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Has pensado alguna vez... ¿Qué haría hoy el dios de los mares, Poseidón? Amo la mitología y me lo he preguntado en ocasiones, entonces mi imaginación vuela a situaciones inverosímiles encontrando respuestas interesantes a esas preguntas. Encontrarás un compendio de historias cortas o largas sobre diferentes seres mitológicos en la actualidad. Griegos, Celtas, Nórdicos, Egipcios, Incaicos, Aztecas, Mayas, y otros que se vayan añadiendo y que llamen mi atención.


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Panteón Griego: Poseidón Parte I

*~Solo los dioses son reales — Neil Richard Gaiman~*


El rey de los mares desde su trono labrado en oro observaba a su corte con un gesto de hastío en la mirada, el salón real del palacio submarino bullía en actividad, un lugar magnífico, lleno de riquezas, muestra del poder que conservaba a pesar de los años transcurridos de su época dorada.

Paredes de marfil cubiertas de láminas de oro, exquisitos grabados de sus hazañas elaborados por los más hábiles orfebres, grandes ventanales para observar la vida marina en todo su esplendor, regularmente el Kraken nadaba alrededor mostrando alguno de sus tentáculos a sus habitantes, una criatura gigantesca y a veces grotesca cuidaba celosamente sus dominios, si su hermano Hades tenía a Cerberus para custodiar el inframundo, Poseidón tenía al Kraken.

Atrás había quedado el tiempo en el que los dioses eran adorados, era verdad, atrás había quedado la gloria y veneración que había recibido por parte de los mortales, eran pocos los que recordaban su existencia, menor era la cantidad de los que aún le rendían pleitesía.

Poseidón era un dios que podía tomar varias formas la de su mayor agrado un mortal alto, extremadamente guapo, bien constituido, de cabellos oscuros cortos, una barba prolija de algunos días, un mortal que había alcanzado la adultez. En cualquiera de las formas que tomara conservaba sus hermosos ojos azules color de su amado mar.

Las representaciones del mismo por los griegos solían centrarse en un hombre maduro de cabello largo y barba montando sobre su carruaje real tirado por caballos de mar, ostentando en su mano el tridente símbolo de su poder. Pocas veces hacia todo aquel circo en la actualidad, el mundo había evolucionado él también.

Si viajaba sobre el mar prefería un gran y lujoso crucero, si viajaba por tierra tenia carros de lujo, jets, su riqueza se había modernizado, contaba con empresas, hoteles, propiedades que su hijo Tritón el primogénito administraba, no es que necesitará todo aquello tenía poder para conjurar lo que necesitará pero lo mantenía entretenido. Había sido entretenido en su inmortalidad actualizarse con los mortales.

Sabía que para los hombres era más fácil pensar en él, como un hombre multimillonario a un dios, extender una tarjeta a una mujer u hombre como un importante empresario dueño de una cadena de hoteles diseminados por las costas, era mejor a tener que borrar recuerdos cada vez que pisaba tierra, los humanos tenían un grave defecto de temer a lo desconocido, los dioses habían acordado no pasear como antaño entre ellos para proteger su mortalidad y su poca capacidad de entendimiento.

Para Poseidón su poder no había disminuido, su poder estaba ligado a las fuerzas de la naturaleza, al poder de su tan amado e inmenso mar, podía conjurar maremotos o tsunamis y huracanes cuando se enojaba, podía hacer temblar la tierra si estaba furioso, y ahora lo estaba, estaba furioso.

Intentaba despejar la tormenta que empezaba a tomar forma en su cabeza con una de las ninfas marinas que estaba sentada cómodamente sobre su regazo, una nueva belleza, un nuevo trofeo, la conservaría unos días y sí acaso unas semanas antes de perder el interés en ella, un gesto de aburrimiento cruza por su cara, la inmortalidad llega a ser tan aburrida a veces, bajo aquel gesto de poco interés hacia el mundo bulle la ira y bajo ella el dolor.

Sabe que no tiene razón para acusarla, su reina consorte ha aguantado estoicamente a lo largo de los años todas y cada una de sus infidelidades, su mirada turquesa tan brillante y hermosa como un manantial, se ha vuelto fría como Rusia en invierno, la fragilidad que la rodeaba cuando la conoció ha desaparecido, sus gestos tan encantadores, su inocencia y su mirada enamorada se han marchitado.

Cuando ella lo ve ya no encuentra al dios del que se enamoró, y él ya no encuentra en ella ni un leve rastro de amor, sabe que no hay forma de regresar a su corazón, sabe que la ha perdido para siempre. Puede enviarle mil delfines, y ninguno logrará regresarla con él.

La ha mantenido bajo su dominio, la ha dominado con su poder desde la primera vez que amenazó con abandonarlo por sus infidelidades, ha impedido que se aleje del palacio, que salga de aquel océano lejos de él de su poder, porque prefiere la frialdad de su mirada a prescindir de ella por la eternidad.

Es egoísmo, tal vez... no es tan noble para pensar que hay algo de amor en este acto, aunque quiera creer que es así.

Anfitrite una ninfa Marina, tan hermosa, tan etérea como cualquier ninfa, pero tan especial como solo ella, la única que logró convertirse en la reina de los mares.

Quizás en algún momento él mantuvo la esperanza que regresara a él, de recuperar lo que los mortales anhelan desde su nacimiento, amar y se amados, pero esa esperanza murió el día que cometió un acto vil, acto que no tenía razón de ser, ¿Cómo puede un dios que ha tenido mil mujeres de diferentes especies sentirse traicionado porque su mujer se ha encariñado con un mortal?.

