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Maialen H.


Todos temen al rey de la muerte, excepto su reina. Kore lleva una vida tranquila en el mundo mortal. Lo único que sabe es que fue adoptada cuando era un bebé, que tiene dos amigas demasiado locas y un novio que está más ausente que presente en su vida. Sin embargo, un día conoce a Hades, un hombre atractivo, pero que guarda un gran secreto y, sin poder detenerlo, Kore se sentirá extrañamente atraída hacia él. A partir de su primer encuentro, la vida de Kore cambiará para siempre y, por supuesto, antes de conocer a Hades nunca podría haberse imaginado que la magia, los dioses o incluso el Inframundo pudieran ser más que mera fantasía...y mucho menos que ella misma fuera una diosa. ****** El mito del Rapto de Perséfone como nunca antes lo habías leído. Un historia llena de amor, pasión, humor y magia.


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#romantico #new-adult #dioses-griegos #hades #persefone #amor
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Prefacio

¡Hola!


La historia está basada en el mito del rapto de Perséfone, aunque me he tomado mis licencias.

-M


*******

Érase una vez una hermosa muchacha de cabello tan rojo como el fuego y tez blanca como la porcelana. Era tan clara su virtud y tan dulce su mirada que su madre, la diosa de la agricultura Deméter, la llamó Kore, pues significaba ‘doncella’. La joven, que era diosa de la primavera, creció, volviéndose cada vez más hermosa, tanto que su belleza llegó a cautivar al propio dios del Inframundo, Hades.

Cierto día, Kore se encontraba recogiendo lirios junto a varias ninfas que la cuidaban, cuando de repente la tierra se abrió en dos, una mano la agarró del tobillo y tiró de ella hacia el interior. Hades la raptó para casarse con ella y gobernar juntos entre los muertos. La doncella comenzó a ser temida entre los mortales, pues era la esposa de la propia parca personificada y comenzaron a conocerla como Perséfone, pues significaba ‘la que trae la muerte’.

Su madre Deméter, desesperada por la desaparición de su hija, castigó a las ninfas convirtiéndolas en sirenas y la buscó por todos los rincones del planeta, descuidando sus tareas y causando un invierno interminable. Los mortales no pudieron cosechar y comenzó una era de gran hambruna y mortandad. Por este motivo, Zeus, que era el rey del Olimpo y padre de la doncella, tuvo que actuar y le pidió a su hermano Hades que dejara que Perséfone regresara con su madre, pero la diosa ya estaba enamorada del rey del Inframundo y comió seis semillas de granada, que la ataban al Reino de los Muertos.

Por esta razón, Perséfone pasaría seis meses del año con Hades, uno por cada semilla que había comido, y seis con su madre. Cuando Perséfone vivía con su madre, esta se llenaba de alegría, el clima era cálido y las plantas crecían, pero cuando regresaba al Inframundo, Deméter no podía soportar el dolor, el clima se volvía gélido y la tierra infértil, surgiendo así los cambios de estaciones.

Ya conoces el mito, ahora te contaré la verdad.


Todo comenzó hace veinte años...

El cielo rugía con furia, la tormenta eléctrica de la que era víctima la ciudad era tal que casi parecía que temblaran los edificios con cada trueno; tanto que las autoridades habían aconsejado a la ciudadanía no salir de su hogar salvo causas de fuerza mayor, debido a la alta peligrosidad causada por el temporal. Sin embargo, las calles no estaban completamente desiertas pues, a punto de dar las cuatro de la madrugada, una mujer joven de no más de treinta años corría intentando ocultarse entre las sombras, mirando por encima del hombro antes de girar la esquina, manteniendo una actitud completamente alerta, como si temiera ser descubierta. Vestía una gabardina negra y apretaba contra su pecho un pequeño bulto envuelto en una manta del mismo color oscuro. Un trueno ensordecedor casi tumbó a la mujer por el estruendo y levantó la vista al cielo atemorizada.

—Está cerca, lo noto—susurró para sí y empapada por la lluvia continuó corriendo entre los callejones de la ciudad. Intentó aumentar la velocidad, pero estaba ya demasiado débil y necesitaba guardar fuerzas hasta estar a salvo.

—Lo siento mucho, mi flor, ya no me queda tiempo—susurró como si temiera que, pese a estar completamente sola fuera a ser escuchada.

La mujer finalmente llegó a su destino: una avenida con una hilera de casas adosadas. Se acercó a la tercera de ellas, llevaba meses observando a la pareja propietaria de aquella vivienda. Una verja negra impedía acceder a la puerta principal. La mujer se alejó unos metros y corrió hacia el recinto a gran velocidad hasta casi alcanzar la verja, entonces tomó impulso y saltó, elevándose cuatro metros en el aire. Aterrizó con elegancia en el césped recién cortado de los dueños y caminó hacia la puerta. La mujer retiró una parte de la manta dejando al descubierto un pequeño rostro redondo. Dos grandes ojos de un color violeta claro parpadearon.

