Todo empezó en preescolar, lugar donde conocí a una de
las mejores personas que habita este mundo. En ese momento, pasaba por una
situación difícil pero esta persona me ayudó a sobrellevarla. Luego de varios
años, mis padres me cambiaron de institución educativa. El tiempo pasó, terminé
el colegio, ya casi culminaba la universidad. Debido a un proyecto de la u,
tuve que regresar a la escuela donde empecé mis estudios. Al llegar, pregunté
por la maestra que me ayudó tanto, tuve miedo porque no sabía si todavía me
recordaba ya que pasaron más de diez años desde la última vez que acudí a dicha
institución. El guardián llamó por intercomunicador, por suerte ella accedió
verme, ya que fui sin cita previa, es que realmente no tuve tiempo de
realizarla, aparte, también quería darle una sorpresa, reservar la cita la
hubiera arruinado. Al caminar por el pasillo del edificio principal, tuve mil
flashbacks de cuando era niña, cuando las únicas “obligaciones” eran comer sano,
estudiar y divertirse. En el momento que llegué a la oficina, la maestra me vio
al segundo siguiente me abrazó con tanta emoción y cariño que las dos casi
terminamos llorando. Fue como si no hubiera pasado el tiempo, como si nunca nos
hubiéramos alejado. Desde ese día no perdimos el contacto, e incluso nos
enviábamos mensajes semanalmente para saber los últimos acontecimientos en la
vida de las dos. Luego de un año, culminé mis estudios universitarios, decidí
realizar una maestría en Europa, me mudé a Bélgica a la casa de una tía hasta
poder financiar el alquiler de un departamento, los gastos básicos y alguna que
otra chuchería. No sólo comencé a estudiar la maestría, sino que también empecé
a laborar en un estudio creativo, donde me encargo del diseño gráfico, un poco
de fotografía e ilustración. Regresé a Ecuador porque tenía dos semanas de
vacaciones del trabajo y también porque extrañaba demasiado a mi familia y
amigos. Fui a la casa de una maestra que me contactó por fb, me dijo que tenía
una sorpresa muy grande y que debía ir a su casa para retirarla, en el mensaje
adjuntó su número de móvil y la dirección del domicilio. No tenía ni idea de lo
que la sorpresa podía tratar, estaba ansiosa y emocionada por recibirla. Al día
siguiente, fui al lugar acordado, me sudaban las manos como cuando tenía que realizar
una presentación de cualquier tema. Toqué el timbre, me abrió Cristina, la
maestra que me contactó, me dijo que la sorpresa me estaba esperando en la
sala. Fui caminando lentamente, al entrar vi a Paola, la maestra que conocí en
preescolar, ella no sabía que yo iba a ir, al verme, los ojos se le llenaron de
lágrimas, corrió a abrazarme, fue uno de los abrazos más largos que me han dado
en toda la vida. Soltó una mano y la otra indicó que quería que me sentara
junto a ella. Cristina dijo que iba a ir a la cocina por unos bocadillos, que
al rato regresaba. Noté que Paola estaba igual o más nerviosa que yo, en unos minutos
iba a entender todo. Paola dijo que estaba muy emocionada de verme, que ya era
toda una adulta, y que a pesar de que no nos hemos visto en mucho tiempo, ella
siempre se preguntaba qué habrá pasado conmigo, dónde estaré y si seguiría
recordándola como ella a mí. Le contesté que de igual manera, nunca la olvidé y
algunas veces si me cuestioné si ella todavía me recordaría, porque como es
obvio, ella cada año conoce a varios estudiantes, y por eso, yo pensaba que era
prácticamente imposible que lo hiciera. Después de unos minutos, me dijo que
tenía una historia muy importante que contarme. Resulta que en enero veintinueve
de mil novecientos noventa y dos, a las diez y treinta de la mañana, misma hora
y fecha de mi nacimiento, ella tuvo una hija, pero después del parto, la
enfermera le dijo que tenía que llevar al bebé a cuidados intensivos porque
nació con problema cardiaco y necesitaba estar en incubadora. Al llegar la
noche Paola preguntó a la enfermera por su bebé y esta le respondió que no la
encontraba que parece que alguien se la robó. Desesperada por encontrar a su hija,
Paola hizo una búsqueda que hasta hace pocas semanas no obtenía resultado. Dos
semanas atrás, ella de la nada se topó con la enfermera que atendió su parto.
Esta le dijo muy nerviosa que lo que realmente pasó ese día fue que su bebé la
entregó a una pareja de recién casados que su bebé falleció pocos minutos después
de nacer, porque necesitaba dinero y ellos le ofrecieron un millón de sucres.
Le dio todos los datos de su hija y al obtener la información, Paola se dirigió
rápidamente a la maternidad. Habló con el doctor encargado del instituto, luego
de una semana le concedieron el permiso para realizarse una prueba de adn para
comprobar que la muestra de sangre guardada en el laboratorio, era la de su
hija. Después de cuatro días, los resultados llegaron a su domicilio, abrió el
sobre y se emocionó mucho al ver que el resultado era positivo. En ese momento
mi cara de asombro y desconcierto era demasiado notoria. Le dije que estaba
feliz de que ella finalmente pudo encontrar a su hija. Paola tomó una pausa y
luego dijo las palabras que temía escuchar: La hija que llevo busqué durante
todos estos años, eres tú. En ese momento no podía creerlo, estaba muy
confundida. Llamé a mi madre y le hice algunas preguntas, noté asombro en su
voz, me dijo que todo era verdad y que la disculpara pero que no me pudo decir
antes porque tenía miedo de ver como yo iba a reaccionar al enterarme de toda
la verdad. También mencionó que mi padres si es mi padre biológico. Le dije que
ya no quería hablar en ese momento y que la buscaría cuando yo estuviera más
tranquila, me despedí y cerré la llamada.
Miré a Paola y pedí disculpas por no haber creído en ella, como siempre, ella
tan comprensible, me dijo que no me preocupara que ella entiende perfectamente
mi reacción. Le dije que tenía mil cosas que decirle pero que no sabía por
dónde empezar. Ella con su mirada tierna y llena de amor me dijo que a veces
una acción vale más que mil palabras, luego de esto me preguntó que
si me podía dar un abrazo, yo asenté con la cabeza, ella se acercó con sigilo y
me abrazo tan fuerte que pensé que mis huesos se iban a fracturar. Las dos
comenzamos a llorar como niñas, ella dijo que había soñado tanto con ese
momento, el momento en que finalmente este en sus brazos, y podamos recuperar
el tiempo perdido. Luego de esto dijo: te amo hija, me conmovió mucho, la
abracé aún más fuerte y respondí, y yo a ti mamá. Su llanto no paró hasta luego
de unos minutos, me mantuvo abrazada como para que no me separe nunca de su
lado y la verdad yo tampoco quería dejar de hacerlo. Luego le dije que quiero
que se mude a Europa conmigo, ella respondió que sí y de hecho, ya mañana
regresamos juntas y esta vez sí es para siempre.
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