jinzoe Jinzoe Muñoz

Este libro es el rework del anterior que había comenzado anteriormente, o más bien, este libro es el mismo, pero con más profundidad, más detallado. Los primeros capítulos de este libro, serán para poner en contexto sobre lo que pasará después, el por qué de los Muros, el por qué del Muro de Nubes, del Devorador, etc. Nada cambia de la idea original, aunque le haya cambiado el nombre. Eso, espero les guste el primer capítulo, tanto como a mí me gustó escribirlo. 10-4.


Фентези средневековый Всех возростов.
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CAPÍTULO 1: El Devorador Pt. 1



"El fin, cuenta una vieja leyenda perdida ya dentro de los confines del tiempo,

comenzará cuando La Tierra se nuble de oscuridad, y el cielo se agriete; y

entonces el Devorador lo atraviese..."


Fragmento del texto "Las perdiciones de una raza"






"Mundus es un lugar repartido en trece grandes países, separados por grandes Muros, que según cuentan las leyendas, aquellas infraestructuras están desde el inicio de la Primera Era."



Cuentan que en el año Quinientos de la Primera Era, una de las razas, los Bahnas, dotada en economía, tecnología, inteligencia y poder, había sido consumida en la codicia gracias al gran poder militar que tenía; no tenía oposición alguna, así que robaba y asesinaba cuanto quería por obtener territorio. Agez, el Dios de la Tierra, al ver este mal acto de superioridad, decidió levantar grandes Muros entre los países para evitar que esta y otras razas vuelvan a desatar maldad y odio, y desde entonces, esta raza quedó encerrada entre Muros, y así fue escrito en la historia de Mundus...


Pasaron cincuenta años de la Segunda Era, cuando en una cueva cercana al país de la raza que cometió el pecado, un mago erudito llamado Aran, encontró un misterioso huevo, ansioso por saber qué había adentro, optó por llevarlo a sus aposentos silenciosamente para que nadie del país descubriera lo que él encontró, para así estudiarlo y analizar de qué ave o reptil era ese huevo.

Pasaron los meses, y el huevo no daba señales de nada, Aran estaba cada vez más loco por el estrés que suponía deducir qué había dentro de ese huevo, ya que el huevo que había encontrado no tenía ningún parecido a ninguno que haya visto antes, y en señal de ira y desesperación, Aran le lanza lo primero que tiene a la mano, exclamando:


-¡Sal ya lo que sea que haya dentro de ese estúpido huevo!


Es entonces cuando una voz se escucha quejarse de dolor. Aran, de lo loco que ya se encontraba, asustado pensó que el huevo había hablado, entonces optó por hacer la vista gorda, e ignorar lo que había escuchado, pero una vez más, la misma voz se oye, diciendo:


-¡Oye, no me ignores! ¿No ves que yo soy quien te habla?


En ese momento, Aran había aceptado por completo que se había vuelto loco, y decidió escuchar al huevo porque pensó que toda cordura le había abandonado en el momento en el que escuchó su queja de dolor, y preguntó con la voz temblorosa:


-¿A-Acaso fu-fuiste tú quien me habló?

-¡Así es, fui yo!

Aran tragó saliva para dejar de hablar con voz temblorosa, y le preguntó:

-¿Qué eres?

-Un dragón. -Responde el huevo.

-¡¿UN DRAGÓN?!


En ese momento, el huevo comenzó a agrietarse, y comenzó a salir la criatura con la cual Aran estaba hablando; y este, al ver a la pequeña criatura, dejó de sentir el mismo miedo que sentía antes, y por alguna extraña razón, comenzó a sentir ternura por el pequeño dragón.


-¿Cómo te llamas? -Pregunta Aran.

-No tengo nombre. -Responde el pequeño dragón.

Aran, al escuchar eso, decidió pensar en un nombre para el pequeño dragón recién salido de su huevo.

-Mmm... ¿Qué te parece Arius?

El pequeño dragón, escuchó el nombre que le había propuesto el mago erudito, y pensó un poco.

-Sí, está bien para mí.


Desde ese momento, Aran comenzó a criar a Arius; le enseñó sobre la magia, le mostró sus libros, le dio todo lo que él podía darle. Aran se apartó a un bosque y construyó una cabaña en medio de este, para que él junto a Arius estuvieran alejados de toda la civilización, y así cuidarlo y entrenarlo con tranquilidad. Pasaron diez meses desde que Aran descubrió el huevo de Arius, así que decidió investigar sus orígenes, quiso saber si existían más como él. Así que se sometió a un extenso y duro estudio sobre el origen de los dragones, y no cedería hasta no haber encontrado una pista. Había pasado un año desde entonces, y al igual como cuando encontró a Arius, Aran comenzó a sentir un estrés terrible, y temía caer en la locura por tanto estudio sin ningún fin, así que decidió suspender por un tiempo todo estudio acerca de los dragones.