La mujer posó su mano sobre la frente del bebé en sus brazos y susurró una palabra en griego antiguo: ἀφανής ('oculto').

El cuerpo de la criatura se iluminó un instante, pero no ocurrió nada más. La mujer sollozó, llevaba toda la noche huyendo, intentando borrar sus huellas con su magia, lo que la había consumido casi por completo. El hechizo para ocultarse era complejo y requería mucha concentración y energía para que funcionara realmente. Pese a la fatiga, debía intentarlo una vez más...

— ἀφανής —volvió a repetir, esta vez con más convicción. El cuerpo entre sus brazos se iluminó un poco más. El bebé comenzó a llorar, pero la mujer no levantó la mano de su frente. Sabía que el hechizo podría estar lastimando a la niña, pero no tenía otra opción. Debía proteger a su hija.

¡ἀφανής!—repitió la mujer duramente. Un hilo de sangre comenzó a descender de su nariz, la niña comenzó a llorar más fuerte, pero no levantó la mano de su frente. El cielo trono enfurecido—¡ἀφανής!

La niña se iluminó intensamente y entonces, algo cambió. Sus ojos violetas comenzaron a aclararse, convirtiendo su color en un azul pálido, casi grisáceo. Más esperanzada, la mujer volvió a repetir:

—¡ἀφανής!—La niña se iluminó una vez más. El poco cabello que le cubría la cabeza, de un rojo tan intenso como el fuego, comenzó a aclararse también, tornándose en un rubio anaranjado. Temblando por una mezcla entre sobreesfuerzo y abatimiento, la mujer colocó al bebé sobre felpudo de la casa y junto al pequeño introdujo en la manta una nota. Entonces, rozó su cuello con los dedos y emitió otra palabra griega:

ἀποκλείω ('bloquear')—Una pequeña mancha en forma de rosa apareció en la piel del bebé, quien todavía continuaba llorando.

La mujer se agachó y rozó sus labios contra la frente de su querida niña.

—Buena suerte, hija mía. Te prometo que volveré a por ti—Secándose las lágrimas, la mujer se ocultó entre los árboles y levantó los brazos hacia la ventana de la casa murmurando palabras griegas una y otra vez como un mantra. De pronto, las luces de la casa parpadearon descontroladamente y la alarma comenzó a sonar. La mujer observó esperanzada cómo en el interior de la casa una figura miraba a su alrededor y bajaba corriendo a desactivar la alarma. Con un movimiento de su brazo el parpadeo de las luces cesaron y estas se mantuvieron encendidas. Volvió a mover el brazo de nuevo, esta vez en dirección a la puerta de la casa.

—ψόφος ('estruendo') —susurró.

Un fuerte golpe sonó en la puerta de caoba. La silueta dentro de la casa se estremeció un instante antes de gritar algo y correr hacia la puerta, que se abrió en un movimiento brusco, revelando la imagen de una mujer de tez morena, envuelta en una bata rosa. Su cabello negro y rizado estaba recogido en un moño despeinado. Miró hacia ambos lados de la calle e hizo ademán de volver a cerrar la puerta al no ver nada, cuando pudo escuchar el llanto de la niña por encima el rugido de la tormenta. Entonces, bajó la vista hacia la dirección del sonido y retrocedió impacta con una mano sobre el pecho. Después, recogió rápido al bebé y salió al exterior. Miró a un lado y al otro, pero era imposible que pudiera distinguir nada entre la oscuridad de la noche y la lluvia torrencial que cubría la ciudad. Volvió al interior de la casa con la niña todavía llorando entre sus brazos. La mujer oculta entre las sombras se limpió las lágrimas que rodaban en silencio por sus mejillas y girando sobre sus talones volvió a correr, llevándose consigo la tormenta.

En el interior, la dueña de la casa se apresuró por limpiar las gotas de lluvia del rostro de la pequeña, acunándola para que dejara de llorar.

—¡Víctor!—llamó a su marido una vez más. ¿Cómo podía seguir durmiendo después de tal estruendo? A diferencia de ella, que se despertaba incluso con el revoloteo de una mariposa, su marido no abría ojo ni aunque un tornado se llevara la casa.

Al instante, un hombre regordete y canoso bajó las escaleras bostezando. Se rascó la tripa con ojos somnolientos.

—¿Qué haces ahí parada? Son casi las cinco de la mañana—Su atención se dirigió a la niña en sus brazos—. ¿Qué es eso?