No un mortal de los que pueden cubrir con joyas y presentes a una mujer, sino un simple mortal, un simple pescador uno que para llevar el pan a su casa debe salir todos los días y enfrentarse al mar, ¿Cómo había osado poner sus ojos en la reina de los mares? ¿Cómo ella había tenido la osadía de corresponder sus humanos sentimientos?, cuando su esposo podía chasquear sus dedos e instantáneamente darle lo que soñara, lo que deseara incluso si no existía.

Pocas cosas se escapaban de su visión, todo lo que estaba en el mar respondía a su nombre, aquel coqueteo inocente de su esposa con el joven no fue la excepción.

¡La reina de los mares coqueteando con un mortal!, ¡Qué horror!, una tragedia.

Las ninfas marinas celosas de su mujer habían nadado rápidamente con el chisme esparciendo la noticia por los siete mares, su antipatía por Trite dió inicio en el momento que ella pisó el palacio como reina y señora, los cuchicheos empezaron de inmediato, las apuestas ¿Cuánto tiempo le tomaría a Poseidón dejar de ser un marido abnegado y completamente enamorado de sus esposa? un mes o dos, y ellas estarían allí cuando eso sucediera.

Todo se había fraguado para que lo que inició mal no terminará bien, la brecha empezó a ensancharse siendo infranqueable con el paso de los años, algo que se hubiera solucionado con algo tan simple como usar su poder para darle el lugar que su esposa merecía, castigando toda falta hacia su persona.

Regresando al mortal, algo positivo de ellos es que su vida es tan efímera y frágil, un chasqueo dedos y su espíritu se esfumó de su cuerpo iniciando su camino hacia el Tártaro, lugar del que se encargaría personalmente jamás reencarnara, Trite lo sabía, sabía que había matado aquel hombre. Se había recluido en las habitaciones desde aquel día negándose por completo a estar bajo su presencia, llevaban días ignorándolo y aquello le dolía. Su cinismo no podía ser más grande, no sentía remordimiento por lo que había hecho y al mismo tiempo extrañaba la presencia de su mujer.

Saliendo de sus pensamientos golpeó suavemente los muslos de la ninfa que tenía en su regazo instándola a abandonarlo ya se había aburrido de su presencia, antes de que pudiera materializarse en tierra firme la presencia de su mujer en el gran salón del trono le hizo arquear una ceja y volver a sentarse intentando replicar el mismo aburrimiento que tenía colocada como una máscara impenetrable sobre su rostro, una parte de él esperaba, deseaba encontrar en Trite un rastro de emoción hacia él, ira, dolor, lo que fuera que le hiciera saber que aún sentía algo por el.

Su presencia calmada lo hizo levantar una ceja, y en los brazos de su mujer la pequeña de ojos azules y mirada inteligente, ojos tan similares a los de su madre, Rodé la última de sus descendientes de sangre real que cumpliría dos años humanos en poco tiempo, los dioses crecían mucho más despacio en el tiempo hasta establecerse en la edad adulta.

La pequeña lo miraba con asombro feliz, una sonrisa desdentada apareció en su rostro, tendiendo de inmediato sus brazos hacia él, Poseidón no dudó en hacerla flotar mientras la chiquilla reía hasta llegar a su regazo e instalarse cómodamente sintiéndose segura en los brazos de su padre dejando dos besos babosos en sus mejillas. Poseidón no era un mal padre, lo que si era un pésimo marido.

Si hubo una mirada de dolor en Trite esta fue dirigida a su hija, sabía que no podría conservarla, que su esposo la buscaría debajo de cada piedra y brote, rebuscaría en el Olimpo y el Inframundo hasta dar con ella si la llevaba consigo, había encontrado la forma de burlar su poder e impedir que la encontrara desvaneciéndose de su radar pero no funcionaría con la pequeña por sus venas corría sangre real, él la encontraría a pesar cada gramo de poder que usara.

Anfitrite irguió su porte, levantó su barbilla con arrogancia, era la reina de los mares, no una simple y vulgar ninfa como aquellas que rodeaban a su marido, volvió a enmascarar sus ojos con la frialdad que congelaba las esperanzas de Poseidón antes de dirigirse hacia él.

—Me marcho... para siempre.

No tuvo tiempo de responder o amenazarla, Trite se desvaneció como la espuma del mar luego de golpear la arena de las playas.

Pasado el asombro inicial Poseídon se levantó asegurando a su hija en su brazo, por un momento el pánico lo inundó, ella no podía dejarlo... uso sus poderes para buscarla, en el mar no quedaba rastro de su esposa, parecía haber desaparecido del espacio que el dominaba.

El asombro paso por su rostro, luego la ira, luego el dolor lacerando su corazón, lo había dejado, milenios después Trite había cumplido su amenaza, había tenido la valentía de abandonarlo.

Rodé al no sentir la presencia de su madre y ver el desconcierto en el rostro de su padre inflo sus cachetes empezando a lloriquear aferrando sus bracitos en su cuello, asegurándose que su padre no desapareciera como lo había hecho su madre, no entendía que pasaba pero sabía que algo estaba mal.

—Tranquila mi amor, la encontraremos —esperaba que esa no fuera una promesa vacía hacia su hija.

21 января 2021 г. 0:57 0 Отчет Добавить Подписаться
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elykrysc G Me considero una criatura nocturna, la noche es el mejor momento para dejar fluir mi creatividad, amo escribir, lo hago para entretenerme. Aquí encontrarás historias producto de mis conversaciones de media noche con personajes que quizás ya conozcas y otros que nazcan de mi imaginación. 🏳️‍🌈💖🏳️‍🌈

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