Soy un puto despojo. Tengo derecho a serlo.
Tengo derecho a malgastar mi vida tumbado en esta sucia cama esperando lentamente a mi inevitable putrefacción, dejando que poco a poco las costras vayan encadenando mi alma a este apestoso colchón repleto de mierda, sangre y semen. Tengo derecho a vomitar bilis hasta excretar toda mi jodida humanidad, para escapar de vuestra maldita estirpe, y resguardarme en mi mundo horrorosamente demente y cálido a la vez. Tengo derecho a fumarme mis dedos roñosos y amarillos hasta saciar mis demonios internos, e irnos a tomar por culo por la senda de la degeneración.
Hacer, al fin y al cabo, de la vagancia, una ideología radioactiva con la que combatir vuestro afán de trabajar, comprar y morir. Hacer ver a la gente que nos mira con superioridad, que se les está escapando la vida ante su puta cara, y que no se dan cuenta, por estar demasiado ocupados en vestirse con trajes lustrosos y en embutirse sus empleos por el culo, vendiendo tiempo de vida para comprar basura, y solo así poder sentirse persona.
¿Acaso es eso superioridad? Lo que es es una puta derrota. No poder sentirse a gusto con uno mismo, no poder estar en paz, ser feliz, sin trabajar, cotizar ni consumir. Convertirse en un zombie productivo, un esclavo sin cerebro, una persona, sin ser humano. Esperar día tras día que llegue el momento de tu liberación, que será cuando estés tan cerca de ser un cadáver que ni lo podrás disfrutar.
Llámale a eso vida si te atreves. Parásito.
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