La peli-negra detestaba ir sola a los lugares públicos, por lo cual decidió invitar, o mejor dicho, obligar a la castaña a acompañarla a la tienda. Ésta decía que quería cambiar su estilo por lo tanto quería comprar al menos tres camisas.
La castaña tenía cara de desinterés, sabía que iban a durar una eternidad allí porque a veces la peli-negra solía ser indecisa de una manera exagerada, e incluso era indecisa con cosas básicas así que estaba preparándose mentalmente para gastar al menos una hora sentada en algún sillón o posiblemente en el suelo.
Encontró la primera prenda y fue a probar cómo le quedaba. Así que puso su abrigo en el perchero.
Mientras tanto, la castaña había sacado su celular para leer sus preciados mangas, los cuales gritaban para ser leídos.
Un peli-negro entró acompañado de un rubio, cosa que no le importó a ella, ¿qué era más importante que sus mangas de género yaoi? ¿acaso dos hombres iban a ser capaces de que aquella chica levantara la mirada y admirara su belleza radiente? La respuesta era sencilla, no.
El de más baja estatura tomó la primera camisa negra que encontró y estaba dispuesto a probarsela, pero primero debía dejar su abrigo en el perchero, justo al lado al de la peli-negra, quien aún estaba en el vestidor.
El rubio sonrió al ver a su amigo en aquella camisa negra ya que su rostro se veía tierno en aquel momento.
-You're handsome- dijo mirándolo de pies a cabeza.
Su amigo le regaló una expresión de asco y volvió al vestidor. El rubio se limitó a tomar el abrigo de su amigo y esperarlo afuera.
En cuanto se había cambiado salió, llevó la camisa donde estaba la cajera y volvió por su abrigo de manera apresurada ya que el rubio lo estaba esperando afuera.
La castaña vio cuando el rubio tomó el abrigo de su amigo y volteó a ver al perchero cuando la peli-negra salió del vestidor, notó que ya no había ningún abrigo.
Su mente fue iluminada, así que decidió seguir a aquel par de amigos ya que alguno de aquellos dos tenía el abrigo de su amiga.
Aumentó el paso para alcanzarles, pero sentía que su respiración se estaba agitando cada vez, lo cual no le ayudaba.
-¡Hey! ¡Rubio!- gritó desesperada al ver que no iba a lograr alcanzarlos.
Éste no se detuvo y se metió a una casa. Ella tocó la puerta varias veces porque debía conseguir ese abrigo, pero no había respuesta de parte de aquellos dos misteriosos hombres.
Así que cuando volvió a la tienda, le explicó la situación a su amiga y se ofreció a buscarlo al día siguiente porque debía realizar unas compras en aquella ciudad y así podría aprovechar para pasar por allí para rescatar aquel abrigo.
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