Короткий рассказ
0
6.0k ПРОСМОТРОВ
Завершено
reading time
AA Поделиться

Inocencia

Habían pasado ya quince años desde que estalló la guerra entre los reinos vecinos de Khartia y Lhitia. El detonante fue el secuestro del primogénito del rey de Khartia. Había ocurrido una noche, tras el descuido de la guardia que los escoltaba de regreso al castillo, o al menos eso se cree. Lo cierto es que, al menos la princesa, se salvó. El reino de Lithia contaba con la ayuda de una poderosa hechicera, Victrinia la desoladora, apodo que se ganó por la sensación de angustia que creaba cuando atacaba a las tropas enemigas.

El rey de Khartia, cansado de tanta guerra, decidió dar la mano de su hija en matrimonio a quien fuese capaz de asesinar a aquella hechicera. Muchos se ofrecieron pero nadie lo consiguió. Y así pasaron los años hasta la llegada de Krishna.

Al llegar a la capital de reino, se dirigió de inmediato al castillo. Su objetivo: poder obtener la mano de la Xandria, la única hija del rey. A las puertas de aquella imponente construcción, se encontraban dos guardias.

—Soy Krishna —dijo con una voz contundente mientras los guardias cruzaron miradas entre sí—. He venido a ver al rey. Se dice que hay una misión que implica matar a una hechicera.

Los guardias abrieron las puertas y lo escoltaron hasta el Gran Salón donde se encontraba el rey.

—Adelante ¿Cómo te llamas? —preguntó mientras se ponía cómodo en su trono.

—Krishna —respondió a secas.

—¿Krishna? Tu reputación te precede, Hojasangrienta. ¿Sabes a qué has venido?

Por un momento dudó, pero un recuerdo lo libró de esa sensación. Había recordado aquella noche en la cual tras salir de una taberna se cruzó con la princesa, se miraron mutuamente, se enamoraron. Aquella mujer logró escapar de la guardia que le escoltaba y se metió en la taberna junto con el joven. Subieron las escaleras, buscaron una habitación y se entregaron el uno al otro. Krishna, sintió cómo su respiración se aceleraba, cómo su corazón latía cada vez más fuerte, cómo sus vellos se erizaban. Sintió cómo las gotas de sudor de aquella mujer caían sobre su piel. No podía creer lo que estaba pasando. La princesa mujer olía a lilas, tenía la piel suave como seda.

Un gruñido del rey lo sacó de ese bello sueño.

—Lo sé — dijo. Tomó el atrevimiento de sentarse en una de las sillas que rodeaban aquella larga mesa.

—Esa hechicera ha sido todo un problema para mis planes —dijo el rey—. Si eres la mitad de bueno de lo que se cuenta, tendrás éxito. Si lo haces te prometo la mano de mi hija.

—Lo haré —Krishna el se golpeó el pecho con el brazo y luego lo estiró en señal de saludo—. Giró hacia la puerta y se marchó escoltado por los guardias.

Decidido, se dirigió al campamento del ejército enemigo, donde se encontraba Victrinia. Fue un viaje de dos días. Era de noche y la luna se ocultaba tras grandes nubes que presagiaban una fuerte tormenta. Aprovechando el abrigo que le ofrecían las sombras, se escabulló entre las tiendas del campamento, buscando la que le perteneciera a su objetivo. Registró el lugar durante una hora pero no pudo encontrarla. Regresó al bosque y cuando había dado por terminada la búsqueda por este día, la vio. La hechicera había dejado sus ropas aún costado del lago y se encontraba nadando completamente desnuda. Las nubes se corrieron por un momento y la luz de la luna, que se reflejaba en el agua, permitió a Krishna ver el cuerpo de la mujer. Era una figura esbelta, de pecho voluptuoso y cabellos negros como el azabache. Es difícil creer que una mujer como tú sea tan peligrosa, pensó mientras continuaba observando con detenimiento cada detalle de la hechicera. Esperó varios minutos hasta que por fin se decidió a salir del lago. Cuando tomó sus ropas y se disponía a vestirse, Krishna salió de entre los arbustos y se paró frente a la mujer.

—¿Quién eres?— le preguntó a la silueta sombría mientras se vestía—. No puedo verte. Hizo unos movimientos con las manos y encendió unas llamas, las cuáles arrojó al suelo cerca de la figura y vio por fin el rostro de Krishna.

—Me llamo Krishna Hojasangrienta.

—He oído de ti —dijo la hechicera con el pecho aún desnudo—. Eres el asesino de magos. Yo soy Victrinia la desoladora, supongo que sabes por qué me llaman así.

—Sé quién eres. Eres la bruja que ha desencadenado toda esta guerra. Secuestraste al primogénito del rey.

—Ah! Y quieres saber dónde está.

—No. No me interesa. No he venido aquí por eso. He venido a matarte, para darle la victoria a mi rey y reclamar la mano de la princesa.

—Con qué es eso. El pequeño espadachín está enamorado. Deberías abandonar ese sentimiento, pero sé que no puedes. Se el motivo. Y créeme, si me matas, no te gustará saber el desenlace —la hechicera se vistió por fin.

—Eso… eso lo veremos —Krishna se cansó de hablar y sacó su espada. Era una espada roja, forjada con un material que inhibía a los magos de su poder. Espada que le valió el sobrenombre de Hojasangrienta.

La hechicera tomó la iniciativa. Hizo los mismos movimientos que hace unos instantes y de sus manos salieron dos bolas de fuego. Las arrojó contra Krishna, pero este se lanzó hacía un costado y las esquivó facilmente. El fuego alcanzó a unos árboles secos iniciando un pequeño incendio. Tengo que acercarme y clavarle mi espada, o producirle un corte, de esa forma la espada le quitará sus poderes y será más sencillo acabar con ella, pensó.