La mujer le mostró al bebé incapaz de articular palabra.

—¿Es...es...?

El hombre bajó el resto de las escaleras corriendo, ahora estaba completamente despierto. Se frotó los ojos sin salir de su asombro.

—Maldita miopía, parece que estoy viendo a un bebé.

Víctor se colocó las gafas y esta vez más tranquilo volvió a mirar a la niña.

—¡Es un bebé!—retrocedió como si su mujer estuviera sosteniendo a un demonio en lugar de un ser humano.

—Estaba fuera. Sobre el felpudo. La han abandonado, Víctor—La mujer continuaba meciendo a la niña, cuyo llanto había cesado ya.

—Tenemos que llamar a la policía—Víctor agarró el teléfono de una mesa en la sala de estar y comenzó a pulsar las teclas, pero su esposa le arrebató el aparato.

—¡No! La entregarán a los servicios sociales...

—¡No podemos quedárnosla, Yolanda!

—¿Prefieres que crezca siendo huérfana?—Yolanda se sentó en el sofá. Acarició la mejilla de la niña con la yema de los dedos— Es tan adorable...

—Lo que sé es que alguna lunática que no sabe qué es un condón ha decidido desprenderse del problema y pasarnos el muerto a nosotros—gruñó el marido.

—Víctor...

—Sabes que el mundo está podrido cuando prefieres abandonar a tu propio hijo antes que hacer frente a tus errores. No...no puedo ser padre, Yolanda. Casi no puedo cuidar de mí mismo, ¿cómo voy a ser capaz de cuidar de un bebé? No son capaces ni de distinguir un dedo de una salchicha—Víctor se frotó la frente con la mano. De repente se sentía agotado—. Necesito sentarme.

—¿Qué es eso? Lo que está en el suelo junto a la puerta—Yolanda señaló hacia el vestíbulo—. Es un papel.

Víctor lo recogió. Tenía una palabra escrita con una caligrafía muy cuidada:

—Kore—leyó en voz alta— ¿Qué significa?—Se quedó pensativo unos instantes—. Sin duda la palabra está incompleta y realmente quiso decir koreana como en «Hola, os dejo este bebé traído directo desde Korea». Aunque...no es asiática. ¿A ti te parece que...?

Coreana y Corea se escriben con C, Víctor. Y claramente no es asiática.

—K-Pop es Pop-Koreano y se escribe con K...No me preguntes cómo lo sé. No es que sea fan de BTS ni nada por el estilo...

—¿Quieres una clase de ortografía básica a las cinco de la mañana? Porque realmente la necesitas. Además, K-Pop es por Korean Popular music. Y no intentes disimularlo, te escucho cantar en la ducha como si estuvieras en Eurovisión...

Víctor fingió escandalizarse.

—Me espías mientras me ducho...

Yolanda solo lo miró, no pudo contener la risa. ¿La conversación podía ser más ridícula? Al menos se había relajado la tensión.

—Y, ¿cómo es que sabes tanto sobre el K-Pop? ¿Hay algo que me estés ocultando, Yolanda?—Remarcó el nombre de su esposa en un tono casi acusatorio.

—Tu fanatismo por el K-Pop no es ningún secreto, cielo. — Yolanda empleó el mismo tono que su marido—. He visto los póster que escondes debajo del colchón...

—No sé de qué me hablas—Las mejillas del hombre se enrojecieron.

—¿En serio, Víctor?—su mujer lo pinchó con picardía—Porque en uno de los póster de BTS has dibujado un monigote y le has pegado una foto de tu cara como si fueras un miembro más del grupo.

El hombre gruñó algo inaudible.

—Kore debe de ser su nombre—concluyó Yolanda—. Parece lo más lógico.

—Un nombre muy extraño... ¿Qué tiene en el cuello?

—Parece una mancha de nacimiento.

Víctor la inspeccionó.

—Tiene forma de lechuga.

La mujer rodó los ojos.

—Mañana podemos pensar qué hacer con el bebé, pero hoy pasará la noche aquí. Es tarde.

—Solo lo tendremos esta noche y mañana se lo entregaremos a los servicios sociales. Ellos decidirán qué hacer con la niña—Víctor cruzó los brazos. Sabía que su mujer podía llegar a ser muy persistente, pero esta no era una decisión que pudiera tomarse a la ligera.

—Solo esta noche.

Pero lo que nadie sabía es que toda esta escena había tenido un testigo inesperado. Alguien más conocía la verdad...En el exterior, unos ojos dorados brillaron en la oscuridad.

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27 ноября 2022 г. 14:54 0 Отчет Добавить Подписаться
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