mauromartinprimero1 Mauro Martín

Una mujer cuya vida veía ya no tenía sentido. Un hombre que rescata a esa mujer que estuvo a punto de sucumbir ante los fríos y melancólicos brazos de la muerte. Esta es la historia de Jazmín y Roger Armín, dos personas que se conocen por accidente, y poco a poco descubren que son el uno para el otro. Esta narrativa corta de sólo seis capítulos y un epílogo narra de una forma breve la manera en la que Jazmín y Roger se conocieron, cómo es que ambos atraviesan momentos críticos en sus vidas y cómo es que logran superar tales adversidades en pos de estar juntos y ser felices hasta que la muerte los separe. Una historia de amor que seguramente le resultará más que interesante. Parte de la versión mejorada de la serie Historias Cortas. Conoce más de mi repertorio de novelas e historias publicadas en www.harmonycreativa.net También sígueme a través de tus redes sociales y entérate antes que nadie de las últimas novedades que tengo para ti: Instagram: http://www.instagram.com/HarmonyCreativa Mastodon: https://mstdn.social/@harmonycreativa


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Episodio 1: Una tabla de salvación

Hotel Meliá Cancún

30 de Agosto de 2001, 06:46 am


Fue el amanecer de un día cálido, como cualquier otro día de verano. El sol comenzó a resplandecer, haciendo acto de presencia, recordándonos que ya era hora de despertar y salir a continuar con nuestras actividades cotidianas.

Justamente a esta hora, Roger Armín preparaba todo lo necesario para que durante su turno como salvavidas no exista ningún contratiempo ni tampoco víctimas que lamentar, aunque esto último era muy raro que ocurriera, pues la gran mayoría de los huéspedes que se alojaban al hotel para el que trabajaba ya tenían la cultura de acudir a la playa tomando sus precauciones a la hora de nadar. Pero igual tenía que estar preparado por si hubiera excepciones.

Y justo en la primera hora de la mañana, cuando ya se dispuso a iniciar su turno, advirtió desde la orilla la presencia de alguien. Parecía tener un buen ojo para identificar a esa figura que parecía perturbar aquellas aguas de color azul turquesa que yacían calmadas desde muy temprano. Al parecer era una chica, una de tantas huéspedes que se encontraban alojadas en aquel hotel de prestigio para donde trabajaba. Parecía disfrutar desde muy temprano de las aguas playeras de aquel lugar cancunense.

No obstante, Roger Armín al observar más detenidamente a aquella persona, se da cuenta de que ésta última no parecía disfrutar mucho de la playa. De hecho, no parecía moverse. Usando sus binoculares de salvavidas, podría observar que, en efecto, no movía su cabeza y el resto de su cuerpo sólo era mecido por las olas que iban y venían. No era una buena señal, y Roger Armín lo sabía de sobra. Algo había pasado con aquella huésped y rápidamente acudió en su búsqueda.

Era bastante raro que este tipo de incidencias ocurrieran en el hotel. Pero aquel día fue una excepción, y Roger Armín acudió rápidamente al rescate de aquella mujer.


06:52 am

Minutos después, él ya estaba afuera del agua, cargando a la joven turista. La puso sobre la arena, en espera de proceder con su trabajo de salvarle la vida o al menos intentarlo. Lo intentó una y otra vez. No hubo respuesta. La chica seguía igual. Y aunque parecía tener signos vitales todavía, pasaba que ella no había reaccionado ni siquiera a la respiración boca a boca, por lo que decidió llevársela a área de emergencias médicas del hotel. Hasta que pasó lo que pasó.

Inmediatamente, la chica comenzó a escupir agua salada de su boca y toser fuertemente. Finalmente reaccionó, y después de haber sacado el agua de mar tragado la chica seguía recostada sobre la arena, a la vez que se encontraba sollozando, como si cargara con un gran pesar. Un pesar que muy posiblemente le estuviese haciendo tanto mal, lo suficiente como… ¿para irse a ahogar hasta en el fondo del mar?

Viendo que al menos la chica estaba con vida, Roger Armín procedió con lo propio y rápidamente la canalizó al área de emergencias del hotel.


07:14 am

Los minutos pasaban, y después de un rato la chica ya se encontraba más calmada. Tras haber sido examinada por la enfermera de turno, y en un momento en que quedaron a solas, Roger Armín comenzó a interrogar a la huésped cómo se sentía y por qué se había metido tan hondo si bien no sabía nadar. Era de esperarse que él no supiera por lo que aquella chica estaba pasando.