Sacó de sus bolsillos unos cuchillos arrojadizos y los lanzó contra la hechicera, uno de ellos clavó en el muslo de Victrinia. Hizo un gesto de dolor pero rápidamente se recuperó y se dirigió hacia donde estaban el resto de sus ropas. De entre ellas agarró una vaina y de esta una espada. Movió las manos y pronunció un hechizo. De ellas salieron destellos verdes. Con la espada se cortó las palmas y con su sangre embadurnó la espada. ¿Qué hace? Bueno no importa es mi oportunidad, pensó Krishna. Se lanzó al ataque. Para ser una hechicera, era ágil con la espada. Las espadas chocaban, despedían chispas de los impactos. La mujer aguantaba bien los embates de Krishna pero luego de un rato, al no tener la práctica ni el aguante necesario, comenzó a retroceder. Tropezó con una piedra y cayó al suelo sin soltar la espada.

Krishna se puso de pie frente a ella.

—Recuerda, no te gustará el desenlace —fueron sus últimas palabras—.

El asesino de magos clavó su espada en el corazón de la hechicera, pero esta, justo antes de que la espada llegara a su objetivo, logró golpear con la suya en una de las pantorrillas del joven. En ese momento, imágenes distorsionadas de una mujer sin rostro pasaron por su mente ¿Qué fue eso? ¿Un recuerdo? No importa, debo volver al castillo y ver si el rey cumplirá o no con su palabra. Tomó su espada y cortó la cabeza de Victrinia. La envolvió y la colocó a un costado de su caballo. Subió a su montura emprendiendo el viaje de regreso. Era un viaje relativamente corto, solo dos días a caballo, pero le pareció eterno. Aquel corte que le había procurado la hechicera fue con una hoja envenenada y durante el viaje comenzó a sentir los efectos. Apenas pudo observar la torre del casillo, apresuró el paso. Al llegar a la puerta, les mostró a los guardias la cabeza de Victrinia y lo dejaron pasar. Se dirigió hasta el salón principal donde lo esperaba el rey. Le arrojó a sus pies el envoltorio que tenía entre sus manos y se desplomó en el suelo. El rey corrió raudo y veloz hasta el cuerpo que yacía en el suelo, lo puso boca arriba y lo miró con detenimiento. Al verlo, su cabello rubio y su rostro afilado le recordaron al hijo que había sido secuestrado una década atrás. Sintió curiosidad por saber más de quién sería su futuro yerno, pués el rey era un hombre de palabra. No perdió más tiempo y llamó rápidamente a los guardias quienes lo llevaron hasta uno de los aposentos ubicados en la parte más alta del castillo para que descansara. Lo que no sabían era que había sido envenenado.

La noticia del regreso llegó a oídos de Xandria quien de inmediato se dirigió a la habitación donde se encontraba Krishna. Al entra, vio que algo no andaba bien. Se acercó hasta la cama y lo observó. Cuando este abrió los ojos, miró fijamente a la princesa y recordó lo que le había dicho Victrinia: “no te gustará el desenlace”. De repente la imagen aquella mujer sin rostro que daba vueltas en su cabeza, luego de que matara a la hechicera, comenzó a esclarecerse. Era la princesa. Y entonces recordó todo. La princesa era aquella pequeña niña que solía jugar con él cuando eran pequeños. Era la última persona que había visto y con quien se encontraba, cuando fue secuestrado por la hechicera. Victrinia había hechizado a ambos para que ninguno recordara al otro. Cuando los recuerdos inundaron su mente, sintió una profunda vergüenza y arrepentimiento. No podía creer que la persona de la que se había enamorado tan ciegamente y con quien había tenido relaciones, aunque fuese tan solo una vez, era su propia hermana. Desafortunadamente no pudo hacer ni decir nada, pues el efecto del veneno ya había cumplido su cometido. Tras mirarla a los ojos por última vez, cerró los suyos para siempre.

Al ver morir a la persona que había amado, los recuerdos que habían sido olvidados por el hechizo regresaron a su mente. Lo miró fijamente y lo reconoció.

—¡Es mi hermano! —gritó—. El niño que había sido arrebatado de su vida hacía muchos años. Se tumbó de rodillas a un costado de la cama, tendió los brazos sobre el cuerpo inmóvil y rompió a llorar. Al igual que Krishna sintió vergüenza y arrepentimiento, pero también asco y náuseas. Ella había corrido por todo el castillo hasta esa habitación con gran euforia, pues le iba a confesar a su amado que estaba embarazada pero el veneno le arrebató la oportunidad. Sus ojos estaban rojos a causa de las lágrimas. Cuando, finalmente se calmó, aquella mezcolanza de sentimientos le hicieron tomar una decisión. Se alejó de la cama y se dirigió hacia la ventana que daba al jardín del castillo. Se paró en ella, miró el cielo, extendió los brazos y sin decir nada, se lanzó al vacío, cayendo sobre un lecho de rosas blancas tiñéndolas de rojo con su sangre.

6 октября 2023 г. 13:45 0 Отчет Добавить Подписаться
0
Конец

Об авторе

Gaston González Corpo Profesor de Historia. Amante de la Space ópera, el cyberpunk, la fantasía épica y el grimdark. Comenzando a escribir historias propias -sueño con publicar una novela algún día- e ir mejorando con cada una de ellas. En mis escritos, relatos cortos en su mayoría, los personajes no suelen tener un final en el que salgan bien parados.

Прокомментируйте

Отправить!
Нет комментариев. Будьте первым!
~