¡Cuán doloroso, oh suplicio de viuda,
cuán atribulado el lloro que en ti desprendes!
Enlutado vagido que al mar confieres, en penas y turbaciones.
¡Cuán extenuado es hoy, mujer mitigada, tú aguarde al amor!
A tu regazo busca el piélago trepar, cuando de rodillas
tus clamoreos y preces y rezos dejas al horizonte desertar.
«Cariño» descoses «Oh cariño» parlan tus labios turbados;
aún tibios en recuerdo e impávidos en quebranto.
¡Cuán atarantada la rogativa quisiera saber,
será falsa ilusión o bálsamo al corazón!
«Oh cariño» tu voz atenúa en suplicio rezagado.
El océano viste ahora, tus lágrimas de sotana.
Oh viuda del mar, tu mancebo y su galeón
son ahora escollo donde tu rezo no alcanza.
De menoscabo a mella tu anhelo pasó, oh
mujer cuál consorte no tornará.
«Oh cariño» ultima tu voz de reverencia al mar.
¡Cuán doloroso ha de ser, enlutada mujer, saber que solo
tu lloro hecho sal, volverá a estar con él!
-Karel Hänisch. La Marcha del Funeral; los diez toques de la vihuela
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