En una sala de conferencias minúscula, cuatro sillas y un pequeño atril de madera.
La sala está vacía, y poco a poco, van entrando unas personas vestidas con una bata blanca.
Se sientan en sus respectivos asientos y me saludan.
Un quinto individuo entra, pero esté va vestido de negro, parece el que está al mando. En lugar de sentarse, se dirige hasta el atril, en el que pone un pequeño cuaderno de notas.
— Veo que ya estamos todos, está bien, pues comenzamos. — Dice el hombre de negro.
Las personas sentadas callan inmediatamente.
— Como podemos observar, el proyecto que propusisteis ha sido aceptado, pero no solo eso, sino que contareis con todo el equipo necesario. — Hace una breve pausa y me mira fijamente. — Ya hemos seleccionado un sujeto de la lista de voluntarios y voluntarias, para no tener problemas, evitaremos todo tipo de nombres, ya sea con la sujeto de pruebas, como entre nosotros, en la carpeta que tenéis enfrente, están todos los detalles y vuestras nuevas identidades.
Abrimos las carpetas y veo que hay muchos papeles, papeles que leí antes de venir. La primera página es una ficha de sujeto, toda la información es correcta sobre mi, y hasta tienen una foto mía.
— Aunque los riesgos de este proyecto ya han sido explicados a la sujeto, me gustaría saber si tiene alguna pregunta antes de comenzar.
Nerviosa pregunto:
— Supongo que en el caso en el que quiera parar o dejar de formar parte del proyecto, ¿Tengo un código o algo similar para hacerlo saber?
— Disculpa, creía que te lo habían contado ya, una vez dentro ya no puedes salir hasta que se termine el experimento.
— ¿Puede repetirme de que va este experimento? — Pregunto temerosa.
— Por supuesto, queremos adentrarnos en la mente humana, controlarla pasivamente, esto quiere decir que no te diremos lo que hacer, sino que te haremos pensar que quieres hacerlo.
— Y cual es el propósito de este proyecto, ¿Es para detectar o erradicar enfermedades mentales?
— No exactamente, pero es información clasificada y no puedo hablar de ello.
Me piden que lea los papeles de nuevo, pero no es necesario, acepto instantáneamente, ya que lo que me dan a cambio merece la pena y nunca podría haberlo conseguido de otra forma.
Firmo otros papeles y salimos de la habitación, los individuos de bata blanca me hacen una señal para que los siga, y me guían hasta mi nueva habitación, una habitación enorme, con una cama doble en el lado derecho, y en el izquierdo una puerta en la que hay un baño. En el centro de la habitación hay una mesa con un par de sillas.
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