Por fin llegó el día más sublime de su vida, jamás se volvería a untar de esa porquería que supuraban todos esos seres inmundos que lo rodeaban. La Tierra había sido invadida por esa escoria de gentuza vulgar mezclada sin criterio, cada vez que uno de esos le hablaba o lo rozaba sentía escalofríos. ¿Cómo osaban compararse con su inmaculada raza? ¿Acaso no notaban su supremacía física, su belleza indiscutible, su superioridad intelectual, su avanzada evolución?
Menos mal que el General llegó al poder, ahora cada quien se iría a vivir con los suyos, el genoma no miente. Cada quien a su lugar. Nunca más sufriría esas mezcolanzas sin propósito.
Ofreció sus venas con orgullo para obtener su pasaporte. Tuvo que esperar un par de horas por el resultado, obviamente la alta tecnología lleva su tiempo, es minuciosa y concienzuda.
Se abrió el gran portal que para él era la entrada al paraíso y le indicaron su sitio en el nuevo mundo:
-“Diríjase a la derecha, entrada número tres”.
En el enorme panel luminoso se leía:
“Categoría general”: presencia de genes provenientes de más de cinco grupos étnicos.
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