«Siempre hay una elección, la cuestión está en saber tomar la correcta», recordó la voz de Noah mientras recuperaba la conciencia. Abrió lentamente sus ojos. Seguía en el mismo sitio. El destello de la luna entraba por el tragaluz que había en el techo, iluminando a una figura, que se encontraba erguida en el centro de la habitación. Sin embargo, todo lo demás se mantenía en una completa oscuridad, en un velo de confusión. La silueta sostenía una espada que al moverse su filo reflejaba la tenue luz en finos destellos contra las paredes del cuarto, dejando ver los signos tallados a fuego en ella. La reconoció al instante, era la Spatha Glaukòs. A pesar de estar aturdida, intentó levantarse; pero fue imposible. A lo lejos se escuchaban al unísono cantos líricos, que no lograba entender. Volvió a cerrar sus ojos y, de repente, escuchó un estruendo, un sonido de hojas de hierro chocando entre sí.
—¿Entiendes que no puedes esconderla por siempre? Me la tengo que llevar. No pertenece a este mundo —aquella voz hizo que el estómago se le encogiera y tuviese el impulso de cubrirse y defenderse.
—La protegeremos cueste lo que cueste —respondió, con voz entrecortada, una segunda sombra, que no había advertido antes. Lo reconoció de inmediato: era él. ¿Cómo había llegado allí?, ¿cuándo?
A pesar de que hizo el esfuerzo por distinguir lo que ocurría a su alrededor, no podía. Todo parecía estar cubierto de sombras. Tan solo podía escuchar el impacto de las hojas de hierro. Que bruscamente callaron, tras un ahogado lamento de dolor y el sonido de un cuerpo cayendo al piso. Entonces el silencio dominó la habitación, provocándole un frío gélido que recorrió cada parte de su cuerpo. Se levantó apoyándose en la pared húmeda. Tomó una fuerte bocanada de aire y sintió la sangre aglomerarse en su boca. La dejó caer al suelo en un fino hilo opaco. Levantó por un momento su cabeza y lo vio. Su cuerpo, el de él, yacía en el piso, a pocos centímetros de la figura, envuelto en un pozo de viscosidad azulada que destellaba con la luna. Ahora la espada que sostenía la sombra estaba cubierta de ese mismo líquido, y goteaba lentamente desde su borde. Viendo la escena, el dolor la invadió por completo mientras intentaba llegar a él, pero cada paso que daba lo sentía como cuchillos que la atravesaban.
La figura permaneció inmóvil observándola. Apenas llegó al cuerpo, se arrodilló a su lado, dejándose caer, quedando cara a cara con él. Pasó sus finos dedos por su rostro y separó a un lado los cabellos despeinados que le cubrían la cara. Sus ojos se encontraban completamente abiertos pero sin brillo. Él hizo amago de mover sus labios, intentó hablar con ella pero no podía, de su boca solo salían quejidos. Ella recorrió la cicatriz que tenía en su pómulo derecho, mientras le secaba las lágrimas que caían.
—No me dejes, te necesito. Regresa —Imploró mientras sentía cómo la sombra avanzaba, la tomaba delicadamente y la levantaban. Entonces sintió que finalmente perdía la consciencia.
Jas L. S.
