aqua18 Raquel Puga

En una sociedad donde las damas son vendidas en matrimonio al mejor postor, nuestra protagonista acaba casada con un hombre egocéntrico que la humilla y la maltrata. Envuelta, sin quererlo y sin buscarlo, en un complot entre reinos, se convierte en la rehén de un asesino revolucionario. Cristina descubrirá secretos que le empujarán a tomar decisiones difíciles que cambiarán su vida por completo. Tratados secretos sobre el tráfico de esclavos; luchas y asesinatos, y por supuesto, muertes. Todo ello, unido de la mano con el amor y la esperanza, harán de esta historia una auténtica aventura en la que nunca sabes qué podría ocurrir.


Романтика Романтическое ожидание 13+.

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La vida de una Duquesa


El nombre de la familia lo es todo en la vida, y este se consigue con la reputación de cada uno de los miembros que la componen. Esta norma no escrita la conocen tanto hombres como mujeres. Cristina Dupont, duquesa de Literveef no es la excepción. De hecho, ella más que nadie, vive para hacer honor a esas palabras.

Bajó las escaleras centrales de la gran casa con paso tranquilo y firme, como acostumbraba, haciendo resonar los zapatos contra el suelo de manera deliberada. La ama de llaves hizo una leve reverencia cuando pasó a su lado y acompañó a la joven hasta el salón del desayuno, donde su familia ya estaba esperando.

No es que su familia fuese muy grande, pero debería ser suficiente para llenar el vacío silencio instaurado en la sala. Aunque para ser fiel a la realidad, era más que obvio que allí el único sonido provenía de los cubiertos y si acaso el chirriar de alguna silla, siendo acompañado en algunos momentos de alguna frase suelta insustancial. Aunque había algo que sí conseguía atraer el interés de la familia Dupont, y eso era el correo.

- ¿De quién se trata esta vez? – preguntó su madre a Cristina, sin mucho interés real. La joven dio un suspiro y dobló la carta de nuevo, entregándosela a una sirvienta.

-El hermano mediano de los Wembley – cogió sus cubiertos y continuó su desayuno, al momento que su hermana pequeña se giraba para mirarla.

-Es el caballero que quiso sacarte a bailar en la fiesta de anoche dos veces, ¿correcto? – Cristina miró a su rubia hermana y sonrió ligeramente.

-Exactamente – la pequeña asintió y abrió la boca, pero antes de poder decir nada, su madre respondió por ella.

-Es un Conde – dijo mientras negaba con la cabeza – ni siquiera entiendo por qué lo intentan.

-Los hombres son orgullosos por naturaleza – Cristina habló para responder a los comentarios de sus dos familiares – no pueden asumir que son inferiores a nosotros y seguirán lanzando el anzuelo por si algún pez lo atrapa.

Su madre mostró una leve sonrisa ladeada mientras que la hermana pequeña bajaba la cabeza y se centraba en su comida.

La familia Dupont era una de las familias más importantes del reino de Alamár y, a pesar de estar compuesta por tan solo cuatro miembros, tenía una de las mayores fortunas y muy buena reputación. Cristina era la hermana mayor y una de las mujeres más cotizadas de todo el reino, y no solo debido a su innegable belleza, porte, seguridad y labia, también tenía el estatus de duquesa e incluso su familia se codeaba con miembros de la realeza. Siendo la hija mayor, había tenido una intachable y detallada educación, estricta y rigurosa; así como todos y cada uno de los caprichos que desease.

En ocasiones parecía que su enorme mansión en Literveef, a las afueras de la ciudad de Alamár, así como su casa en pleno centro, en una de las calles con más afluencia, no eran suficiente para calmar la creciente necesidad que tenía la joven de llenar un agujero que no existía. Agujero que también cubría con lujosas prendas, costosas joyas y calzado de marca.





La noche anterior habían asistido a una fiesta, pero eso no impedía que ese mismo día la familia entera acudiese a casa de Lady Harrinton, a una fiesta algo más privada a la que solo asistirían ciertos invitados selectos. Si había alguien importante en quién reparar, era sin duda esa mujer. Lady Harrinton era una señora bastante mayor, delgada como un fideo y siempre vistiendo a la moda. Una duquesa muy importante con una gran fortuna, a la que la madre de Cristina se había encargado de incluir en su círculo de amigas más cercanas. Aquella mujer era la reina de los chismorreos. Y a Cristina le encantaban los chismorreos. De hecho, podría decirse que le encantaba cualquier fiesta, reunión o evento social al que se viese obligada a asistir.

