdes ojos, la pequeña niña caminaba sin rumbo alguno por las aceras, mirando por todas partes por si el peligro acechaba en cualquier momento.
—Tranquilo, peluchín, estaremos a salvo
Mientras acariciaba al peluche, una ráfaga de viento pasó en todo su cuerpo, haciendo que los pies de la niña, se movieran y soltara al peluche, que enseguida salió volando hasta caer en el pequeño pero profundo río que estaba situado debajo del puente.
—¡Peluchín!
La niña observó como la corriente se llevaba al oso que la acompañó durante sus siete años de vida.
Rompió en llanto.
Habían pasado dos horas y la niña cada vez más, tenía frío. Su cabello estaba desordenado, sucio y aceitoso. Sus diminutas uñas cortadas y llenas de tierra; su cara sucia y sin lavar desde hace días; descalza y tan solo con un vestido rosa roto por todas partes.
Al cruzar la calle, una pequeña luz se instaló en su ojo derecho, cuyo lo cerró al instante y puso su mano delante para protegerse.
De repente, un coche blanco, pasó por su lado el cual, bajó la velocidad hasta llegar enfrente de una casa mediana.
Un sentimiento de necesidad de correr hacia el lugar, se instaló en la niña.
Y lo hizo.
Corrió hasta el coche, pero paró enseguida cuando vio salir a cuatro personas riendo de lo más feliz.
Dos de ellas eran mayores, más o menos de una edad de veintiocho o veintinueve años. Luego dirigió la mirada a las últimas restantes...Eran uno gemelos, quienes se golpeaban en broma y se reían por cualquier cosa.
La niña se escondió detrás de un árbol.
—Thomas— el hombre le llamó a uno de sus hijos— ¿encontraste tu pelota de béisbol?
El niño negó.
—¿Puedo buscarla una vez más?
—Claro, cielo— habló la mujer.
El niño, junto a su hermano corrieron por todas partes buscando el dichoso objeto.
—¡Auch!— una astilla pequeña se clavó en el pequeño dedo del pie de la cría, quien dirigió su mirada al suelo.
Le dolía demasiado. Claro está que es una niña y su piel aún está sensible, por lo que a continuación no se percató de que los gemelos la estaban observando.
—¡Papá!— gritó Daniel— ¡Hemos encontrado a la niña de la curva!
Al oír aquello, la niña levantó de golpe la cabeza, encontrándose con los ojos azulados de los gemelos.
Los padres, asustados, se acercaron al lugar y en cuanto observaron a la niña, la madre sonrió.
—Hola, pequeña, ¿qué haces aquí?
No respondió, solo dedicó a mirarlos detenidamente. Los padres la observaron desastrosa; su vestimenta y su cuerpo, estaban hecho un asco, por decirlo de una manera más calmada.
—Ven, te ayudaremos a limpiarte— los niños extendieron sus pequeñas manos hacia ella. Tenían más o menos una edad comprendida entre los nueve y diez años.
Entonces la niña, accedió.
Lo necesitaba y por alguna razón extraña sabía que ellos cuidarían de ella de alguna manera.
le pedía a Dios que así fuera.
Спасибо за чтение!
Мы можем поддерживать Inkspired бесплатно, показывая рекламу нашим посетителям.. Пожалуйста, поддержите нас, добавив в белый список или отключив AdBlocker.
После этого перезагрузите веб-сайт, чтобы продолжить использовать Inkspired в обычном режиме.