— ¿Ya se siente mejor, señorita? —le preguntó. Ella no le contestó. Y él prosiguió—. Fue una suerte que usted siguiera viva. Sabe, le aconsejaría que tome unas clases de natación antes de considerar aventarse así nada más al agua. ¿Usted sabía que el 99% de los ahogamientos en el mar se dan por errores humanos? Se pierden más vidas metiéndose al mar con imprudencia que con prudencia. Si no fuera porque yo intervine en su auxilio usted ya estaría formando parte de las estadísticas. O dicho de otro modo, usted no estaría aquí.

— Ojalá y nunca hubiera llegado hasta aquí —responde finalmente la chica, de un modo bastante melancólico—. Hubiera preferido morirme allí mismo, ser tragada por el mar y olvidarme de esta miserable vida de una buena vez por todas.

— Con todo respeto, no diga estupideces, señorita—le replicó el salvavidas—. Una señorita como usted, increíblemente hermosa, con una apariencia que le envidiaría a cualquiera, y con muchos hombres que seguramente andarán babeando por usted. Parece mentira oír de usted cosas tan tristes como la de quererse morir y precisamente en la playa y demasiado temprano. ¿Podría al menos saber por qué se quiso ahogar allí mismo?

La chica calló por un momento y finalmente contestó mirando Roger Armín.

— Lo que haya hecho allí no es algo que a usted le importe. Simplemente quería huir y usted tuvo que intervenir.

Roger Armín no supo qué responder ante aquel comentario de la muchacha, Por una parte, no toleraba la idea de que hubiese alguien como ella fuera tan visceral consigo misma a tal grado que busque matarse y precisamente lo haya intentado hacer allí mismo en la playa. Pero por otro lado, al ver a aquella chica, especialmente cuando ella lo estuvo mirando como por espacio de unos breves segundos, se vio sorpresivamente cautivado al tener esa oportunidad de contemplar semejante belleza de mujer. Chica de piel bronceada, ojos grises, cabello lacio, cuerpo esbelto, como de modelo y con una apariencia que daba la impresión de que ella serían de esas personas adineradas que se la pasan de paseo todo el tiempo casi siempre con alguien.

Ella portaba un vestido modesto, de marca, sin nada en las manos ni en el cuello. No portaba sandalias, (o tal vez si los tenía, pero los mismos debieron haberse perdido en alguna parte de la arena, o de plano en que se había metido al agua éstos se habrían perdido allí dentro, porque cuando la estaban rescatando por aquel salvavidas simplemente no las traía). Y pese a la pésima condición en la que se encontraba ahora mismo, era muy difícil que su sutil y delicada belleza se perdiera así nada más.

Llamaba mucho la atención el que alguien como ella haya tomado tan tamaña y errónea decisión de meterse en lo hondo del mar sin antes asegurarse de que supiera al menos nadar, y lo pe0or, que le acabase diciendo que pretendía “huir” ahogándose. ¿Huir de qué o de quién? ¿Acaso pretendía ahogarse a propósito o todo aquello había sido sólo un evento desafortunado? ¿Por qué deseaba literalmente morirse? Sea como haya sido, lo importante era que ya estaba fuera de peligro, muy para el disgusto de ella.

Pese a que no dejaba de mirarla y admirar en secreto tal increíble belleza que yacía enfrente de él, supo mantener la cordura y no se dejó llevar por lo que en este momento sentía. Y buscando qué decirle a esa chica desafortunada, intentó hacerle ver de lo más llana y tranquilamente posible lo mal que hizo al intentar suicidarse, aunque con un poco de reproche.

—¿Y no se le ocurrió hacer otra cosa que no sea irse a matar en lo profundo del mar? —le replicó—. La playa está allí para disfrutar de ella, no para usar de arma blanca y atentar contra uno mismo. Lo que usted hizo fue una tontería y dese de santos que todavía siga viva. Y ya oyó lo que la enfermera dijo, usted tiene que estar aquí hasta que llegue el médico de turno—luego miró el reloj que traía en su mano y recordó que tenía que volver a su área de trabajo—. Ahora, si me disculpa, yo ya me tengo que ir de vuelta a mi puesto. Fue un placer conocerla, señorita.

