soreto-fanfiction1563640749 Kira Lemus

Una tarde de lluvia, Francis Bonnefoy, la representación de Francia, recuerda el pasado, quizás por la nostalgia de los cielos grises, o por borrar la culpabilidad de los errores de la persona a la que amaba: Alemania, conocido como Ludwig Beilschmidt. Entonces Francia, cuenta su historia desde sus primeros años que recuerda como nación. Reviviendo sus recuerdos, también recuerdan viejos conflictos y remordimientos, y traen cosas pendientes. >Nombres humanos. >Mención de hechos históricos. >Mención de varias parejas: past FruK, y Escocia/Francia (guerra de cien años, y así).


Фанфикшн Аниме/Манга 13+.

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Prólogo. Las memorias que son como la lluvia

En particular, a Francia le gustaban todos los climas, y como fuera lo que lo recibiera el tiempo al despuntar el alba, o al iniciar sus pequeñas rutinas, antes de irse a trabajar. Al final, la más tempestuosa lluvia, o la más clara mañana, eran buenos para admirar un poco de romance en las calles de París.

No obstante, para Francis, los días lluviosos eran los más susceptibles a recordar. Le gustaba generalmente hacerlo solo le traía más tranquilidad, porque a veces sus emociones se le escapaban de sus manos.


En la radio, que había puesto alguna estación popular cualquiera— normalmente pondría alguna nacional, pero ese día se sentía con ánimo de otra cosa—, estaba sonando una balada americana, con un fuerte componente de piano. ¿Celine Dione? Se preguntó Francia un poco absorto en los fragmentos de sus recuerdos que iban cayendo.


Todo regresa a mí —murmuró el nombre de la canción con una copa de Vino casi vacía en sus largos dedos, sus ojos azules se dirigieron a la puerta que era abierta con cuidado.


—No sabía que te gustaba la música canadiense —saludó con una sonrisa suave, y ese hombre de contextura imponente dejó una bolsa de papel con algunas cosas en la mesa de la cocina de Francis, quien sonrió ante el comentario de la otra persona. Aunque lo más correcto era designar "nación" al otro. Alemania lo observó reflexivo unos momentos, analítico como era, sintió algo diferente en el país galo ese día.


—Bueno, es mi hijo de una u otra manera, así que debo reconocer que hay música interesante allá —justificó; notó los ojos azules de Alemania fijos en sus movimientos— ¿Qué pasa, Ludwig? —cuestionó acomodando algunos de sus cabellos curvos detrás de su oreja.


La nostalgia que le acompañaba esa tarde probablemente era bastante notoria, porque incluso Alemania pareció notarla, y preocuparse por eso. La nación más alta se acercó al hombre que meneaba un poco ausente la copa de vino en sus manos, y que permanecía parado en el balcón, perdido en la vista de París.


Las manos de Alemania se deslizaron muy delicadamente por sus mejillas, y jalaron su rostro para que se encararan.


—Te veo callado, y eso es muy extraño en ti; siempre tienes algo que decir —comentó, logrando una expresión divertida en Francis.


—Y tú estás más conversador y sentimental de lo normal —indicó riendo suavemente, pero recargando su rostro un poco en el tacto de Ludwig, siempre le reconfortaba eso.


Y siempre le parecía de lo más extraño, hasta sorprendente, que ambos hubieran terminado así, considerando su historia, en particular las dos grandes guerras. Muchas naciones esperarían como lógico que Francis nunca hubiera perdonado eso, que lo hubiera odiado en toda su vida inmortal.


Las naciones caían, se levantaban, se destrozaban, y a veces perecían—como fue su preciado amigo Gilbert—; pero las que tenían unos siglos más, para ya no considerarse jóvenes, veían como la vía más racional dejar ir esas cosas, al final ellos nunca dejaban sus recuerdos, vivir siglos con emociones carcomiendo sus almas era condenarse.


