alix_raven Adriana Cordero

El último ejemplar de los Alphas es la única esperanza para los hijos de la noche para evitar la peligrosa Lluvia Carmesi. El acuerdo de paz entre las criaturas del Sol y la Luna se ha roto por culpa de los Inglis, cuyo único propósito es despertar la furia de la diosa Luna e intentar derrocarla en beneficio de su propio dios. ¿Qué tan importante ser un cachorro para evitar la masacre? ¿Por qué es tan temida la furia de la Luna? ¿Qué hacen dos simples humanas envueltas en todo esta aventura?


Фентези эпический 13+.

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Prólogo - La Fabula de la Lluvia Carmesí

“Hace mucho, mucho tiempo cuando el mundo aún estaba sumido en la total oscuridad, un ser compuesto de luz pura se alzó en la cúspide de la creación; el Dios del Sol.


Se encargó inmediatamente de llenar la tierra de vida con diferentes criaturas que se alimentaban de su luz. Cada uno de esos seres lo consideraban su padre, creador, y poderoso deidad. Llenándole de tributos, rezos, y adoración.


Sin embargo, hubo algo que el dios del Sol olvidó en su tarea de poblar la tierra con su visión y orgullo. En el mundo, existían otros seres antes de su llegada; los hijos de la oscuridad. La luz vital del sol era tan fuerte, tan imponente, que muchas de las criaturas oscuras comenzaron a morir por su brillo.


Desamparados, y obligados a refugiarse en los pocos espacios oscuros que quedaban en el mundo; su dolor, sangre y lágrimas dieron vida a un nuevo ser de luz. Esta luz, a diferencia del Sol, era cálida, atrayente y esperanzadora, una luz que sanó sus heridas y sus corazones abatidos, una luz que les dio un hogar, les brindó amor y amparo; la luz de la Diosa Luna.


El magnetismo de la Diosa era tan grande, que incluso varios de los hijos del Sol comenzaron a rendirle tributo, ocasionando la envidia del Sol, y de sus seguidores más leales, los ángeles del poder y la justicia: los Inglids.


Pero el Sol era inteligente y, a pesar de sentir rencor por la Luna, sabía que un enfrentamiento con la Diosa sería en vano y solo ocasionaría derramamiento de sangre innecesario.


Ese razonamiento no era compartido por los Inglid más fanáticos de la deidad diurna. Intentaron por todos los medios convencer a otros seres de luz para atacar a los hijos de la Luna. Sus tesoros más preciados.


Antes de que ambas deidades pudieran notarlo, la masacre comenzó.


Los aullidos y gritos de dolor alertaron a la Luna, sus amados hijos estaban siendo asesinados. Muchos de ellos daban un fuerte pelea, pero gran parte de los seres de la noche, contrario a lo podría pensarse, eran pacíficos y notablemente más débiles. Contrario a los seres del día, quienes fueron creados con el objetivo principal de ser fuertes e imponentes, como su creador.


La Diosa, si bien era partidaria de la paz, no dudó en encarar ofensivamente al Sol, culpándolo inmediatamente por el dolor que sus súbditos habían infringido en sus hijos.


El Dios no tenía intención de ser sermoneado por una diosa considerada más débil que él y, por primera vez, su orgullo se rebeló contra su inteligencia, declarando la guerra entre el día y la noche.


La guerra inició sin clemencia.


Los Inglid encabezaron la batalla y, a pesar de recibir órdenes del mismo Sol, la gran mayoría de los seres de luz decidieron mantenerse al margen de la pelea; respetaban a su dios, pero comprendieron lo injusto que estaba siendo contra la benevolente Luna.


Los seres oscuros que respondieron a la batalla fueron los vampiros y lycans, con el único motivo de apoyar a su preciada diosa. Eran sus más leales seguidores.

Los hombres lobo eran poderosos y ágiles luchadores, pero los vampiros eran los enemigos más temibles de los Inglid, con su mordida lograban matar de manera instantánea a cualquier ser de luz.


Esa fue la razón por la que el Sol decidió intervenir.


Con su imponente luz, desintegró por completo la raza de los vampiros en menos de un minuto. Con esto, sus poderosos Inglids no tendrían ningún punto débil. Ganarían la guerra.


La efímera extinción de los vampiros destrozó el cálido corazón de la Diosa. Fue tanto su dolor, tanta la tristeza de perder a sus hijos, que su luz se tornó carmesí y la tierra se empapó de lágrimas de sangre.


El Sol perdió su luz.


En consecuencia, los seres diurnos perdieron su fuerza, se volvieron débiles, mansos, y temerosos. Incluyendo a los Inglid, colándose esto en su prevalente orgullo.


La noche se iluminó con el dolor de la ira, dolor y resentimiento de la Luna.


Fue en ese momento que el dios diurno entendió el grave error que había cometido. Al verse privado de su poder, la venda de soberbia que cubría sus ojos se desvaneció, logrando ver las atrocidades que ocasionó la guerra; cuántas vidas inocentes había tomado, cuánto miedo causó, cuanta decepción y odio de sus propios creyentes, cuánta desesperanza a los sobrevivientes, y cuánto dolor a una madre que perdió a sus hijos.


Porque también entendió que la diosa, a diferencia de él que veía a sus creaciones como súbditos, veía a los suyos como hijos, y los amaba a todos como tal.


Con el arrepentimiento y la culpa penetrando su corazón, el Dios Sol se acercó a la Luna, quien seguía llorando desconsolada la muerte de sus hijos. Se arrodilló frente a ella dispuesto a aceptar la furia de la Diosa por las consecuencias de su inmadurez.


La furia de la diosa, y el escenario carmesí en el que se encontraban, empujó al dios Sol a realizar un acto que jamás, desde su creación, había realizado; acogió el agobiado cuerpo de la Luna en sus brazos, brindándole un poco de su calor con la escasa esperanza de hacerla sentir mejor.


La lluvia carmesí cesó. El dolor de la diosa se mantenía intacto, pero aquel simple e íntimo acto eclipsó la rabia que albergaba su corazón.


El arrepentimiento del dios del Sol, y el dolor de la diosa de la Luna, dieron vida a un nuevo ser. Un ser frágil, cálido, pero con un espíritu fuerte y justo; el ser humano. Al cual despertó en ambos un amor incondicional hacia ellos.


Desde ese fatídico día, y con esta nueva vida creada, el Sol y la Luna acordaron mantener la paz entre sus reinos.


Ambos se alejaron de la Tierra, la Luna manteniéndose alejada del Sol al aún sentir rencor hacia él, para poder observar y evitar que vuelvan a enfrentarse bajo estrictas reglas, pero por sobre todo, que ninguno de sus seguidores intente lastimar a sus nuevos retoños; los humanos.


Las cabecillas de cada raza, tanto de luz como oscuridad, formaron un gremio donde se informarían y llegarían a acuerdos para mantener la era de paz. Tomando la guerra como una fábula, la fábula que narra lo que ocurrirá si la paz es amenazada de nuevo.


La fábula de la lluvia carmesí.”

6 марта 2021 г. 17:35 0 Отчет Добавить Подписаться
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