alex-dicosmo1672294520 Alex Dicosmo

Un chico de 11 años, Atharid, ve como su padre, Theriend, muere en una fatídica noche. Con él trae la espada de un compañero de armas, Krathorn. La misión de Atharid será devolver la espada de Krathorn, el padre de Karorn, a su legítimo heredero. Irá con sus abuelos a emprender tal viaje, acompañados del bardo del pueblo. Al final, correrá aventuras inimaginables hasta que se haga mayor y comprenda el significado de su destino. Este libro está centrado en la niñez y juventud de Robert (Atharid). Es una precuela del libro "Los Mercenarios". Todavía no está terminada. Está basada en el mundo de Tolkien, la Tierra Media. Es un fanfic. Totalmente gratuito. Sin ánimo de lucro.


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PRIMERA PARTE- ATHARID - Prólogo


17 de julio de 1348, T.E. Fennas Drúnin, El Ángulo, en el sur de Rhudaur.


Era una tarde soleada de julio en Bennas Rhovanin, o Fennas Drúnin, como era conocida por los pobladores eriadorianos que hablaban el oestron, la lengua común de los hombres. La mayoría de la gente había terminado sus quehaceres diarios. El hecho era que hacía un calor inusualmente elevado en aquellos días y muchos de los habitantes de la pequeña ciudad del sur de Rhudaur habían optado por posponer sus tareas hasta la mañana siguiente, cuando volviera a salir de nuevo el sol abrasador de mediados de julio. Dana se encontraba tumbada en la cama de su casa. Hacía dos meses que tenía unos dolores terribles. La partera local, Eymuth, le había dicho que no se preocupara, que era normal, pero la mujer vulseg no estaba tan seguro de ello. En ocasiones, había tenido fiebres recurrentes. Dentro de dos semanas cumpliría el periodo estipulado para la gestación. Sin embargo, los dolores se hacían cada vez más frecuentes, incluso había sangrado alguna vez. En los períodos más agudos de las crisis, la partera le había suministrado unas hierbas especiales para calmar las dolencias de este tipo. De repente, Dana sintió que el dolor volvía, esta vez seguido de una contracción. El grito se oyó más allá de la casa, ya que las ventanas estaban abiertas de par en par. Dana salió de la casa para pedir ayuda a la partera. Esta se encontraba a dos manzanas de allí. Dana avanzó tambaleante por la calle medio desierta. Consiguió llegar hasta la manzana siguiente de edificios, pero entonces sintió otra contracción y un dolor agudo en el vientre. Unos niños que estaban jugando se la quedaron mirando asustados. Uno de ellos, un chico rubio de unos ocho años que la conocía se apresuró corriendo a llamar a la casa de Eymuth, la partera. Eymuth, una mujer regordeta de unos cincuenta muchos años salió de la casa baja en la que vivía. Tenía el pelo canoso corto y rizado. En cuanto vio a Dana acudió presurosa seguida del niño. Eymuth llevó a Dana hasta su casa cogiéndola de la mano para que pudiera apoyarse.

- ¿Son los dolores de nuevo? - preguntó la partera mientras sus ojos miraban con preocupación a la joven nórdica de pelo largo rojizo que estaba empapado en sudor.

- Si. He tenido una contracción. Creo que viene ya. No creo que pueda aguantar dos semanas más – contestó Dana.

Eymuth asintió rápidamente. Entraron en la casa y rápidamente despejó de mantas y utensilios un camastro que tenía habilitado para tales ocasiones. La partera tocó la frente a Dana. Estaba ardiendo.

- ¡Hasald! ¡Ve a avisar a Theriend de que su hijo va a nacer ya! - El niño rubio que antes había llamado a la partera fue corriendo hasta la prisión de Fennas Drúnin para avisar al marido de Dana. Theriend era uno de los alguaciles, y se ocupaba de mantener el orden en la ciudad, así como de ocuparse de los presos, tener en cuenta sus derechos, que se les diera un trato justo y de darles de comer. Lo cierto era que en Fennas Drúnin no había mucha delincuencia. Surgían de vez en cuando algunos alborotadores y borrachos locales típicos y en demasiadas ocasiones gente que venía de fuera armaba cierto escándalo pero Theriend tenía por lo general un trabajo tranquilo.

