Sus ojos azules brillaban con la intensidad de una ira hacia sí mismo tan
grade que el solo hecho de respirar se volvía insoportable, el desprecio
que sentía por la persona que su reflejo le mostraba era tanto que dolía, lo
volvía loco, desquiciado, ¡ja! qué decía; él ya estaba loco y desquiciado lo
sabía, lo que era no podía ser humano. No lo era, un cuerpo para muchas
mentes un cuerpo para muchas ideas opuestas.
Debes morir, déjame salir, ayúdame, matate, mátalos - cállense- sálvame,
no sirve, inútil - ¡cállense! -fracasado, toma las pastillas, mátalos, sal,
matate, matate - ¡QUE SE CALLEN! – su cabeza impacto contra el espejo
tan fuerte que este se destrozó, la sangre empezó a salir con prisa de su
cabeza y marearlo pero aun así seguía lucido, era él ¿era él? tomo un pedazo de
espejo y lo apretó con fuerza entre sus manos sintiendo como cortaba su
piel, aún era él y no lo merecía aquel sufrir, la impotencia que sentía
terminaría ahogándolo en la tragedia que con tanto anhelo y miedo
esperaba, pero aun y con todo su deseo no podía. Una idea se empezó a
clavar en su cerebro.
Ni si quiera con toda la determinación del mundo podía acabar con él
mismo porque no era uno sino muchos e incluso decidido como estaba a
volverlo a intentar a sabiendas de que fallara las ganas de acabar con todo
se incrementaban a con cada respiración. dos segundos antes de abrir sus
muñecas con el trozo de vidrio al que se aferraba con ahínco lo empezó a
sentir como su respiración era más pesada y dificultosa – ya déjenme,
váyanse no los quiero- lo decía, lo pensaba, no importaba ya lo sabía no
podía escapar de ellos, no importa cuántas veces lo intentase la decisión
no era solo suya, y lo castigaban por ello, no poseía el derecho o el poder,
no tenía certeza de quién saldría o qué haría solo no lo sabía, no era la
primera vez que intentaba terminar su vida… el dolor de cabeza se
empezaba a intensificar con cada latido de su corazón a tal punto que no
sintió nada cuando cayó al suelo y los cristales pequeños le perforaron la
piel, no podía sentir más que una angustiosa desolación y un miedo tan
potente que casi opacaba el dolor de cabeza, sentía tanta desesperación
que las lágrimas empezaban a salir y también alguien más… la oscuridad.
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