Las personas allí reunidas pertenecían exclusivamente a la más alta clase, encontrándose algún conde, marqueses, duques y algún miembro emparentado con el rey. Cristina pasó su mirada crítica por la estancia nada más entrar, una pequeña costumbre que había adquirido con los años. Le gustaba analizar las situaciones, saber a qué tendría que enfrentarse. Podría decirse que era uno de los numerosos juegos mentales que había desarrollado para los momentos de aburrimiento.

-Hermana – dijo Helena clavando sus ojos azules en ella – Lady Harrinton se encuentra allí, junto a las amigas de madre. Tal vez haya venido también Lucía, ¿Podemos acercarnos a comprobar?

Cristina, siendo consciente de lo poco que le gustaban las fiestas a su hermana pequeña, asintió. Lucía era una joven amable y de buena familia que solía acompañar a su hermana Helena en las fiestas. Era una manera de tenerla entretenida y contenta mientras ella se centraba en su objetivo principal: encontrar marido. Se había pasado toda la vida pensando que tendría opciones más que de sobra que le permitirían encontrar al hombre perfecto, alguien amable y fácil de llevar, inteligente, guapo, rico y con muy buena reputación. Ahora era consciente de lo difícil que era encontrar a alguien con tantos requisitos, pero aún así no estaba dispuesta a rebajarse. El problema es que ya llevaba años así, e incluso su hermana pequeña estaba en el mercado; si no se comprometía ese año, su reputación se vería manchada sin remedio.

Su padre se fue a otra sala, junto con el resto de los hombres casados que se juntaban para jugar, beber y hablar de negocios. En la estancia principal es donde ocurría el juego de verdad y es que todas las mujeres casadas estaban atentas a los solteros y las solteras para hacer una presentación formal en cuanto fuese necesario. Las chicas jóvenes, incluida ella, debían de conquistar cuantos corazones pudiesen, siempre con una actitud modesta y tímida, para conseguir todas las propuestas posibles.

Observó los grupos de muchachas que tapaban sus rostros con el abanico, coqueteando desde la distancia con jóvenes apuestos que presumían de su porte. Insulsas. Así eran todas. Todas menos ella. Compuso su postura y se decidió a entrar en acción: mentón arriba, espalda recta, un movimiento de mano muy insinuante. Atenta a cada detalle, a cada persona.

Comenzó a pasearse por la sala saludando a cada uno de los grupos de personas que conocía y pasando deliberadamente por los espacios vacíos, desde donde podía ser observada perfectamente por los grupos de pretendientes. Estaba sentada en una de las mesas, charlando con un grupo de mujeres, cuando apareció un caballero cuya presencia podría volverse incómoda.

Maniobra de evasión. Aguantó la respiración dos segundos y desvió la mirada, contando mentalmente cuánto era correcto esperar para poder levantarse sin que el joven en cuestión pensase que le estaba esquivando. Su postura perfecta, su sonrisa intacta, su mirada en la otra esquina de la sala. Sin pensarlo dos veces, se levantó y comenzó a caminar en la otra dirección, aunque sabía que ese muchacho le estaría siguiendo.

Esquivó a un par de invitados e intercambió unas breves palabras con una marquesa que tenía una extraña verruga en una sien. Continuó su osada huida, atravesando un grupo de hombres que la miraron estupefactos a la vez que intentaban saludar rápidamente. Pero ella les ignoró.

Habría seguido caminando en círculos si no hubiese topado con algo que la obligó a detenerse y cambiar el sentido de la marcha. Su hermana pequeña. Su adorable, encantadora, preciosa e inocente hermana. Cogió una respiración profunda y se obligó a no hacer ningún gesto de exasperación que la delatase, mientras se disponía a interferir en esa tan interesante conversación que estaba teniendo la joven rubia con un conde conquistador de inestable reputación.

-Lady Dupont – saludó el acompañante de su hermana cuando la vio aparecer, mientras su sonrisa se volvía forzada y tensa. Ella lo sabía. Aquel chico no era un buen partido. Sacó a su hermana de allí tan rápido que apenas le dio tiempo a despedirse.

Un reproche de su hermana no sería suficiente para que ella pasara por alto todo lo que su madre le había enseñado durante años. Estaba muy orgullosa de ser quien era y de todo lo que había logrado, por supuesto, siempre siguiendo las normas y atendiendo a cada pequeño detalle. Una mirada mantenida un par de segundos más de la cuenta podría ser catastrófica, un roce podría trastocar por completo sus planes de futuro. Una conversación tergiversada… Soltó el aire que había estado manteniendo y aminoró el paso, hasta que su hermana pequeña se soltó de su agarre con sutileza.