Al cabo de unos pocos minutos, Hasald apareció junto con Theriend, que traía la cara descompuesta.

El guerrero vulseg de pelo corto y castaño no preguntó nada en un principio pero se podía ver en su cara la preocupación. Theriend tragó saliva. Finalmente se dirigió hacia la partera:

- ¿Cómo está Dana?

- Es mejor que te lo diga ella misma – contestó Eymuth.

El alguacil se acercó a su mujer mientras su bigote temblaba y le dijo algo. Ella asintió. Theriend puso una mano en la frente de Dana y exclamó dirigiéndose a la partera:

- ¡Está ardiendo! - protestó.

- Acabo de poner unas hierbas especiales a cocer. Después se las administraré por la frente y el vientre – contestó fríamente Eymuth. Theriend pareció relajarse algo a pesar de la helada contestación.

Mientras tanto, un sudor frío recorría la piel debajo del vestido de Dana. La mujer temblaba. Pasados unos pocos minutos Eymuth le administró las hierbas especiales a Dana en la frente, restregándoselas. Esto parecíó calmar un poco a Dana, aunque la mujer nórdica seguía temblando mientras con una mano estrechaba con fuerza la mano de Theriend. De pronto vino otra contracción. Esta vez más violenta.

- ¡Será mejor que salgas, Theriend!– dijo la partera. - Contigo aquí es difícil concentrarse.

El vulseg soltó la mano suavemente de la de su mujer a pesar de las protestas de esta y salió. Hasald y otros dos chicos estaban en la entrada de la puerta cuando vieron que Theriend se dirigía hacia fuera salieron corriendo. El alguacil se detuvo un momento en la puerta. Parecía que iba a girarse para decir algo a Eymuth pero luego sacudió la cabeza y se fue.

Theriend esperó unos momentos interminables allí fuera. Algunos curiosos se habían reunido alrededor, entre los que estaba Pyll, otro de los alguaciles de la prisión. Este le había intentado reconfortar. “Todo saldrá bien” había dicho. Empezaba a oscurecer y los curiosos se fueron, todos menos Pyll, la mujer de este, y los padres de Dana, Hafgan y Eliandre. Oyeron unos gritos y a la partera animar a Dana a que empujara. Después de unos pocos minutos un bebé estallaba en llanto. Theriend no pudo esperar más y entró en la casa de Eymuth.

- Es un niño – dijo la partera.

- ¿Cómo está ella? - preguntó Theriend.

Eymuth hizo un gesto de negación.

Theriend, histérico, soltó una imprecación pero sabía en su interior que ella no tenía la culpa. Dana era demasiado frágil y no había podido resistir el parto. Desde el principio había tenido complicaciones y dolores. Había un montón de sangre en las mantas que había debajo de sus piernas.

- ¡¡Nooooo!! ¡¡Dana, Dana!! - Theriend con los ojos surcados en lágrimas abrazó el cuerpo inerte de su esposa mientras sus suegros entraban en la casa. Eliandre se acercó corriendo mientras gemía pero Hafgan se quedó en la entrada de la puerta negando con la cabeza.

- ¡¡Hija mía!! - gritaba Eliandre. - ¡¡Hija mía!!

Theriend soltó el cuerpo inerte de Dana para que la madre de esta pudiera abrazarla. Mientras, el bebé lloraba. Eymuth lo acunaba envuelto en una mantita.

- Ha sido niño – dijo lúgubremente, mientras entregaba al bebé a su padre.

Theriend lo cogió suavemente y lo miró.

- Ahora eres lo único que me queda – dijo el vulseg.



29 декабря 2022 г. 6:59 0 Отчет Добавить Подписаться
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