Francis decidió ceder cuando Ludwig lo miró en silencio, no mostrándose dispuesto a dejar el tema; decidió entonces sincerarse un poco, no sin antes de abrazar del cuello del otro, alzando el rostro para besarlo de manera breve, sin otras intenciones.


—Recordaba —confesó Francis—, cuando parece que va a llover, tiendo a pensar en el pasado, Mon amour.


Un deje de culpabilidad pasó por el rostro del alemán, y Francis sabía perfectamente los pensamientos que lo causaban. Ludwig correspondió el abrazo en silencio, poniendo sus manos en la parte baja de su espalda.


—Siempre tiendes a pensar en esas guerras —murmuró Francia, apoyando la cabeza en el hombro del otro—. Me gustaría que lo dejaras ir, todos hemos hecho ese tipo de cosas de alguna manera.


—Lo sé —reconoció Ludwig—. Pero no puedo evitar recordar eso, lo que te hice...no creo que pueda perdonarse, y aun así tú...


Francis puso un dedo sobre los labios del otro, que guardó silencio en espera de lo que diría el conocido país del amor.


—Hay algo que siempre debemos tener en mente: Nunca olvidamos, y es por eso que debemos aprender de nuestra historia —una de las grandes manos se enredó en los cabellos curvos de Francis, un gesto que la nación mayor no supo interpretar de disculpa, o cariño; Francis continuó—. La historia está para que aprendamos, sino estamos condenados a repetirla.


Ludwig aun así lucía un profundo arrepentimiento. Francis se sintió un poco mal de que su cena romántica de esa noche —que tanto trabajo les costó agendar con todos los problemas de la Unión Europea—, se estuviera convirtiendo en algo melancólico.


—Si no sonríes, me voy a molestar —amenazó bromeando—, ¿Qué no vamos a reformar la Unión? Somos el dúo estrella en la EU —guiñó de forma coqueta a Alemania. Y Apoyó su mano en la mejilla de Alemania, esperando borrar esa sombría expresión del otro.


Alemania intentó sonreír, pero sus labios formaron una mueca que dejó inconforme a Francis.


Non —negó con su cabeza—. Bien —pensó algo Francia, para aprovechar que ambos estaban recordando sus errores—, te demostraré que como naciones, todos hemos hecho cosas horribles, lastimado a otros. ¿Te gustaría aprender algo de historia Francesa? —Francis tomó del brazo al alemán, y lo obligó a sentarse en uno de sus mejores sillones de su sala de estar, donde él también se acomodó, pegándose a Ludwig—. Que mi historia puede ser demasiado emocionante.


—Nunca hemos hablado de esto —reconoció Alemania, después de pensar unos segundos—. Quisiera saber quién hay en tus recuerdos —pidió con voz grave Ludwig, acomodando cabellos de Francia que cubrían sus mejillas.


Cher, en nuestras historias hay cosas desagradables, ¿aun así quieres saber? También ha habido personas importantes en mi vida que formaron parte de mi historia. —Alemania no era celoso, conocía incluso los pormenores de la profunda amistad que Ludwig tenía con Feliciano.


—En mi historia, hay cosas imperdonables, y aun así me aceptaste —refutó Alemania, y Francia sonrió asintiendo suavemente.


—Veamos, supongo que podría comenzar cuando era lo que los humanos llamarían un niño —comenzó Francia—, y cuando Inglaterra se encontró conmigo por primera vez.


Mientras Francia comenzaba su historia, las palabras de Ludwig resonaron en esas remembranzas. "Y aun así me aceptaste." Sí, lo ocurrido durante la segunda guerra mundial, le demostró un lado monstruoso, cruel y aterrador que existía en Alemania, pero era algo que también de una u otra forma existían en muchas naciones, hasta el mismo.

"No te acepte, me enamore de ti por lo que realmente eres."

20 июля 2019 г. 17:17 0 Отчет Добавить Подписаться
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