Cuca era un bichito que vivía en la calle verde. Entre semana, iba al colegio para aprender con sus amigos y pasárselo bien.
Pero en el patio, algunos bichitos no querían jugar con ella
porque el color de su cuerpo asustaba un poco.
En cambio, su prima Orquídea, que vestía siempre colores muy bonitos, parecía la favorita. ¡Todos querían jugar con ella!
Orquídea era un poco vanidosa, y a veces no dejaba jugar a los demás con ella. Creía que por ser guapa, era la mejor en todo.
—Jugaremos al fútbol por equipos —dijo Orquídea.
Entonces, decidieron formar dos grupos: el equipo rosa de Orquídea, y el equipo negro de Cuca.
Como todos querían ganar, y pensaban que Orquídea era la mejor, se apuntaron a su equipo. Así, Cuca se quedó sola y tendría que jugar en la portería.
Cuando el partido comenzó. Orquídea tomó el balón y corrió hacia Cuca para marcar un gol.
—¡Pásamela! —gritó Mario, la mariquita.
—¡Yo también quiero chutar! —exclamó Monty, el saltamontes.
Pero Orquídea jugaba sola, a pesar de tener un equipo entero que la apoyaba.
Como muy pocos conocían a Cuca, no creyeron que sería tan buena jugadora; de modo que, cuando Orquídea chutó, Cuca atrapó el balón y echó a correr hacia la portería rival.
Gago el escarabajo intentó detenerla con su ancho cuerpo, pero Orquídea no le dejaba participar.
—¡Tú no! ¡Quédate donde estás! ¡Voy yo! —gritó.
Orquídea no quería que nadie tocara la pelota, solo ella. Pero no corría tanto como Cuca.
—¡Cuidado, Orquídea, que va a marcar gol! —gritó Herminia, la hormiga, que se interpuso en su camino.
—¡Aparta! ¡Que ya voy yo! —respondió Orquídea.
Pero Cuca llegó antes que ella a la otra portería y marcó un gol. Y luego, otro gol. ¡Y otro más!
—¿Por qué? ¿Qué hago mal? ¡Si yo soy más bonita que ella! —se preguntaba Orquídea.
Cuando el partido terminó, Cuca había ganado. ¡Había marcado diez goles! Algunos amigos se acercaron para preguntarle:
—¿Cómo es que juegas tan bien?
Y Cuca respondió:
—Porque todos los días me esfuerzo en aprender y en ser mejor, sin darle tanta importancia a mi aspecto o a lo que piensen de mí.
Como Orquídea no dejaba participar a los demás bichitos, ninguno pudo aprender ni practicar como lo hacía Cuca. Además, se creía que era tan perfecta, que no se dejaba enseñar.
Cuca se agachó para agarrar el balón y explicó:
—Jugar para ganar no está mal, pero aunque perdamos, lo importante es pasarlo bien.
Y le pasó la pelota a Mario, la mariquita, que respondió:
—Pero tú juegas muy bien, ¿nos enseñas?
Cuca, que había aprendido a jugar en equipo con sus hermanos, enseñó no solo a sus amigos, sino a Orquídea, que le dijo:
—Perdóname, Cuca. Debimos hacer equipos iguales para que todos pudiéramos disfrutar y tener las mismas oportunidades.
Y así, Cuca y Orquídea volvieron a jugar otro partido; esta vez, en el mismo equipo. Aunque Cuca enseñó a Orquídea a jugar mejor…, ¿sabéis quién ganó? El equipo de Marisol, el caracol.
Y ese día, Orquídea aprendió que no hay que discriminar a nadie por su aspecto, que todos tienen el mismo derecho a disfrutar y a ser felices.
Aunque las cosas salgan mal, siempre se puede aprender de ello para ser mejores. Solo así, Orquídea conseguiría ser una jugadora de primera.
FIN
INFORMACIÓN PARA PADRES Y DOCENTES:
La inclusión es un tema recurrente en nuestros días, sin embargo, no siempre es abordada de la manera adecuada. Los niños aprenden de sus modelos de conducta, que somos nosotros, sus profesores, personas que ven por la televisión… La discriminación en las escuelas o zonas de recreo sigue siendo una asignatura pendiente que, considero, es necesario abordar desde una etapa muy temprana para evitar los prejuicios.
A través de este cuento, hemos aprendido:
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