Mi perro amor y un perro Подписаться

Nunca creí que existiese la relación de "mejores amigos" entre un hombre y una mujer. Intenté refutar mi teoría de la mejor manera... Intentándolo.

Mi amiga, mi gran amiga. Teníamos algo especial, era algo diferente a las otras amistades que llevaba con las féminas, resumiendo, ella era mi "mejor amiga", pero a decir verdad nunca supe cómo pudo llegar a serlo, bueno, en pocas, lo era.

Le contaba todo sobre mi vida, mis logros, fallos, tristezas, alegrías y lo que más abarcábamos en nuestras conversaciones eran los desamores, en realidad el noventa por ciento de nuestra plática estaba plagada de desamores, era genial hablar de eso,¿saben? Los desamores conllevan tristezas, pero nosotros siempre terminábamos riéndonos de aquellas desgracias. 

Ella terminó por ser mi otro yo, no podía hacer nada sin que previamente le pida su consejo, no me guardaba ningún secreto en lo absoluto, ella lo sabía todo. Ni siquiera mi madre sabía ciertas cosas, ni mis amigos hombres, que son con los que supuestamente un "macho" tiene más confianza. Le hablaba de amores, de cómo sería mi mujer ideal y sobre todo, siempre le decía que ella era muy importante en mi vida, ¡todo iba bien! Ya éramos mejores amigos, mi teoría ya había sido refutada, sí existían los mejores amigos entre distintos sexos.  

Parecía ir bien, hasta que un día a mitad de nuestra plática ella sonrió de una manera extraña, una sonrisa que nunca vi, una sonrisa que a mi perspectiva estaba llena de sinceridad, confianza y ternura. Nunca vi una sonrisa igual, nunca,  ¡nunca en mi vida! 

Cuando sonrió me fijé en su rostro, los hoyuelos que se formaban en sus pómulos, algo extraño en realidad, por lo general los hoyuelos "sexys" son los que salen en los cachetes, pero a mi me encantaban esos, los que se le formaron a ella en sus pómulos. Su nariz respingada que terminaba en una punta de perdición, una perfección concreta. Sus labios se partían cuando la sonrisa que estaba soltando aumentaba. Empezaron por aparecer sus dientes, sus blancuzcos dientes, con un colmillo con algo de rebeldía que no encajaba en armonía con la secuencia de los demás. Sus ojos se achinaban en el proceso de la sonrisa. Hizo un doblez de su cabeza leve, con cariño, con minuciosidad que terminó por hacer esa sonrisa perfecta, de esas que matan a cualquiera. Fue en ese entonces que dije, ¡mierda, tenía razón! Esos mejores amigos no existían,¡mierda, otra vez! Me di cuenta que en realidad yo estaba enamorado de ella, que esa sensación que sentía, no era de confianza a un amigo, era la confianza que le tienes a la mujer que sabes que es el amor de tu vida; a esa mujer que sabes que nunca le mentirías por temor a perderla. 

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