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Ana ya no es tan sana.

Su nombre no era complicado, podías llamarla Ana o Daya. Podías nombrarla diferente cada vez que quisieras, ¿sabes? Ana y Daya riman; pero  nunca en complemento. Ana ya no es tan sana, creo que nunca lo fue. Ana era inteligente, y vaya que lo era.
Ana sale por las noches sin importarle la compañía, un cigarrillo fulgura en su boca... su boca y sus dedos.
No siempre sonríe, es tan hermosa que no lo necesita, eso piensa; ni siquiera lo piensa, no le importa verse hermosa. Entrecierra los ojos para aspirar un nuevo humo de aquel cigarrillo y piensa, piensa y piensa: ¿Por qué desperdicié tanto tiempo siendo una niña sana y prudente?   ¡Al carajo! Otra jalada, y el cigarrillo desprendía un aura de malicia conjuntamente con sus labios.
¡Mierda! ¡Qué labios! Malditos labios rojizos cual rubí. Te fijabas en el cigarrillo que consumía, a ver si dejaba rastro de su labial en el filtro, pero no, no usaba labial, esos labios eran puros, un color natural e infernal.

Buscaba un bar, cualquiera, eso no importaba. Tampoco importaba la gente ni  la música. La música que fuese a sonar en el bar le importaba menos, ya se había acostumbrado: en ningún lugar pondrían la música compleja y subjetiva que a ella le encantaba.
—Mozo, sírvame un trago —decía—. ¿Y qué era un trago? ¿Y por qué me dice "mozo"? Eso siempre pasaba por la mente de todo aquel empleado que servía los licores en cualquier bar que ella visitaba. Nunca ningún "mozo" preguntó a qué se refería con "licor" , ni el porqué de nombrarles "mozo". Siempre asumían que la "bella y delicada dama" optaría por un cóctel o como máximo una cerveza. Entonces lo que frecuentemente recibía Ana de respuesta, siempre era: —"Para la dama le ofrecemos distintos cócteles, ¿martini tal vez? ¿Quizá un mojito? ¿Una deliciosa michelada bella dama?"
—Qué estúpidos "mozos", no saben lo que es un trago, su "dama" me la paso por el                 culo, —ella siempre pensaba—.
—Solo tráeme unos malditos shots de tequila y no pierdas el tiempo con los limones, nunca los consumo, los limones evitan que me embriague —le dijo al mesero—.

Su dulce voz confundía al mesero, bueno, no solo su voz 

Ana me dejaste con tu recuerdo, apagaste la luz y te quedaste prendida. 

-J.S Anónimo

9 июля 2018 г. 6:33 0 Отчет Добавить Подписаться
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