Para escribir no hay que saber.
No hay que saber qué
hacer.
Ni cómo.
¿Cómo he llegado hasta aquí?
sin decir
nada.
Es que nunca importó el mensaje,
que no lograba discernir
entre los surruros camprestres
de las travesías de la noche.
Lo que ansiaba era el envío,
navío quedo pero paciente,
señuelo de la respuesta
que jamás dejó mi lado del horizonte.
He decidido callar
porque temía que tu llegada,
redoblaría una despedida.
Los hombres también sueñan
y mueren felices
antes de abrir los ojos.
Sin estar triste, paciente
pienso que, para escribir,
no hay que saber,
amiga,
mira, yo no sé, ni cómo...
y he llegado hasta aquí.
Sin decirte
nada.
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