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¿Qué será de la vida de un hombre después de entregar todo su potencial a algo que lo decepcionará? No siempre el sexo es tan placentero como se ve.


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Un amor entre callejones

Los jadeos que de lejos se escucharon lo espabilaron e hicieron sentirse un poco más extasiado de lo que ya estaba, siguió el camino de aquellos melodiosos ruidos hasta afuera del restaurante,caminó muy lento y con mucho cuidado para que nadie notase su poderosa erección, y que cualquiera que mirara sus partes se daría cuenta lo bien que estaba, o al menos por fuera, el deseo que sentía correr por sus venas lo estaba atormentado, ya no había manera de calmar la sed que lo consumía cada mañana desde hacía tanto tiempo. Su deseo estaba tan completo como su cena en aquel plato que tuvo que abandonar en el restaurante y sus ganas de tener una buena sesión de sexo con alguien que no fuese su esposa lo estaba irritando.


—¡Sí! —Escuchó la voz de una mujer proveniente del callejón que separaba el restaurante de una agencia de servicios públicos.


Cualquiera que estuviera teniendo una sesión de sexo en un lugar como ese, definitivamente era arriesgado, y por ende, le gustaba el peligro. ¿Qué le importaría tener a un visitante a lo lejos? Alguien que mirada su acto como el más puro deseo de atracción mutua, ver la creación de Dios unidas en uno mismo mientras profanaban toda la pasión que los reinaba en aquel momento era lo único que necesitaba, al menos por ese corto momento.


Llegó al lugar en total silencio, evitando tanta basura como sabía que había, los cuerpos jadeantes estaban a unos cuantos metros mientras se escondía detrás de un contenedor a observar, un voyeurista excitado y con ganas de unírseles, pero que por respeto solo se mantuvo a lo lejos mientras trataba de calmar la dureza de su falo; arriba y abajo al mismo compás de la lengua de aquella chica sobre aquel pezón endurecido, era impresionante estar viendo a dos mujeres sumidas en el placer en un callejón y tan bien vestidas, sus peinados que aunque un poco desordenados por los movimientos, se veía elegante, recién salido de una peluquería, y ni que hablar de sus vestimentas, o al menos las que tenían enrolladas en el centro de su cintura, solo podía apreciarse el encaje de su ropa interior, aquellas que apena se distinguía si eran conjuntos negros o de un rojo muy oscuro.


El hombre detrás del contenedor de basura estaba tratando con mucha dedicación nos acercarse y acabar con el trabajo de aquella morena, que no paraba de adentrar sus dedos en el interior de la rubia mientras esta le susurraba que no parara.


—Qué desperdicio, querido amigo —pensó, mientras miraba su miembro, estaba tan hinchado que en cualquier momento explotaría, pero que se aguantaba para ver el final de aquellas dos damiselas que maldecían por el placer que las consumía.


La boca de la pelinegra de pronto bajó el corpiño de la otra y un pezón salió apretado por la tela, no le impidió saborearlo y mordisquearlo para que su compañera enloqueciera con sus caricias, su cuerpo se veía temblar, podía adivinar lo cerca que estaba de enloquecer con el orgasmo que seguramente tenía cerca, la intensidad en los dedos de la otra la elevaban y eso el hombre lo notaba.


Él cerró los ojos unos segundos y se imaginó allí en medio de las dos mujeres enardecidas, de pronto unos fuertes jadeos le hicieron abrir los ojos, justo cuando el orgasmo la había atrapado, él se vacío, aguantando un gruñido y unas cuantas maldiciones por lo que su cuerpo le había regalado. Se sentía un poco más tranquilo, más relajado ahora que aquellas chicas se comenzaron a vestir y a besar en los labios aún pintados. La oscuridad no dio dejaba ver bien sus rostros, pero si su ropa cuando desaparecieron por el callejón y salieron por otro camino.


Impresionado por lo que acababa de hacer, cerró sus pantalones y esperó unos segundos a que su cuerpo se normalizara. Aprovechó y sacó un cigarrillo y lo consumió mientras repasaba las imágenes de la escena que acababa de ver, esa que permanecería en su memoria por siempre. Esa sería una buena imagen que recordar para poder complacer a su mujer, imaginándolas como a ellas, sería algo privado que solo compartiría con aquel que jamás lo abandonaba.


Tiró lo que quedaba del cigarrillo y lo pisó, pasó una mano por su rostro y luego por su cabello, pensaría en una excusa de su repentina salida en el camino al restaurante, que serían unos pocos pasos. Al menos no sería difícil explicar el por qué de su ausencia. Había tenido una semana estresante en el trabajo y con su esposa embarazada fue como un terremoto para él, todo se desvanecía entre ambos, nada funcionaba y todo era una vil pelea.


Entró al restaurante y todo estaba como lo había recordado, miró su reloj y se impresionó al notar que solo habían pasado solo diez minutos desde su partida, su mujer aún no había llegado y su comida estaba intacta, sin tocar y la copa servida con un vino tinto. Se sentó con total tranquilidad a comer, nunca había esperado a su mujer para pedir su comida, pues ella siempre llegaba tarde y eso le quitaba el ánimo de comer tranquilo. Por lo que se apresuró a comer antes de que llegara y hablaran de lo que ella tenía planeado.


El tenedor se le cayó de la mano y sus labios cuando la vio entrar con una morena que recordaba muy bien. No pudo evitar restregar sus ojos como un niño confundido. Era la misma vestimenta que había visto minutos antes...


—Buenas noches —dijo su esposa, sentándose junto con aquella mujer.


Miró sus pechos cubiertos por la tela de sus vestidos y pudo notar un pequeño borde color rojo salir de la tela negra.


—Tu... sostén —tartamudeó el hombre señalando su pecho.


Ella se miró y rió bajo.


—Lo siento, este vestido es molesto —murmuró—, no sé como sigo usándolo.


—Te queda muy bien —dijo la otra mirándola.


Él no daba crédito a lo que estaba viendo, sus pantalones de pronto volvieron a apretarse al saber que aquellas mujeres del callejón no eran más que su esposa y una total extraña, ¿podría ahora cumplir sus fantasías?


—Perdón por no haberlos presentado antes —susurró su esposa en medio de una risa—. Estaba pensando en otras cosas, ando distraída.


—Lo entiendo —dijo él, sabiendo con qué andaba distraída.


—Amanda —Se presentó la mujer teniendo su mano.


La misma mano que estaba dentro de su esposa.


—Paul —respondió él, nervioso.


—Paul, si no te lo digo de una vez siento que voy a estallar. Sabes que tenemos mucho tiempo con problemas y nosotros dos creo que no funcionamos bien...


¡Sí, estaba por decirle que intentaran algo nuevo! ¡Un trío! Su amigo estaba por estallar en sus pantalones... otra vez.


—Sí. —Fue lo único que Paul respondió. No podía ocultar una sonrisa estúpida que recién le había salido con la idea que tenía, parecía un bebé comiendo chocolate, o lo sería con las dos mujeres a su merced.


—Pienso que deberíamos terminar —soltó de pronto, enfriándole de golpe. Su sonrisa de borró en ese momento—. He estado saliendo con Amanda y con ella me he llevado excelente y estamos pensando en una oportunidad juntas. A ella no le molesta que esté embarazada y...


Blah, blah, blah... Era lo único que escuchaba salir los labios de su esposa. Le había destruido el ego en tan solo un minuto, aquella fantasía que recordaría por siempre venía con un rompimiento definitivo.


Su mejor noche, sí claro.

23 марта 2018 г. 16:03 0 Отчет Добавить Подписаться
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