Durante ese tiempo, Aran se dedicó a cuidar de Arius. Arius aún era un bebé, y Aran tuvo la brillante idea de enseñarle a volar; según él, si aprendía a hacerlo a esa edad, sería lo mejor; así que fueron a la cima de una de las montañas que rodeaban el bosque. Cuando llegaron arriba, el clima comenzó a cambiar, se empezó a poner más frío, y Arius empezó a temblar, como aún era un bebé, el clima le afectaba, ya que los dragones de sangre fría preferían el calor mil veces antes que el frío, y al parecer, Arius lo prefería así. Aran se percató que más allá había una cueva, tomó a Arius en sus brazos, y entró para que pudieran calentarse.


Para sorpresa de Aran, no eran los únicos que estaban dentro de la cueva para protegerse del frío, ya que de atrás de ellos saltó un oso salvaje en dirección a Arius para atacarlo con sus garras, pero Aran se puso en frente y este fue quien recibió el peligroso ataque de la bestia. Las feroces garras del animal hirieron el pecho de Aran, así abriéndole una herida grave; Aran, quien retrocedió por el feroz golpe del oso, cayó hacia atrás. Arius, quien presenció esto, por la ira de ver que su amigo fue gravemente herido, de su cuerpo empezó a emanar una extraña fuerza, su cuerpo empezó a calentarse y a agrietarse, y comenzó a salir humo de las grietas que se abrieron en todo su cuerpo, al igual que de su hocico, y es cuando Arius comenzó a arder; y empezaron a salir llamas de todo su cuerpo.

Aran, quien se estaba desangrando en la parte de atrás de la cueva vio esto, y quedó atónito, quedó paralizado porque vio que esa extraña fuerza que emanaba de Arius no era común, no era una fuerza que él haya visto nunca en su vida como mago, ni como erudito. Vio que a Arius comenzaba a envolverlo una nube oscura, y sintió miedo, y lo único que pudo hacer fue cerrar los ojos, y esperar el desenlace de lo que estaba pasando, así que se activó a sí mismo un hechizo de un escudo de fuerza, porque sabía que algo iba a pasar. Fue en el momento en el que Aran cerró los ojos, que toda la cueva explotó en llamas, y él junto a Arius salieron expulsados por los aires, cayendo al bosque.


Cuando Arius volvió en sí, las llamas en su cuerpo desaparecieron, pero las grietas quedaron permanentemente. Arius buscó a Aran, ya que se le vino a la mente el momento en el que el oso lo golpeó y lo hirió gravemente, y se preocupó del estado en el que podía estar gracias a la explosión,


-¡Aran! ¡Aran! ¿dónde estás? -Gritó Arius desesperadamente.

-...A-Aquí estoy... -Respondió Aran, con las últimas fuerzas que le quedaban.

-Aran... -Arius vio el lamentable estado en el que se encontraba su amigo, y lo único que hizo fue romper en lágrimas al ver que su amigo estaba prácticamente muerto, a causa de la herida, y por la explosión en la cueva.


-N-No llores, Arius... -Dijo Aran al ver a su pequeño amigo con lágrimas tapando sus ojos.

-¡Fue mi culpa! ¡Fue mi culpa que te encuentres así, en ese estado! -Exclamó el pequeño dragón.

-No es así... -Respondió Aran. -No fue tu culpa.


Arius, llorando sabía que no podía hacer nada más que ver cómo Aran se estaba yendo al más allá, quedando así solo.


Sin embargo, Ada, Diosa de la Vida, se compadeció de lo ocurrido, así que tomó el alma de Aran, y viendo el acto de valentía al proteger a Arius del ataque del oso, por más mínimo que haya parecido, encerró un gran significado, así que volviendo al plano de Mundus, Ada dejó nuevamente el alma del mago erudito en su cuerpo, como debía ser, y volviéndose al pobre dragón en pena, le susurró:


-Tranquilo, hijo mío... El dolor y la tristeza que ahora sientes, al cabo de tres días, desaparecerán.


Fue entonces cuando al cabo de tres días, tal como dijo la Madre de la Vida, Aran volvió en sí, despertando dentro de la cabaña del largo sueño.