Antes de que el muchacho roce siquiera el picaporte de la puerta con la mano, la huésped lo llamó y le pidió que se acercara. No viendo él ningún inconveniente, el chico se acercó, y enseguida le estampó una senda bofetada guajolotera en su cara. Roger Armín protestó y, en respuesta, la huésped le responde:

—Esto es por querer salvarme. ¡Yo no quería ser salvada! ¡Nunca le pedí que me fuera a rescatar! Quería morirme, morirme en el fondo del mar. ¡Ya no aguanto esta vida, me quiero morir ahora mismo! ¿Qué carajos nadie lo entiende? —. Y nuevamente, la chica comenzó a llorar, para luego volverse a recostar sobre el camastro de la enfermería y terminar de sopesar allí mismo sus penas.

—Y dale la burra al trigo—expresó encabritado Roger Armín, que ya estaba sacado de onda, no tanto por la bofetada recibida, sino por las palabras y la actitud de aquella chica. En consecuencia, él le replica, mientras se soba la mejilla—. Al menos dele las gracias a Dios porque todavía siga usted viva. Y es una lástima que diga esas tonterías y encima me plante una cachetada sólo porque le salvé el pellejo—. Luego deja de frotarse y prosigue, intentando calmarse—. De veras que... de veras que usted anda muy mal. Mira, no soy muy de las personas que suelen dar consejos, y mucho menos a personas tercas como usted, pero yo le sugiero que no sea de esas personas se van por la puerta falsa, creyendo que la muerte es la mejor solución a todos sus problemas. Aprenda a enfrentar las cosas yendo siempre por el lado del bien, nunca por el camino del mal. Y si le sirve de consuelo, piense en algo bello, único y hermoso que le haya pasado alguna vez en la vida y aférrese a ella en estos momentos, tal vez de allí saque al menos un motivo lo suficientemente fuerte como para que desee estar un rato más aquí, con vida. En vista de las circunstancias, ya me voy, el doctor vendrá a revisarla en un momento. Quédese aquí y procure no hacer nada estúpido, ¿ok? Que tenga buen día.

Finalmente, Roger Armín se fue de allí, dejando a aquella chica sumergida en su mar de lágrimas que ya estaba formando en aquel camastro.


Una vez que aquella chica se había quedado sola en ese diminuto cuarto de enfermería, recostada en la camilla, se volvió a levantar y comenzó a dar rienda suelta a su coraje. No era para menos. Su plan suicida se había visto frustrado gracias a un desconocido, que viene, la salva de morirse ahogada y encima le hace ver que lo que había hecho estaba muy mal y que todavía tenía el descaro de darle consejos de moralidad y de sobre cómo valorar mejor la vida. Nada peor le pudo haber pasado a aquella mujer que no haya sido el no haber podido despedirse de este mundo cruel y malo.

Y ahora que se encontraba allá en ese diminuto cuarto de enfermería, sola y sin nada más que con aquella depresión consumiéndola por dentro, la chica deseaba continuar con su terca tarea de querer despedirse de este concepto de mundo cruel y despiadado. Y no dudó en hacer algo al respecto.

Se levantó por completo del camastro, y empezó a buscar cualquier cosa que tuviera punta o por lo menos que cortara. Buscaba donde sea, no importaba si esa cosa punzocortante se hallase en el suelo o en algo menos higiénico como la taza del pequeño baño que yacía a unos escasos centímetros del camastro. En este momento, parecía un pequeño huracán que no hacía otra cosa que desacomodar todo lo que hallaba a su paso. Y para su mala suerte, no pudo encontrar nada que pudiera servirle de arma blanca para continuar con su autosuicidio. Ni siquiera un jarabe que pudiera tomar de un solo trago, el mismo se hallaba bien guardado en un pequeño almacén-botiquín que, para el colmo de males, se hallaba cerrado con llave. Y al final, Jazmín, se vería nuevamente sentada en la cama, cabizbaja y con una notoria expresión depresiva en el rostro, las lágrimas humedeciendo aquella hermosa cara que tenía, y muy sumergida en sus pensamientos, mismos que era claro que no la estaban dejando en paz.

¿Qué diablos estaba pasando con ella? ¿Por qué quería matarse? ¿Era tanto así de cruel su situación que por eso buscaba una forma muy cobarde de huir de esa situación? ¿Cuál era esa situación tan perturbadora que no la dejaba tranquila ni por un instante? ¿Por qué deseaba morir? ¿Cómo alguien como ella terminó casi al borde de la muerte en plena playa?

Al final, todo fue silencio y lágrimas.


CONTINUARÁ…

19 февраля 2022 г. 2:51 0 Отчет Добавить Подписаться
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Прочтите следующую главу Episodio 2: Memorias de una Desafortunada

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Universo de Historias Cortas
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