- No me mires así Helena, sabes de sobra que no es apto para estar contigo. Es un conde – su hermana pequeña hizo una mueca – no tiene la categoría suficiente para poder estar con nosotras e, incluso si la tuviese, tampoco te lo permitiría. No es un buen hombre.

- Es injusto – se quejó mientras se abrazaba a sí misma y desviaba la atención del baile.

-Cristina – una voz intervino en la conversación que ambas estaban teniendo y la mayor, sin perder la compostura, se giró hacia su madre – sería un buen gesto que te sentases un poco con las mujeres y participases en la conversación. Helena – miró a la pequeña sopesando - si te encuentras indispuesta será mejor que te retires a descansar. Lady Harrinton tiene muchos aposentos s disposición de los invitados.

La hermana mayor pudo apreciar como los azules ojos de su hermana se humedecían, antes de que esta se diese la vuelta y se fuese. Ignorando ese hecho, obedeció a su madre y la acompañó hasta el lugar donde se encontraba el grupo de amigas íntimo de la familia.

Lady Harrinton destacaba por encima de las demás; tenía un brillante pelo plateado, prácticamente cubierto por el tocado, también usaba extensiones de cabello, probablemente para compensar la cantidad de pelo perdido por la edad. Hablaba mucho y muy rápido, pero gesticulaba muy poco y apenas movía las manos. Se decía que era familiar del rey y que gozaba de favores especiales. Cuando vio a Cristina se levantó y una enorme sonrisa cubrió su fina cara.

-Y aquí está – dijo acariciándole el brazo y mostrándola a sus amigas – la joya de la fiesta.

Miró de refilón a la joven y le guiñó el ojo. Cristina no entendía por qué, pero esa mujer la tenía bajo su protección y probablemente su madre tuviese mucho que ver en ello. Acompañó a las jóvenes en su conversación, halagándolas y sonriéndoles, hasta que la anfitriona sacó el tema del compromiso de Cristina, emocionándolas a todas y tensándola a ella.

-Creo que he conseguido el pretendiente perfecto – comentó la señora mayor. Cristina se ruborizó un poco y desvió la mirada. Actitud de timidez, perfecto para el momento – Es un joven duque que ha vivido muchos años fuera de la ciudad y ahora ha vuelto con una considerable fortuna a la casa de su familia.

- ¿De qué familia es? – preguntó otra joven. Cristina frunció el ceño cuando vio que Lady Harrinton se tomaba su tiempo para responder y disimulaba bebiendo de la taza de té, creando tensión. Conocía bien las estrategias de esa señora, definitivamente debía de tratarse de alguien importante. Cuando la anfitriona posó la taza de té sobre la mesa, con una parsimonia un poco forzada, todas las mujeres tenían la vista clavada en ella.

-Es mi sobrino – su tono casual fue perfecto para la ocasión y provocó lo que pretendía. Una gran ola de sorpresa recorrió a las jóvenes, e incluso Cristina tardó en reaccionar. Sus ojos se quedaron fijos en Lady Harrinton, esperando ver alguna reacción por su parte que le confirmase que la información era cierta.

Su cabeza comenzó a funcionar en décimas de segundo. Un duque, familiar de Lady Harrinton, que contaba con una fortuna propia a parte de la gran fortuna familiar que ya poseían, y emparentado con la familia real. Tenía que verlo. Tenía que saber cómo era y tenía que ser en ese preciso momento. Controló su respiración y se quedó inmóvil, intentando que la ansiedad que sentía no fuera expuesta ante las demás jóvenes.





-Lady Harrinton – comentó con una sonrisa tímida – me está poniendo usted en un aprieto, un duque que ha vivido en el extranjero y además pertenece a su familia, ¿cómo podría yo…?

-No seas tonta, niña – hizo un gesto con la mano, restándole importancia – mis decisiones siempre son acertadas, seréis la pareja de la temporada, ya lo verás.

Todas las presentes comenzaron a susurrar y sonreír, encantadas por el nuevo romance que estaba a punto de comenzar. Cuando la anfitriona se levantó, guiando a Cristina, las demás fueron detrás. No iban a perderse el encuentro de los dos jóvenes más prometedores de la temporada.

11 сентября 2022 г. 15:50 1 Отчет Добавить Подписаться
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AI Adrian Inclan
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