Aran vio que Arius le limpió la sangre del pecho, descubriéndose así una gran cicatriz; Aran se la tocó, y de repente se le vinieron los malos recuerdos a la cabeza, del momento en la montaña, con el oso, y con esa extraña fuerza. Desde ese día, tanto como Arius, Aran también quedó marcado, así que decidió hallar una manera para controlar ese inmenso poder que emanaba del pequeño dragón. Fue entonces que al cabo de una semana, Aran no se rindió a la idea de enseñarle a Arius a volar, así que viajó junto a Aran a la entonces conocida Montaña Greg, que era la montaña más grande de todo Mundus, apartada de todo bosque, de todo país. Cuando llegaron, subieron a la cima, y al llegar arriba, Aran se sentó en una roca junto al borde de la montaña, entonces Arius preguntó:


-Eh, oye, Aran, ¿qué hacemos aquí?

-¿No es obvio? desde hoy aprenderás a volar. -Respondió Aran.

-¿Y si no puedo hacerlo? -Pregunta Arius, dudoso del potencial que lleva dentro.

-No es así, sí lo lograrás, ten algo de fe. Además, si no logras hacerlo, pondré en ti un hechizo de ligereza, para que así puedas caer despacio, sin peso alguno, y con cuidado.

-Esta bien. -Responde el pequeño dragón.


Al cabo de unas semanas, no se mostraban resultados, sin embargo, Aran no paraba de llevar a Arius a la Montaña Greg, él pensaba que lograría algo,


-Es imposible que Arius no vuele, es un dragón con alas, él debe volar. -Pensaba Aran cada vez que subían a la Montaña.

Fue entonces, un día cuando subieron a la Montaña para que Arius intentara volar, que al momento de saltar, le cae un rayo, dejándolo inconsciente por unos momentos, haciéndolo caer. Fue tan repentino, que Aran no sabía qué fue lo que pasó; y entonces, se percató que el rayo, no era un rayo cualquiera, era un rayo completamente de luz, que fue lanzado desde el Sol. Cuando Aran terminó por analizar la situación, recordó que el rayo había golpeado a Arius, así que se asomó a ver dónde pudo haber caído, y lo comenzó a llamar:


-¡Arius! ¡Arius! ¿estás bien? -Grita Aran en un intento por llamar la atención del pequeño dragón.

Cuando de repente algo comenzó a subir a una velocidad endiablada, rosando la mejilla de Aran, haciéndolo retroceder. Era Arius, que por fin estaba volando; ni él mismo se lo creía. Fue gracias al rayo que le lanzó Seol, el Dios Sol, en el momento que Arius saltó para intentar volar, que él lo estaba haciendo. Aran analizó por completo la situación, y se dio cuenta que el rayo le encendió las grietas del cuerpo a Arius, para darle poder, energía y calor para que las alas respondieran.

Ese día, fue día de festejo, al fin Arius había volado, y por ende, necesitaban festejarlo con una rica merienda en la cabaña esa misma noche. Ese día, tanto Aran como Arius, sabían que algo iba a cambiar, porque lograron algo.


Pasaron ya dos años, y Arius estaba en su edad de juventud; era un dragón muy poderoso, un dragón con mucha sabiduría gracias a todos los libros sobre la magia que Aran le dio para que estudiara. Era un dragón, pero aún así no dejaba a un lado aquellos deseos de jugar, de salir a surcar los cielos y sentir el viento chocar contra su rostro. En un momento de descuido, cuando Aran había viajado a la Gran Capital en el centro de Mundus, Arius había salido a volar; entonces ve a los lejos los Muros, y ve que encierran una gran ciudad; la cual era ni más menos que la Gran Capital. Aran le había advertido que nunca se acercara a ese lugar, y hasta el momento había seguido la advertencia al pie de la letra, hasta ese día.

Cuando Aran estaba comprando víveres para llevar a la cabaña, oye un grito, y se voltea a ver qué estaba pasando; es entonces cuando ve a toda la multitud del mercado correr hacia él. En duda, se pregunta qué estaba pasando, y ahí es cuando escucha un grito de miedo y desesperación:


-¡¡¡DRAGÓN!!!


Aran levanta la mirada rápidamente, y ve a Arius volar sobre la Gran Capital. Desesperado, corre a la entrada de la ciudad, pero ve que atrás hay guardias lanzando flechas, y no sabía qué podía hacer; entonces se le ocurrió llamar la atención de Arius para decirle que se aleje; este lo vio desde arriba, pero confundió la señal, y bajó aterrado para estar con Aran, pero no se percató que una roca se le acercaba a gran velocidad, y Arius fue golpeado y aturdido, así que cayó sobre el mercado, y fue capturado.





8 июля 2019 г. 20:34 0 Отчет Добавить Подписаться
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